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¿Estamos peor que hace un año?

La crisis catalana se proyectará en España, hay un estado de insurrección latente que, si no se reacciona, puede explotar en cualquier momento

Francesc de Carreras
Imagen de la fachada del Ayuntamiento  de Barcelona con un lazo amarillo.
Imagen de la fachada del Ayuntamiento de Barcelona con un lazo amarillo.JOAN SÁNCHEZ

¿La situación política catalana está peor que hace un año?

A principios de agosto de 2017 ya se sabían algunas de las cosas que pasarían y que pasaron. Ya estaba aprobado el proyecto de ley de referéndum y se tenía noticia bastante detallada de la ley de transitoriedad. Sólo bastaba leer los tres primeros artículos de la primera para saber que vulneraba abiertamente, con descaro absoluto, las bases de nuestro Estado constitucional. En estos tres artículos se declaraba que la soberanía reside en el pueblo de Cataluña y que esta ley que regulaba un referéndum de autodeterminación prevalecía sobre todas las demás normas del ordenamiento. En definitiva, el pueblo de Cataluña, depositario de la soberanía, pasaba a ser un poder constituyente.

Después pasó lo que pasó, lo que tenía que pasar tras lo aprobado el día 6 de septiembre. Por esto sostuvimos algunos, ya ese mismo día, que en el Parlamento se había producido un auténtico golpe de Estado y sus autores tenían plena conciencia de ello, bien informados por sus órganos jurídicos asesores. Este mismo 6 de septiembre advertí en estas páginas de que en ese día se iba a repetir un golpe de Estado semejante al de 1934 y recordé que sus principales autores habían ido inmediatamente a la cárcel. La semana anterior había sostenido que debía aplicarse, preventivamente, el artículo 155 de la Constitución.

Pero esta situación gravísima no se atajó a tiempo. Le faltó coraje a Rajoy. Y lo más grave es que este golpe de Estado no se ha desactivado aún, los golpistas campan a sus anchas, cada vez con mayor desfachatez, mandan en las calles, nadie les contiene. ¿Sirven para algo los mossos?

Dos factores han empeorado la situación. En primer lugar, como ha sido inevitable y en un Estado de derecho no puede ser de otra manera, quienes han cometido un delito deben pagarlo. Por ello, unos responsables están procesados, otros encarcelados, unos terceros son prófugos de la justicia. Puigdemont está ahora en Bélgica y Junqueras en un centro penitenciario: hace un año eran presidente y vicepresidente de la Generalitat. Por lo visto, jugaban de farol.

La circunstancia es insólita en un país europeo con una democracia respetada como es el caso de España. Y las perspectivas, en prisión provisional o definitiva tras la previsible condena, son que en esta situación permanecerán muchos años. Así pues, a las consignas tradicionales se ha añadido una nueva que amplia el radio del independentismo: “libertad presos políticos” (sic).

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Hasta ahora los Comunes, el partido de Colau, representante en Cataluña de Podemos, no se había declarado abiertamente independentista, se mostraba ambiguo y entre sus dirigentes no todos opinaban igual sobre esta cuestión. En todo caso, su posición oficial era que defendían el derecho a decidir pero no la independencia. Conociendo su escaso respeto al Estado de derecho, no sé por qué razón se les situaba en el sector constitucionalista. Pues bien, es momento de cambiarlos de bando. Colau se ha unido al independentismo al aceptar que los dirigentes encarcelados son presos políticos y lo manifiesta 24 horas al día con su gigantesco lazo amarillo en la fachada del Ayuntamiento de Barcelona. No le demos más vueltas, seguramente escogió bando hace tiempo y lo ocultaba, pero ahora lo demuestra mediante hechos.

Pero hay otro dato más grave y concluyente. Colau insiste ahora en posiciones contrarias a la monarquía parlamentaria. Lo decía, de forma simplona, en sus declaraciones a EL PAÍS hace unos días: no soy monárquica. ¡Cómo si los demás lo fuéramos! Por lo visto, no sabe, o no quiere, distinguir entre la monarquía de hace un siglo y la actual. Actualmente hay una campaña contra la Constitución de 1978, disfrazada de acusaciones y reproches a la monarquía, claramente encaminada a desestabilizar el sistema político. No se engañen: es una campaña contra la actual democracia constitucional, la monarquía es la excusa fácil, el eslabón débil. En estas posiciones coinciden el independentismo, Podemos y Colau (y se les unirá el PNV cuando le convenga). También eso les une, todos están en el mismo bando, a partir de septiembre lo comprobaremos. Por tanto, la crisis catalana se proyectará en España, hay un estado de insurrección latente que, si no se reacciona, puede explotar en cualquier momento.

¿Estamos peor? La pregunta del título era de una falsa ingenuidad provocativa. ¡Claro que estamos peor! No sólo en Cataluña sino también en España.

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