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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hogar plaza Catalunya

Independentistas y sintecho acampan en los bordes de esta plaza rara desde hace dos meses

Acampadas en la plaza de Catalunya de Barcelona.
Acampadas en la plaza de Catalunya de Barcelona.Albert Garcia

Es una plaza de mala reputación urbanística. No es un lugar sino un distribuidor del tráfico rodado y peatonal, no ha conseguido ser un espacio con personalidad propia, sirve para cruzarla a pie y para evitarla. Son las críticas recurrentes a la plaza de Catalunya, desde sus inicios. La primera vez que llegas, no dirías que es una plaza. La buscas y al final dices, ah, es esto. Pregunten a cualquier visitante. Luego, te acostumbras. Los niños y sus familiares agradecen el círculo central incluso ahora que ya nadie da pan a las palomas, de acuerdo, sí; pero cada vez menos. Solo faltó ese monumento cerca de las Ramblas que tenía que ser de láser y finalmente es esa extraña escalera incomprensible en la que se sientan los emigrantes. Deslavazada, abierta por todas partes, la plaza es feúcha.

Pero no es solo así. Tiene sus secretos. Justo lo que los cánones de hace un siglo consideran su inconsistencia urbana la mantiene viva, muy viva. No tiene empaque sino algo recóndito: los vulnerables la usan. Desde hace dos meses, aquí conviven dos acampadas de día y de noche. Hay bastantes tiendas de campaña y un número variable de personas. Bordean la plaza y viven aquí.

No cambia la plaza, cambian los grupos que acoge y sus protestas. Los primeros en acampar este año han sido los independentistas que promueven la república catalana. Llevan sesenta y cinco jornadas. Están delante de la que fue la sede de Banesto y tienen tras ellos las estatuas de Clarà, a las que han colgado una bandera estelada a una y la bandera negra de los micalets a otra de las mujeres de piedra que se alzan en la plaza. Al cabo de unas dos semanas, tuvieron compañía. Unos cuantos sintecho vieron que había espacio para todos y plantaron sus tiendas a uno y otro lado de los republicanos. Los emigrantes, sin tiendas, están desde siempre y se colocan por la parte del acceso al Portal de l’Àngel. Indepes, sintechos, emigrantes. Más variedad podría haber pero esta ya es bastante fecunda. Si te fijas.

La plaza permite, discreta, la cohabitación, por el cobijo que dan el césped y los bancos bajo los árboles. Me acerco y charlo un poco con unos y otros. Los indepes tienen ganas de hablar con quien quiera escuchar sus razones. Pueden hacerlo también en francés y en inglés, por supuesto que en castellano también. Cuando me atienden, debo insistir que no hace falta que me lo cuenten todo desde el principio, que más o menos ya sé de qué va. Su iniciativa no responde a ningún partido ni entidad, el hombre que me lo explica cuenta que la idea salió del parque de la Ciutadella cuando no les dejaron plantarse delante del Parlament. No logro entender de quién fue la idea, pero no insisto. Una muchacha negra está escribiendo algo en la mesa de al lado, rodeada de pegatinas y lazos amarillos. En otra mesa, dos señoras venden lo que han fabricado pacientemente: bufandas, lazos grandes y pequeños, banderas, y también chapas (que no hacen ellas, claro). Es la Acampada República. Un cartel informa que se puede seguir por Facebook, Telegram y Twitter. Congregan a bastantes personas y llevan a cabo actividades, según los voluntarios que se suman con su música, teatro, idea o habilidad, informa otro cartel.

Un grupo de mujeres con la cabeza cubierta y niños ocupa un banco al lado. Detrás de ellas, más tiendas de campaña. Un cartel: Sin mujeres no hay revolución, y una pancarta: Democracia real. No, ellas no tienen nada que ver, solo están pasando el rato en el banco. Más allá, un grupo charla sobre la hierba. Sí, las tiendas son suyas. Son sintecho. Tres mil personas duermen en las calles de Barcelona, me informan. O sea que no se lo pensaron mucho y prefieren estar aquí. Llevan seis semanas y estarán lo que puedan. Como los independentistas, también se acogen a los derechos humanos. No parecen activistas, pero tampoco los indepes. Son distintos. No, no hay un look único de acampados 2018.

Otros barceloneses, viajeros y turistas ocupan el centro, lo cruzan y se hacen fotos sin advertir que detrás tienen a los acampados, un paisaje urbano más. Una ciudad, al cabo, es sus conflictos. Las acampadas han encontrado refugio aquí por ser la plaza como es, abierta. Es una ocupación distinta a la del 15-M y espero que no termine con los mossos dando leña como entonces. La plaza de Catalunya, denostada, rara y casi siempre discreta, es también una suerte de Hyde Park Corner barcelonés, un lugar de expresión. Que nadie diga que no es un lugar. Es incluso un hogar.

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Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF.

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