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La ciudad de las bicicletas huérfanas

Además de la pública BiciMad, varias empresas de alquiler sin bases fijas operan en Madrid a la espera de una regulación municipal específica

Bicicletas de la empresa OFO arrojadas en el río Manzanares.
Bicicletas de la empresa OFO arrojadas en el río Manzanares.J.L. González

El pasado 22 de abril, una decena de bicicletas amarillas de alquiler reposaba en el lecho del río Manzanares, a la altura de Príncipe Pío. Además de un acto de vandalismo, lo que exhibía la imagen capturada por un vecino es una de las derivadas de la creciente presencia en la capital de vehículos de este tipo, asociados a negocios enmarcados en la economía colaborativa que han entrado con fuerza en varios países europeos (Reino Unido, Países Bajos, Portugal) y que desde 2017 se está introduciendo en varias ciudades españolas. Las bicicletas compartidas de empresas como OFO, oBike o Donkey Republic circulan desde hace meses por Madrid, no sin cierta polémica por ocupar en ocasiones la vía pública y por los desperfectos deliberados que sufren, a la espera de que el Consistorio regule el sector para poder aumentar el parque.

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"Estamos comprometidos a trabajar con el Ayuntamiento", señala Pablo Postera, portavoz de oBike, “pero es verdad que está yendo muy lento, y llevamos bastante tiempo reclamando que se llegue ya a un acuerdo”, lamenta. El 19 de septiembre de 2017, el Consistorio emitió un comunicado en el que anunciaba que estaba trabajando “en una regulación especial para el caso de las flotas de bicicletas en alquiler sin base fija”, además de en una “ordenanza de movilidad sostenible” en la que se esclarecería la responsabilidad de la empresa por el mal estacionamiento de las bicicletas. Las empresas consultadas señalan que desde entonces se encuentran en “fase piloto”, hasta que la normativa sea una realidad. OFO y oBike tienen unos 200 vehículos en la calle.

¿Cómo compartir una bici privada?

Salvo por pequeñas particularidades, las empresas para compartir bicicletas tienen el mismo patrón de funcionamiento. Una vez se ha descargado la aplicación y se ha hecho un perfil, el usuario puede localizar la posición de las bicicletas más cercanas gracias a los GPS integrados en los vehículos. Cuando se ha encontrado la bicicleta, es suficiente con escanear con la cámara del móvil el código QR que tienen para desbloquear el candado. Las tarifas suelen rondar los 50 céntimos por cada media hora de viaje. Con confirmar que has terminado tu viaje en la aplicación es suficiente para cerrar el trayecto.

“En China se les ha ido de las manos”, señala Iñaki Díaz, portavoz de la Asociación Pedalibre. Muchas de las empresas que han explotado este nicho de mercado nacieron en el gigante asiático, donde las bicicletas de las múltiples empresas que operan en algunas ciudades se han convertido en una plaga que invade las aceras y los aparcabicis privadas. Las asociaciones de ciclistas consultadas coinciden en que, de momento, no se trata de un problema serio, al menos en Madrid. “Mi balance sobre la aparición de estos servicios es positiva”, declara Luis Ovalle, portavoz de Madrid Ciclista, si bien admite que tiene “el corazón dividido”. “Por un lado nos gusta que existan estas alternativas que promuevan un transporte sostenible, pero es necesario regularlas para evitar sus inconvenientes, explica.

Antonio Relaño, responsable de operaciones de OFO Spain en Madrid, insiste en que es necesario “educar al usuario” con el ejemplo. “Cuando redistribuimos nuestras bicicletas, tenemos cuidado en situarlas en lugares permitidos, como en los aparca bicis, en avenidas o en calles con más de tres metros de ancho”, explica Relaño. Esto es especialmente importante, según señala Juan Manuel García, responsable de marketing, “en una ciudad como Madrid que, por su geografía, no tiene una tradición ciclista”. En oBike, Postera destaca el programa de puntos que incluye la aplicación móvil para incentivar el buen uso de la bicicleta y que se beneficia de la geolocalización. Gracias a ella, detectan si la bicicleta está correctamente estacionada o no, y, en función de ello, la aplicación premia al usuario con tarifas más baratas y viajes gratuitos o lo penaliza con tarifas de hasta cuatro euros cada media hora, si bien admite Postera que no es un método del todo fiable.

Respecto a casos de vandalismo o averías, ambas empresas señalan que disponen de transporte para recoger los vehículos averiados para su posterior reparación. En OFO aseguran contar además, con técnicos que pueden arreglar determinadas averías en la calle. En ambos casos, cada vez que se termina un viaje, la aplicación da la oportunidad de alertar sobre cualquier desperfecto o avería en la bicicleta. “Agradecemos que los madrileños reporten cualquier incidencia, porque eso contribuye a la imagen de la ciudad y favorece la idea de que somos una pequeña familia”, explica Relaño.

Un problema de primer orden en China

El Gobierno chino se ha propuesto poner coto a la invasión de las bicicletas de alquiler. En la capital hay 700.000 bicis públicas que usan 11 millones de personas, la mitad de la población de Pekín. Aunque los camiones tratan de dispersarlas por la urbe, muchas aceras —en especial, junto a las bocas del metro— están llenas de estos vehículos, impidiendo el paso a los peatones; otras están rotas y abandonadas, formándose cementerios de chatarra. Una treintena de empresas ofertan el servicio, demasiadas. Hay más oferta que demanda y algunas compañías podrían quebrar pronto. En diciembre ya lo hizo Bluegogo, dejando a sus 20 millones de usuarios sin el depósito abonado.

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