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Pop / Funambulista
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Autopista de convenciones

El cantautor murciano convoca a 3.000 almas con sus baladas más bien beatificas

Diego Cantero, Funambulista, en una imagen de archivo.
Diego Cantero, Funambulista, en una imagen de archivo.

Menuda cosa marciana la de ver a Diego Cantero en las Noches del Botánico, teórico templo de la excelencia refinada, escenario en las jornadas anteriores para Brad Mehldau, David Byrne o Little Steven. El murciano fue un voluntarioso apóstol del arrumaco, la buena vibración y el verso arrobado en los jardines complutenses, que registraron una entrada impactante (casi 3.000 almas) porque en esta ciudad hay gente para todo, incluso para escépticos de lo cool. Pero su inclusión en el programa, por mucho eclecticismo que se pregone, era una bonita incongruencia. En la más benévola de las catalogaciones.

Cantero es un aseado cantautor de pop romántico con tan poco apego por el riesgo que encadena las dos primeras canciones, Eres aire y Quédate, porque comparten tonalidad, compás y tempo. En resumen: son clónicas. Pero ya ven que a su escritura afable y bienintencionada no le faltan adeptos, como constatan los muy meritorios 18 meses de vigencia para el disco de duetos Dual, representado ayer por Marco Mengoni, David de María, Andrés Suárez, Efecto Pasillo o Leire (La Oreja de Van Gogh) e India Martínez, notables en Volver a empezar y Fiera. Pero Funambulista es un nombre artístico falsario, porque Cantero nunca hace arriesgados equilibrios en el alambre, su pop sensible y blanquísimo, por inofensivo, más parece una holgada autopista de convenciones.

Hombre humilde y con encanto, “un chaval De Molina de Segura que hace canciones”, observador benévolo pero experimentado a sus 36 primaveras, Diego podría probar a no ser tan timorato. Sobre todo ahora que va a afrontar la grabación de una nueva entrega. Porque su escritura se conforma demasiadas veces con el canon y la rutina, se ve venir desde el primer verso de la primera estrofa. Las baladas estuvieron representadas en exceso, a menudo con un pie en lo beatífico o lo cursi. Por eso, y aunque solo fuera por contraste, se agradecía el costumbrismo matritense a paso ligero de Y yo. Algo de vidilla; eso siempre sienta bien. 

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