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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La democracia siempre gana

Para Puigdemont, el mensaje del 21-D era que él debía ser "restituido" como presidente de la Generalitat, a pesar de haber perdido las elecciones frente a Ciudadanos y de haber obtenido un modesto 21,7% de los votos

Albert Branchadell
Puigdemont en su conferencia en Copenhague.
Puigdemont en su conferencia en Copenhague.Tarik Mikkel Khan (Efe)

En su famosa conferencia de Copenhague, Carles Puigdemont explicó a los daneses y al mundo en general que en las elecciones del 21 de diciembre "el pueblo catalán envió un mensaje". ¿Cuál era el mensaje? Para Puigdemont, el mensaje era que él debía ser "restituido" como presidente de la Generalitat, a pesar de haber perdido las elecciones frente a Ciudadanos y a pesar de haber obtenido un modesto 21,7% de los votos. Y que su deber era retomar la senda unilateral a la independencia, a pesar de los amplios recelos que la unilateralidad provoca entre sus propias huestes, como se está viendo estos días de renqueantes negociaciones para una investidura imposible.

Es verdad: el bloque independentista obtuvo la mayoría absoluta. En un parlamento de 135 escaños tener 68 o más (y el bloque tiene 70) da la mayoría absoluta. Pero también es verdad que detrás de la mayoría absoluta de escaños no hay una mayoría absoluta de votos. Esa -y no la desbocada represión, o la reiterada incomprensión europea- es la mayor debilidad del bloque independentista.

En Copenhague Puigdemont también dijo aquello de que Cataluña aspira a ser la Dinamarca del sur. La paradoja es que Puigdemont dijo lo que dijo en un país donde rige un sistema electoral con el que bloque independentista no hubiera obtenido la mayoría absoluta de escaños. En términos comparativos, Dinamarca tiene uno de los sistemas electorales más proporcionales del planeta. En las últimas elecciones parlamentarias (18 de junio de 2015), la lista más votada -Socialdemócratas- obtuvo el 26,3% de los votos y se llevó el 26,9% de los escaños; al Partido Popular danés el 21,1% de los votos le reportó el 21,1% de los escaños. Etcétera. En contraste, en las elecciones catalanas del 21 de diciembre el bloque formado por JxCat, ERC y la CUP se llevó el 51,9% de los escaños con el 47,5% de los sufragios.

Puigdemont nunca ha dicho que Cataluña aspire a ser la Bélgica del sur -Artur Mas sí que hablaba de la Holanda sureña- pero en cualquier caso lo cierto es que el sistema electoral del país donde reside actualmente también pondría en aprietos su mayoría absoluta independentista. De hecho, es la propia Constitución belga la que establece una norma que, de aplicarse en Cataluña, daría al traste con esa mayoría absoluta. Se trata de la asignación de escaños a las circunscripciones electorales. En Bélgica, el número de escaños de cada distrito es estrictamente proporcional a su población: esa cifra corresponde al resultado de dividir el número de habitantes de cada circunscripción por el llamado "divisor federal", que se obtiene a su vez dividiendo la población del país por el número total de escaños. Aplicado a Cataluña esto significaría que a Barcelona le tocarían 100 escaños (en lugar de los 85 actuales), a Tarragona 14 (en lugar de 18), a Girona 13 (en lugar de 17) y a Lleida 8 (en lugar de 15). Con este reparto, y sin tocar nada más, las elecciones del 21 de diciembre habrían arrojado un resultado sensiblemente diferente: Ciudadanos, los comunes, la CUP y el PP se habrían quedado igual, pero el PSC le habría arañado un diputado a ERC y dos a Junts per Catalunya. En otras palabras: con 67 escaños, el bloque independentista se habría quedado por debajo de la mayoría absoluta. El bloque seguiría teniendo un porcentaje de escaños (49,6) más elevado que de votos (47,5) pero Puigdemont ya no podría ir por Europa diciendo que el 21-D el pueblo catalán "envió un mensaje".

El argumento para perpetuar la sobrerrepresentación de las provincias de Tarragona, Girona y especialmente Lleida es que hay que conciliar la proporcionalidad con la representación territorial. A ese argumento pueden oponerse dos hechos. En primer lugar, como demuestran los estudios realizados sobre el caso danés precisamente, la proporcionalidad no está reñida con la representación territorial. En segundo lugar, el sistema electoral catalán no garantiza en la práctica la representación territorial. Ahora mismo la provincia de Lleida tiene 15 representantes en el Parlamento catalán, pero basta comprobar dónde residen para darse cuenta de que hay territorios muy extensos -como les Garrigues, el Pallars Jussà o la Segarra- que no tienen voz directa en la cámara. A la vista de nuestra simulación, no es extraño que en los programas electorales todos los partidos hablen de mejorar la proporcionalidad del sistema electoral excepto… JxCat, ERC y la CUP. Al parecer, los partidos republicanos creen que la democracia siempre gana solo si el sistema electoral sopla a su favor.

Albert Branchadell es profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la UAB.

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