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El blues renace en Carabanchel

Doscientos alumnos reciben clase en una escuela de barrio e improvisan en locales de la región

El profesor Edu Della Rossa y  el director de la escuela Jose Luis Pardo.
El profesor Edu Della Rossa y el director de la escuela Jose Luis Pardo. © LUIS SEVILLANO (EL PAÍS)

"My heart has been broken, and all of my love's vain". La crudeza melancólica de la letra All my love in vain de Sonny Boy Williamson II cuelga sobre la pared de uno de los locales de La Escuela de Blues de Madrid, ubicada en el barrio de Carabanchel. Una canción trémula que simboliza del estilo norteamericano de los doce compases. En la capital, un nutrido grupo de músicos lo promueve a través de este centro, fundado en 2011 y que cuenta con unos 200 alumnos que reciben clases de guitarra, armónica o batería de la centenaria música norteamericana.

"El género parece limitado, pero es un mundo", asevera el argentino José Luis Pardo, fundador y director de la academia. Este guitarrista autodidacta llegó de su tierra en 2008 y acompañado de Los Mojo Workers se subió a escenarios de la capital hasta formar un séquito de músicos ávidos de un local donde reunirse y compartir su pasión por el blues. "En Buenos Aires ya existía un proyecto similar", recuerda el músico.

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El proyecto arrancó en uno de los locales de ensayo del Observatorio Musical, en el mismo barrio donde ahora se ubican, mientras el piso del fundador servía como recepción de estudiantes. En 2014 dieron el salto: se mudaron a un establecimiento de 220 metros cuadrados, con seis aulas y tres locales de ensayo. Once profesores se reparten las clases todos los días de la semana desde las nueve de la mañana hasta las diez y media de la noche y enseñan a tocar hasta nueve instrumentos, incluyendo la trompeta, la voz, el trombón, el bajo o el piano.

La madrileña Carolina Alós es alumna de canto desde el pasado septiembre. "Me gusta la música negra; me vuelven loca Nina Simone o Etta James", señala. Alós acudió previamente a clases con profesores canto lírico, pero no conectó del mismo modo: "Me gusta la improvisación y los giros que tiene el blues y la técnica es muy diferente: este género me permite liberar la voz, improvisar y soltar emoción", concluye.

"Es el es estilo más fácil de tocar mal; es sencillo pero complejo", explica el profesor de guitarra Eduardo Della-Sera. El instructor argentino lleva seis meses impartiendo clases y recuerda que es un lenguaje que "se puede aprender", pero que a la hora de tocarlo requiere "veracidad". "Es casi meditativo, cuando uno está tocando ha de perder la consciencia y disfrutar sin saber quién es ni donde está. En el momento que hay control se pierde la conexión con la música", reflexiona.

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"La escuela es como un club donde te cruzas con gente con los mismos gustos y eso no tiene precio", dice el estudiante Miguel Panchón, que ha recibido lecciones de voz, saxo, guitarra y armónica en casi cuatro años. De hecho, los grupos The Water Blues Boys o The Sinners nacieron los encuentros entre alumnos. "Para Panchón, el blues abarca mucho, pero "si pones el zoom empiezas a adquirir los detalles". "Cuando logras hacer una frase bonita te embarga la emoción; con tres notas puedes hacer mucho", sostiene.

El método de los profesores se basa en la práctica que se conjuga con cuatro jam sessions semanales en diferentes garitos de la capital y con improvisaciones junto a invitados del calibre del bluesman del Misisipi Dave Riley o el pianista Kenny Blues Boss Wayne. "Impartimos estilos como el West Coast, el de Texas o Country blues, aunque gran parte del cancionero popular que hay que conocer procede de Chicago", detalla el director. La matrícula cuesta 50 euros: cuatro horas mensuales de clases particulares 135 euros, tres horas 110 y dos horas 85. Además ofrecen lecciones grupales y al menos tres cursos intensivos de fin de semana al año.

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