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Y el Holandés fondeó en Santiago

La Real Filharmonía de Galicia inaugura temporada con ópera de Wagner

La Real Filharmonía de Galicia, dirigida por su titular, Paul Daniel, ha inaugurado su temporada 2018-2019 con una versión concierto de la ópera de Richard Wagner (1813 - 1883) El holandés errante. La producción es fruto de la colaboración con Amigos de la Ópera de Vigo y Amigos da Ópera de Santiago de Compostela y la RFG estuvo acompañada por el Coro de la Orquesta Sinfónica de Galicia, que dirige Joan Company.

La partes solistas estuvieron a cargo de Alexander Krasnov, bajo-barítono, como El Holandés; Richard Wiegold, bajo, (Daland); Maribel Ortega, soprano, (Senta); Eduard Martynyuk, tenor, (Erik); María Luisa Corbacho, mezzosoprano, (Mary) y Moisés Marín, tenor, en el rol de Timonel.

La obra se interpretó sin interrupción, tal como prescribió para su estreno el propio Wagner. También, según declaró Paul Daniel, con su final y el de la obertura escritos originalmente por el autor. La versión tuvo una buena progresión dramática y musical, destacando el color de las maderas -con espléndidos solo del oboe de Christina Dominik- y el poderío de los metales.

Solo se resintió algo el equilibrio de masas sonoras por el número de efectivos de las cuerdas, pese al esfuerzo y entrega de músicos y director. Esto redujo algo la característica tensión de las transiciones wagnerianas en determinados momentos de la interpretación. Fue sin embargo espléndida la recreación de climas dramáticos, desde la exposición de leitmotive de la obertura hasta el contraste final de fiesta y drama.

En cuanto a los solistas, destacó en un primer nivel la actuación de Alexander Krasnov y Richard Wiegold. Desde el punto de vista musical y teatral, estuvieron inmensos en las escenas que protagonizaron. Sus voces, rotundas y llenas de sentido, con el dramático patetismo expresivo del Holandés de Krasnov y el Daland de ilimitada codicia de un Wiegold de quien no se sabe qué admirar más: si su nobleza de timbre, su musicalidad o su inmensa presencia escénica. Ambos dieron la sensación de disipar la bruma de la que parece surgir la obra cuando se piensa en su argumento, iluminando el escenario como si se tratara de una actuación representada.

Maribel Ortega dio el papel de Senta en una versión correcta, pero en un plano expresivo algo inferior al de los intérpretes antes mencionados. Moisés Marín dio mucha vida a su Timonel en sus intervenciones en los actos primero y tercero. María Luisa Corbacho cumplió, aunque con una voz de colocación algo incierta, y el Erik de Martynyuk quedó por descubrir: su falta de seguridad en el papel le hizo estar más pendiente de la partitura –lo que con algo menor intensidad también le sucedió a Ortega- que de una verdadera interpretación. En este sentido cabe señalar que el resto de solistas actuó sin partitura.

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El Coro de la OSG superó con nota la prueba de su actuación dando el adecuado carácter a cada una de sus intervenciones, tanto por separado en los coros de marineros o de hilanderas como cantando conjuntamente en la fiesta final frustrada por la presencia del cementerio flotante que supone el barco del Holandés.

Se pudo así comprobar en Santiago la excelente capacidad del conjunto coruñés para la interpretación de ópera. Es de agradecer que el actual clima de cooperación entre ambas orquestas haga posible esta actuación como coro de ópera. Lo que, puestos a pedir, sería también deseable que pudiera hacer en su propia ciudad y con su propia orquesta.

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