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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Choque de trenes independentistas

El 'procés' está liquidado y la vía unilateral en desguace, pero queda una bolsa de votos que los partidos deseosos de rectificación no quieren perder

Conferencia nacional de ERC, este domingo.
Conferencia nacional de ERC, este domingo.Toni Albir (efe)

Sería la hora de que el independentismo se decidiera a cortar el nudo gordiano pero ahora mismo no hay líderes con fortaleza para hacerlo. Por ejemplo: la dirección de ERC propone a sus bases una hoja de ruta que no sea unívocamente la de una ruptura modo DUI con España, pero el 95 por ciento de la asamblea vota no descartar la vía hacia una independencia declarada unilateralmente. ¿En qué queda la actual dirección de ERC en su intento de maniobrar para tener un margen que le permita ir rectificando? Ese 95 por ciento consiste en 551 votos —6 en contra. Si se considera que, en las últimas elecciones autonómicas, ERC tuvo más de 900.000 votos, en parte procedentes de Convergència, es lícito preguntarse en qué medida 551 votos representan a esos votantes o si lo representan mejor los miembros de una dirección que, por razones de realismo y sobre todo de permanencia en el poder, conocen el fracaso de la grave aceleración del procésy sus consecuencias.

Sobre todo, saben que la causa secesionista no cuenta con una amplia mayoría de la sociedad ni mucho menos con la mayoría indestructible a la que Artur Mas apeló cuando le explicaron que convertirse al independentismo podía salvarle del impacto negativo de los recortes sociales y proteger los intereses nacionalistas frente a una España debilitada por la crisis de 2008. La contradicción entre la propuesta de la dirección de ERC, sus militantes y sus votantes pueden trasladarse al estado anímico general del independentismo: de una parte hay constancia de la necesidad de reorientar estrategias -dilatarlas en el tiempo, matizarlas semánticamente- y de otra del apego de los núcleos más radicales, de difícil cuantificación, al maximalismo que definió inicialmente el "procés". Incluso se podría decir que en el momento en que, por los motivos que sean, los estrategas de salón del secesionismo intentan redefinir objetivos sin que eso parezca una renuncia, la razón de esa necesidad choca con el baluarte emocional de los sectores más movilizados.

</CS><CS8.7>El independentismo no tiene políticos capaces de liderar. Cedieron poder decisorio y de convocatoria a entidades como la ANC y Omnium. Les dieron la calle. Se sometieron a las exigencias de la CUP. Es sintomática la capacidad de indecisión del hoy presidente de la Generalitat, tal vez propia de su condición -según TV3- de "intelectual brutal". Ahora condensa su jugada en un encuentro con Pedro Sánchez, cuya hipotética receptividad, obligada por la aritmética de su moción de censura, está siendo vigilada con lupa por los barones territoriales y la vieja guardia del PSOE. Eso es un nudo gordiano. Razonablemente, le corresponde cortarlo al independentismo porque, con todos los errores del PP o del PSOE, lo que condujo a la sociedad catalana a un callejón sin salida y a una fatiga de cada vez más perceptible fue una secuencia de falsos mantras -España nos roba, la independencia no deja a Cataluña fuera de la Unión Europea- que llevaron a jugar de farol, como ha venido siendo reconocido por los propios políticos secesionistas. La retórica del choque entre Cataluña y España no alcanza ya a disimular que el choque es entre trenes independentistas sin lideratos creíbles, lo cual perjudica en términos sociales, económicos e institucionales al conjunto de una sociedad catalana ya suficientemente escindida.

El “procés” está liquidado y la vía unilateral en desguace, pero queda ahí una bolsa de votos que los partidos deseosos de rectificación no quieren perder. Son los votos de una posible Herri Batasuna comarcalizada. En los despachos de la exConvergència y ERC eso se sabe pero nadie se atreve a decir con todas las consecuencias que el emperador está desnudo. Quedan huérfanos los votos de la moderación catalanista y del centro social sin que las iniciativas para recuperar ese espacio prosperen. Prosigue lo que de modo eufemístico podríamos llamar estropicio ahora incrementado por una personalidad política como Quim Torra, tan improvisada y desconocedora de las consecuencias de sus actos. Resulta flagrante que a la espera de la visita de Quim Torra a la Moncloa sea tan incontrolable la cacofonía de discrepancias en el mundo independentista. Eso queda reflejado incluso en la dialéctica manifiestamente mejorable de los portavoces mediáticos de la secesión: estamos en una fase de todos contra todos. Faltan líderes porque liderar es, entre otras cosas, hacerse responsable de algo.

Valentí Puig es escritor.

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