Entre plumieres y silabarios
Una exposición en la Imprenta Municipal recorre la historia de las artes gráficas a través de sus objetos
Abrecartas, acrósticos, colofones, huecograbado, pergamino, miniado, papel de fumar, plumieres, silabarios, palilleros, pictografías, sigilografía, lacradoras, guillotinas, estilográficas. Con estas palabras se puede hacer un poema. O una exposición. O un universo. O las tres cosas a la vez, que es lo que viene a ser la colección de objetos, libros y documentos relacionados con las artes gráficas de Del Olmo & Vilas. “La profesión ha desarrollado su propia jerga, casi un idioma, cosa que resulta muy útil para chillarse en una imprenta”, dice el coleccionista Javier García del Olmo. “Es que no es lo mismo una línea, una raya o un corondel”.
Del Olmo lleva, junto a Esther Vilas, 50 años recopilando cosas que escriben o que tratan sobre la escritura, rebuscando en ferias de antigüedades, mercadillos, anticuarios, libreros, brocantes, etcétera, una colección de 70.371 piezas que fue adquirida en 2017 por la Imprenta Municipal-Artes del Libro de Madrid (Concepción Jerónima, 15) con un coste de 750.000 euros. Ahora se muestra la primera exposición, llamada Papel, pluma, tinta, plomo, edición… una muestra de impresión, hasta el 14 de octubre. “En las artes gráficas, como en la música, hay que buscar el ritmo, la armonía y la melodía”, dice, misteriosa, Vilas. Con los instrumentos que se exponen aquí se ha tocado desde muy antiguo esta música de tinta.
Lo que se ve, en ocho apartados temáticos, son tinteros con solera, abrecartas con mango de cabeza de águila, botellas de tinta (había quien luego las utilizaba para contener bebidas), algunas de las primeras plumas estilográficas y lápices, los estilos con los que los antiguos romanos escribían sobre tablillas de cera, sacapuntas a manivela de principios del siglo XX o libritos decimonónicos de papel de fumar (“Nunca hay que utilizar el término ‘decimonónico’ de forma despectiva”, apunta el coleccionista). Hasta un exótico libro/altar religioso birmano del siglo XIX decorado con pan de oro y pedrería. También una buena colección de trabajos de remendería, es decir, folletos, tarjetas, anuncios y otros pequeños trabajos comerciales de impresión. “Pero no hay impreso pobre, aunque la apariencia sea pobre; yo he tenido clientes que me han encargado una octavilla y luego me han encargado un libro", señala Del Olmo.
“Aunque la joya de la corona de la colección es la biblioteca, de más de 5.000 volúmenes”, añade el coleccionista, a la sazón comisario de la muestra. La mayoría de los libros se guardan en los almacenes: de manuales de caligrafía a tratados y métodos, desde el siglo XVI hasta principios del XXI. Entre ellos, una colección de frontispicios de libros diseñados por Rubens.
En la exposición se muestran, eso sí, algunos volúmenes como el primer tratado de caligrafía española, de Juan de Iciar, publicado en Zaragoza en 1548, o un tratado tipográfico de Giovanbattista Palatino, publicado el mismo año en Roma. “Es el primer tratado del mundo en el que se describe cómo realizar la letra romana, el paso fundamental desde los anteriores caracteres góticos”, dice Del Olmo. También se encuentra material del gran calígrafo español Pedro Díaz Morante (1565-1636), secretario de Felipe II, creador de la Escuela de Toledo, y de la letra bastarda española. Otro punto fuerte de la colección es la hermosa y colorida colección de cartelería de diferentes imprentas y litografías valencianas, como Ortega, donde predomina la temática festiva y fallera.
“Esta colección dota a la Imprenta de un fondo nuclear que permitirá abordar múltiples y sucesivas exposiciones”, explica Francisco Marín, director de la Imprenta Municipal. Algunos posibles temas serían las técnicas de reproducción, la historia y tipología del papel, representación de plumillas e historia de la tipografía. “Pero lo primero que tenemos que hacer es poner a disposición de la ciudadanía el catálogo completo de todas las piezas. Tenemos por delante un trabajo ímprobo”, dice el director.
¿Se perderá todo el patrimonio de las artes gráficas ante el imperio actual de los teclados y las impresoras? “Lo cierto es que hay corrientes minoritarias pero potentes decididas a conservarlo, y Europa está lleno de centros que ese fin”, explica del Olmo. Y según Marín, la herencia de toda la historia de las artes gráficas también se encuentra contenida en los modernos procesadores de texto, aunque los profanos no nos demos cuenta: “Cuando decimos una fuente de tamaño de 12 puntos nos referimos al punto Didot, que creó este tipógrafo de la Revolución Francesa. Las relaciones entre tamaños, interlineados, cajas, etcétera, que hay en un procesador han sido estudiadas antes por las artes gráficas y las usamos muchas veces sin reparar en ello”. Después de visitar esta exposición se ven los libros, los flyers y el Microsoft Word de otra manera.
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