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A ciegas en el lodazal de Susqueda

Los buzos de los Mossos se enfrentan a una dificultad extrema para intentar localizar el arma del crimen del pantano

La masía derruida en el pantano de Susqueda donde pescaba Magentí.
La masía derruida en el pantano de Susqueda donde pescaba Magentí. Marta Rodríguez

Los buzos de los Mossos d’Esquadra necesitarán mucha sangre fría para sumergirse en las aguas del pantano de Susqueda y bajar a una profundidad de más de 30 metros, sin apenas visibilidad, para encontrar pruebas del doble crimen que el pasado verano acabó con la vida de la pareja formada por Marc Hernández y Paula Mas. El pantano es un auténtico lodazal y en el fondo hay una gran cantidad de rocas puntiagudas que dificultan el rastreo, árboles muertos y siluros de más de 100 kilos. Quien da cuenta de ello es Luís Avial, director técnico de Falcon High Tech, empresa especializada en rastreos en el campo de la geofísica de alta tecnología.

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El pasado 3 de abril rastrearon tres hectáreas del pantano de Susqueda con un gradiómetro de protones, un perfilómetro y un sonar de barrido lateral en colaboración con la Unidad Central de Desaparecidos (UCPD) que lleva la investigación del asesinato de la joven pareja. El objetivo es dar con el arma del crimen, una posible carabina de munición de calibre 22, y la mochila que llevaba Paula. Avial entregó su informe a los Mossos con los posibles puntos de interés y ahora “les queda la labor extremadamente difícil de sumergirse”, asegura Avial.

Los investigadores marcaron la zona a rastrear, en total unas tres hectáreas comprendidas entre la playa situada al frente de la zona de la Rierica, la Rierica y los dos puntos donde aparecieron los cadáveres. La playa es una zona que podría haber resultado de fácil acceso para los chicos asesinados, que acudieron al embalse con un kayac, y es además donde el presunto asesino, Jordi Magentí llevó a su mujer el día después del crimen. La Rierica es donde él acudía a pescar y está a pocos metros de distancia de donde aparecieron los cadáveres.

Desde la embarcación semirrígida de la Unidad Acuática de los Mossos se utilizó el gradiómetro de protones, una especie de torpedo que va arrastrado por una cuerda desde la embarcación y que llegó a unos 25 metros de profundidad, donde el fondo era de 30 metros. Antes de sumergirlo, le calibraron la carga o huella magnética de una mochila similar a la desaparecida, y también de una carabina. Ya en las lodosas aguas del embalse, este sofisticado artilugio detectó objetos que tenían la misma señal magnética. Cuando los halló, un procesador ubicado en la barca recibió una señal y se comparó si era posible que fuera el objeto buscado. Marcó varios puntos.

También usaron un perfilómetro, que lleva a cabo un rastreo en línea y un sonar de barrido lateral, que da imágenes digitales de alto perfil del fondo. Ambos son “muy difíciles de utilizar en fondos como en el de este pantano porque es demasiado irregular y porque los objetos son tan pequeños que sería difícil de diferenciar del resto de objetos”, explica Avial.

Poder recuperar los móviles de la pareja podría permitir a los investigadores hallar el lugar exacto en el que estacionaron su coche y saber por donde descendieron hasta el agua, si por la zona de la Rierica o en la playa de enfrente, de mucho más fácil acceso. Avial, que se muestra “moderadamente optimista” y afirma que “es el trabajo más complicado” que ha hecho “a nivel policial en España”, destaca la labor “brillante” y los trabajos científicos llevados a cabo por la UCPD de los Mossos, según él, “una de las unidades mejores a nivel de Europa”. El fiscal podrá solicitar para Magentí hasta 50 años de cárcel por dos delitos de asesinato con el agravante de reincidencia.

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