¿A qué espera Esquerra?
Si ERC tomara la iniciativa de presentar un candidato propio a la Generalitat ganaría en respetabilidad
Desde el 21 de diciembre, el día de las últimas elecciones catalanas, el independentismo está preso del “síndrome Puigdemont”.
Ciertamente, la lista de Junts pel Si, encabezada por el fugitivo de Bruselas, obtuvo 10.000 votos y 2 diputados más que ERC. Sin duda Puigdemont ganó, es más, gracias a su audacia, el PDeCAT no sufrió una derrota histórica pero, también sin duda, ganó por poco, por una muy pequeña diferencia. ¿Esta victoria mínima justifica que se haya convertido en el mandamás indiscutido del bloque independentista y ERC sea simplemente un acólito, un manso corderito que sólo está a la espera de lo que Puigdemont ordene?
Esta es la impresión que se está dando. Desde Bruselas, el expresidente manda y manda mucho: sin cruzar la frontera debe ser el próximo presidente o él debe ser quien lo designe. Nadie le discute eso, ni siquiera la máxima dirigente de su partido, Marta Pascal, desaparecida en combate. Sólo se le ruega a Puigdemont, con todos los respetos, que no impida la formación de un gobierno viable, el que quiera, pero que no se demore mucho en hacer la propuesta. Más miramientos, imposible. Ahora bien, ni por esas. ¿Su pírrica victoria frente a Esquerra merece tantas contemplaciones?
Creo que los dirigentes republicanos se están equivocando. Esta sensación de que necesitan el permiso de Puigdemont para dar cualquier paso compromete su dignidad y la de su partido. El viaje a Bruselas del Presidente del Parlament para rendir pleitesía al autodenominado “Presidente legítimo” fue un gesto que rebaja la dignidad de la institución que preside. Puigdemont debía muy probablemente ser llamado a consulta pero no debía desplazarse a Bruselas. El viejo Tarradellas se hubiera escandalizado de tan escaso sentido institucional.
Tantos complejos realzan cada vez más la figura de quien se llama a sí mismo exiliado cuando en realidad es un prófugo de la justicia que no quiere hacer frente a sus responsabilidades. No sé si se dan cuenta los republicanos de su debilidad frente a Puigdemont. Les falta determinación, deben liberarse de sus complejos y hacer valer sus votos y su trayectoria histórica. Al fin y al cabo, es el único partido, con la excepción no comparable de la CUP, que ha sostenido en solitario la independencia en tiempos difíciles. No deben pedir permiso a nadie si de verdad toman decisiones en defensa de lo que ellos creen mejor para Cataluña.
No se debe ocultar, sin embargo, que los republicanos corren ciertos riesgos si plantan cara a Puigdemont. Éste puede activar a sus bases, a la ANC, para que en la calle y en la red muestren su rechazo, les llamen traidores por plegarse al artículo 155 y abandonar al “presidente legítimo”. Al fin y al cabo, es lo que hizo Junqueras justo el día que Puigdemont quería convocar elecciones y así eludir que el Gobierno activase dicho artículo. Ahí los republicanos estaban justo en una posición contraria a la actual, también Puigdemont y los suyos que pretendían evitar que el conflicto se agudizara.
Ahora las tornas han cambiado: Puigdemont es el extremista y Junqueras el moderado. Pero este último no termina de dar el paso definitivo. Si lo diera, es decir, si ERC tomara la iniciativa de presentar un candidato propio a la Presidencia de la Generalitat y Roger Torrent convocara de una vez la sesión de investidura, sin duda ganaría en respetabilidad y se presentaría ante la opinión pública como un partido de gobierno responsable. No sé si sería así en el futuro pero esta sería la imagen actual. Bastaría, además, con algunos votos discrepantes de Junts pel Si, que los hay, para que esta iniciativa tuviera éxito, no me cabe duda alguna que los Comunes colaborarían con una abstención e, incluso, los mismos socialistas podrían dar señales de acercamiento. Pero la falta de decisión republicana lo impide.
Además, es posible que en esta lucha se esté dirimiendo una larga batalla estratégica por la hegemonía en el seno del independentismo. Por su estilo, coraje y determinación, el “exiliado de Bruselas” se está convirtiendo en el posible líder de un futuro partido que unifique a todo el independentismo, al modo de los partidos nacionalistas de Quebec y Escocia. ¿Es esto lo que desea ERC, lo que pretende con su pasividad el indeciso Junqueras? Si no es así, ¿a qué espera ERC para presentar un candidato?
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