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Cuatro de cada diez conductores de la capital dan positivo en drogas

La Policía Municipal de Madrid alerta de este peligroso incremento registrado en los últimos meses

F. Javier Barroso
Un conductor realiza la prueba de alcoholemia en el túnel del paseo de la Castellana.
Un conductor realiza la prueba de alcoholemia en el túnel del paseo de la Castellana.VÍCTOR SAINZ

El consumo de drogas entre los conductores de la capital está creciendo de manera preocupante en los últimos meses. Cuatro de cada diez pruebas realizadas por la Policía Municipal desde que comenzó el año han dado positivas. Algunas de ellas han arrojado la ingesta de varias sustancias estupefacientes a la vez. Los responsables policiales creen que existe aún mucha permisividad. A eso se une que los consumidores mantienen la creencia errónea de que no van a ser detectados ni que les afecta durante la conducción. La multa supone 1.000 euros y la retirada de seis puntos del carné.

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La Policía Municipal realizó durante el año pasado 1.434 pruebas de drogas, de las que 439 dieron positivas. Esto representa que tres de cada diez conductores había consumido algún tipo de estupefaciente. Seis se negaron a hacerla. Estos datos se han disparado en los tres primeros meses de 2018. De los 118 exámenes efectuados hasta la fecha, 54 han sido positivas (un 45%). “Mientras las pruebas de alcoholemia están más o menos estabilizadas en un 3% o en un 4%, las drogas están creciendo de manera muy alarmante”, explican fuentes de Tráfico de la Policía Municipal.

Los controles policiales se montan durante los fines de semana en grandes vías de la capital. A veces incluso se corta la M-30 en ambos sentidos de madrugada. En estos casos se moviliza hasta un centenar de agentes. “Antes, hacíamos una selección de los conductores a los que parábamos, pero decidimos no centrarnos tantos en un perfil determinado y los resultados siguen siendo igual de altos”, reconocen algunos integrantes de la Unidad de Tráfico.

La prueba de drogas consiste en mojar una pieza de plástico que tiene un pequeño saliente de celulosa. El conductor se introduce esta parte en la boca y la impregna de saliva hasta que una pequeña marca se vuelve azul. Eso supone que ya tiene suficiente saliva para realizar la prueba. El plástico se introduce en una máquina que en cuestión de cuatro o cinco minutos analiza la presencia de cinco sustancias: cocaína, opiáceos, THC (o tetrahidrocannabinol, el principio psicoactivo del cannabis), metanfetaminas y anfetaminas.

Si el conductor da positivo en una o más drogas, se practica un contra análisis. Se toma una nueva muestra de saliva en una torunda. Se precinta y se manda a un laboratorio para que determine si se ha drogado y que cantidad había en sangre. Hasta no tener ese resultado de contraste, la sanción no se hace efectiva. “La gente se piensa se cree que hacemos estos controles con afán recaudatorio, pero es falso. Solo la pieza de plástico para hacer la primera prueba cuesta 27 euros. Si da positivo, la torunda y el análisis en el laboratorio valen unos 105 euros”, añade un mando de Tráfico.

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Positivo en dos drogas en el aparato que mide la presencia de estupefacientes.
Positivo en dos drogas en el aparato que mide la presencia de estupefacientes.Víctor Sainz

Los policías instalan los controles en grandes avenidas de la capital con gran afluencia de tráfico y su ubicación va cambiando a lo largo de la noche para evitar que los conductores se avisen entre sí. Los positivos en drogas dan desde primera hora. “Antes se daban más de madrugada, cuando la gente regresaba de fiesta, pero ahora nos encontramos a cualquier hora”, describe el mando policial.

A los cinco minutos

El primer punto en el que se instaló el control el pasado 23 de marzo y al que acudió EL PAÍS fue el paseo del Prado, a las 23.30. A los cinco minutos de iniciarlo, un vecino de Fuenlabrada que iba a trabajar dio positivo en cocaína. El infractor no paraba de insistir en que el resultado era falso. Mantenía que la noche anterior había salido de fiesta y que entonces sí había consumido la droga. “Es la excusa que estamos hartos de oír. Al dar tan claro, la ha tomado hoy e incluso antes de ponerse al volante”, explica el oficial de policía. “La gente no está concienciada. El 43% de los 589 conductores fallecidos en 2016 dieron presencia de alcohol, drogas o psicofármacos en sangre. Esto es muy grave”, añade.

El conductor tuvo que llamar a una amiga para que se hiciera cargo del coche. En caso contrario, se lo lleva la grúa municipal, lo que supone otros 200 euros más de gastos. El segundo positivo tardó tan solo media hora. El portero de una discoteca de la glorieta de Bilbao y empleado de una empresa de seguridad también dio positivo en cocaína: “Es imposible que dé positivo porque no he tomado nada. Tan solo he estado durmiendo cuando he vuelto de trabajar”. Los agentes, que ya han vivido esta situación muchas veces, no se sorprendían. “Está muy nervioso, con gran agitación, tiene las pupilas muy dilatadas y no termina bien las frases. Con todo eso, ¿aún se empeña en decirnos que no ha consumido?”, relataban los agentes.

El siguiente punto de control fue el túnel de la plaza de Castilla a partir de las tres de la madrugada. Óscar, un conductor de 20 años y con solo siete meses de antigüedad en el carné de conducir, fue el siguiente positivo en cocaína y THC. “Ayer salí de fiesta y me metí una raya y suelo fumar tres o cuatro porros al día. Pero bueno hoy he tenido mala suerte y me han pillado. Si coges el coche, sabes a lo que te arriesgas. Eso sí, yo controlo al volante”, se justificaba este vecino de Sanchinarro y repartidor de sushi. Su forma de actuar le va a suponer 1.000 euros (500 si paga en periodo voluntario) y seis puntos del recién estrenado carné. “Pues no podré salir a ningún lado y se acabaron las fiestas”, reconocía Óscar.

La negativa a hacer la prueba sale más cara

La mayoría de los conductores desconoce que negarse a hacer la prueba de drogas o alcoholemia tiene consecuencias mucho más graves que el dar positivo en la misma, salvo que se vean implicados en un accidente.

Así le ocurrió a un conductor que arrojaba 0,46 mililitros de alcohol en sangre (la tasa está en 0,25) en la primera prueba una alcoholemia. Cuando se la repitieron dentro de la furgoneta policial, el infractor la hizo mal en siete ocasiones. Los agentes le informaron de que iba a cometer un delito. De poco le sirvió. En lugar de una sanción de 500 euros y cuatro puntos, ahora se enfrenta a una pena que le puede suponer hasta un año de prisión y la retirada del carné de conducir entre uno y cuatro años.

Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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