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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De primaveras y cruces

Llegados al borde del precipicio, algunos creen que ha llegado el momento de dar un firme paso al frente

Pere Vilanova
Cruces amarillas en una playa de Cadaqués.
Cruces amarillas en una playa de Cadaqués.Andreu Puig / EPA

Esta Semana Santa nos ha mostrado varios acontecimientos dignos de mención. Por una parte, parece haber ido cuajando la expresión “primavera catalana”, cosa que ha suscitado un lógico interés, al menos a quien esto suscribe. Descartado que la consigna pueda vincularse de un modo u otro al Festival Primavera Sound, o al verso de la canción Cara Al Sol que dice “volverá a reír la primavera que por tierra y mar se espera..”, quedan pocas opciones. Una, la primera cronológicamente hablando, está cumpliendo estos días cincuenta años, aquí sólo la recuerdan algunos estudiosos o nostálgicos, y allí los supervivientes de quienes la vivieron en el país que entonces se llamaba Checoslovaquia. Merece un recordatorio, pues fue uno de los más claros intentos (fallidos) de reformar desde dentro un sistema político de tipo soviético.

Antes, la “reforma desde dentro” intentada en Hungría en octubre de 1956, acabó con la dura represión de dicho intento a cargo de los tanques soviéticos. Después de 1968, podemos contabilizar la tentativa polaca de 1981, bajo el impulso y liderazgo del sindicato paralelo (al oficial y obligatorio) Solidaridad, fundado por gente de la talla de Walesa, Kuron, Michnik y otros. La primavera de Praga, iniciada en enero de ese año de gloria que fue 1968, se adentró bajo la dirección de Dubcek en una experiencia que muy pronto se llamó “el socialismo de rostro humano”, en abril de ese año el Partido Comunista checoslovaco la apoyó por unanimidad de su comité central. A Breznev y la cohorte de dinosaurios que gobernaban en el Kremlin el experimento no les gustó nada de nada, y la noche del 20 al 21 de agosto entraron en el país varios miles de tanques y tropas de la URSS y el Pacto de Varsovia. Fin del experimento primaveral.

A otra referencia, mucho más reciente, pudiera ser la de las llamadas “primaveras árabes”, que se iniciaron en enero de 2011 en una cadena sin precedentes de revueltas sociales que cruzó el mundo árabe de punta a punta, con escasas excepciones. Aquello suscitó grandes esperanzas y no pocos interrogantes, pero las esperanzas ya se han apagado, y los interrogantes han tenido respuestas contundentes. Sólo en Túnez, a día de hoy, sobrevive (no sin sobresaltos) la expectativa de consolidar una transición democrática real. En el resto de países árabes, los desastres están a la vista. Reformas muy limitadas desde el poder, como en Marruecos o Jordania, o guerras civiles, caos y destrucción, como en Libia, Yemen o Siria, pasando por una etapa de represión de las revueltas y vuelta a la casilla cero de la dictadura militar, como en Egipto.

Y aquí se nos acaban las referencias primaverales. Las referencias a la “primavera catalana” son de una total irresponsabilidad, y una vergüenza, acompañadas de consignas tipo “se ha acabado la revolución de las sonrisas”, y varios etcéteras. Por ello fue todavía más chocante lo del día 1 de abril, cuando varias playas catalanas amanecieron con una miríada de cruces amarillas cada una de ellas con los eslóganes al uso. Incluso pudimos oír (en la de Port de la Selva) algún comentario del tipo “parece el desembarco de Normandía”, o “como performance no está mal”. Da igual, a las 13.00, la fuerte tramuntanada y la hora de comer dieron por terminado el evento.

Pero la cosa no acabó aquí, llevaron el asunto a Argelès, en el lado francés de la frontera. Siniestro guiño múltiple a “esto no ha cambiado desde 1939”, “los presos de Argelès eran catalanes (¿solo?)” y “nuestra lucha actual continúa la de ellos, los exiliados de ahora enlazan con los de entonces”.

Ya está bien, quienes tuvimos familiares (de primer grado) en Argelès, Saint Cyprien o Agde, que a veces tardaron dos años en salir del campo para escapar de los nazis con lo puesto —literalmente, una camisa y un pantalón donativo de la ONG norteamericana Cuaqueros— sentimos esta farsa como una ofensa personal y colectiva. Pero esto no es muy distinto de lo de la expo en la Carcel Modelo, donde al parecer no hubo presos anarquistas, socialistas ni, sobre todo, comunistas. Estamos ante otra versión del Fin de la Historia, los frames, “marcos mentales” y otros “relatos” nos la están reescribiendo. No parece que estos chicas y chicos cuya máxima heroicidad de la semana pasada fue levantar barreras en la AP7 se paren en detalles tan nimios. Llegados al borde del precipicio, algunos creen que ha llegado el momento de dar un firme paso al frente.

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Pere Vilanova es catedrático de Ciencia Política (UB)

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