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El complejo tránsito a la vida adulta de adolescentes con trastornos mentales graves

Solo en el 52,6% de los pacientes psquiátricos graves se garantiza la continuidad del centro de salud mental infantojuvenil (CSMIJ) al de adultos.

Jessica Mouzo
Fachada de Cal Muns, que acoge un centro de salud mental infantil y otro de adultos.
Fachada de Cal Muns, que acoge un centro de salud mental infantil y otro de adultos. Cristóbal Castro

La atención sanitaria a los adolescentes con trastornos mentales graves se complica durante su tránsito a la vida adulta. De hecho, casi la mitad de los jóvenes con problemas psiquiátricos graves, como autismo o psicosis, desaparecen del sistema sanitario cuando son derivados del centro de salud mental infantil al de adultos. Los médicos lo achacan, entre otras cosas, al cambio de terapeutas, a las distintas dinámicas de atención en estos dispositivos y al estigma.

Según un informe del Departamento de Salud, solo en el 52,6% de los pacientes con trastorno mental grave se garantiza la continuidad del centro de salud mental infantojuvenil (CSMIJ) al de adultos. Esto significa que, en 2016, la sanidad catalana perdió alrededor de 4.400 pacientes psiquiátricos adolescentes durante la transición al sistema de adultos. “Es un problema y hay que intervenir”, admite Cristina Molina, responsable del Plan Director de Salud Mental del Departamento de Salud.

Molina ha puesto en marcha un grupo de trabajo para estudiar este fenómeno que “se observa a nivel internacional”. “Hay una franja crítica de 14 a 25 años que cuesta que vayan al sistema sanitario. Peo además,  influye que cambia el servicio y hay un tema de estigma en relación con estos centros”, resume la directora del Plan de Salud Mental. Coincide el doctor Josep Cañete, director de Salud Mental del Consorcio Sanitario del Maresme: “El estigma juega un papel porque el tipo de población que ven en el CSMA es diferente al del CSMIJ, por ejemplo. Y el cambio de dispositivo es un cambio de dinámicas: en el CSMIJ, las relaciones son más estrechas con los padres y se incide más en la parte psicológica, unas cuestiones que por la idiosincrasia de los adultos, en el CSMA no pasa”. 

Los psiquiatras destacan que este fenómeno sucede sobre todo en jóvenes con trastornos como el autismo, la psicosis o la esquizofrenia. “El hecho de no estar vinculado a los servicios puede provocar una mala evolución del trastorno. Dentro de la psicosis, por ejemplo, el no estar vinculado a los servicios, puede generar que el paciente deje el tratamiento y se quede encerrado en su casa”, avisa Montse Pàmies, vicepresidenta de la Sociedad Catalana de Psiquiatría Infantojuvenil de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña. Otras patologías como la depresión generan más adherencia al sistema por el malestar que generan, dicen los expertos, y algunos trastornos mentales, como el déficit de atención e hiperactividad, en la edad adulta son atendidos en atención primaria. "Donde hay mayor pérdida de seguimiento y vinculación al sistema es en enfermedades donde cuesta que el paciente asuma el trastorno, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar. El paciente no cree estar enfermo y es más difícil", agrega Cañete.

Servicios de transición

Los expertos abogan por crear servicios específicos de transición para atraer este nicho de pacientes. “Hay consenso clínico en la necesidad de hacer un trabajo diferencial cuando hablamos de adolescentes o adultos jóvenes. Apostamos por equipos conjuntos territoriales y articular la organización de los servicios para hacerlos más atractivos a los jóvenes”, apunta Molina. En esta línea, Pàmies asegura que "lo ideal" sería que el paciente hiciese las primeras visitas de transición con el psiquiatra infantil y el de adulto, para crear el vínculo terapéutico con el nuevo servicio.

En este sentido, el Departamento y los proveedores de salud mental ya han desplegado algunas iniciativas para reforzar la continuidad asistencial. Por ejemplo, el programa de atención a la psicosis incipiente que se está desplegando en todo el territorio. "Es un programa transversal con equipos conjuntos para población joven de 14 a 35 años, para cuando aparecen los primeros síntomas o factores de riesgo en estas edades. Son intervenciones más proactivas en el entorno familiar, escolar, etc.", explica Molina. En el CSMIJ de Mataró, que es uno de los que retiene, según el informe de Salud, al menor número de chavales, también han tomado medidas. "Tenemos un programa para acompañar en este tránsito. Intervienen el psiquiatra de adultos y el infantil en las primeras visitas y luego, hasta los 24 años, tienen un psicólogo y un psiquiatra referente de adultos pero con más experiencia en la adolescencia", sostiene Cañete.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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