López Barrio: “A las mujeres aún nos falta ganar libertad emocional”
La escritora madrileña persiste en el retrato de luchadoras a contracorriente en ‘Niebla en Tánger’, finalista del Planeta
No parece que le hayan ido mal las cosas en la vida a Cristina López Barrio (Madrid, 1970) pues ha cumplido el sueño de esa niña de 10 años que fue que ya componía poemas y cuentos y que de mayor quería ser escritora, realidad a la que el pasado domingo le ponía lazo quedando finalista del 66º premio Planeta (150.250 euros) con Niebla en Tánger. Y eso, a pesar de que, para disgusto paterno, plantó su carrera en segundo de Derecho para dedicarse a escribir sin mucho futuro. “Me presenté incluso a un premio, el Joven y Brillante se llamaba; perdí y eso me devolvió al redil”, recuerda la hoy abogado.
Aún con todo, hay alguna sombra en su rostro, como si hubieran hecho mella interior el desgaste por las batallas que libran la mayoría de las protagonistas de sus hasta ahora cuatro novelas. También la finalista, donde Flora Gascón, monótona vida de esposa, amanece sin su amante ocasional, del que solo queda una novela que olvidó en la mesilla y que, con las pesquisas, ella descubrirá que va reproduciendo la vida del amante efímero, al que intentará buscar. “No, Flora no sufre de desamor, como tampoco lo hacían las mujeres de la saga que protagonizaban las de La casa de los amores imposibles”, aclara López Barrio. Con aquella, quien empezó publicando un libro juvenil (El hombre que se mareaba con la rotación de la Tierra), debutaba en la narrativa adulta, con mejor pie imposible: traducciones a 15 idiomas acumula una obra cuyo propuesta era “un viaje al mal del odio, cómo ese sentimiento puede arruinar tu vida”.
El cielo en un infierno cabe (2013, vida de una monja acusada de hechicería por la Inquisición en 1625) y Tierra de brumas (2015, la chocante realidad familiar que descubre la huérfana Valentina tras caer bajo la égida de una abuela desconocida), junto a los relatos de El reloj del mundo (2012), conforman un tríptico donde las féminas “van a contracorriente, luchan y salen por ellas mismas, si bien siempre queda un poso de tristeza final, una vida personal que te marca”.
Flora sería un ejemplo de lo que, en opinión de López Barrio, “aún es frecuente entre las mujeres españolas”, esa vida de “incómoda comodidad, de no querer decepcionar a los otros”. Algo que, sociológicamente, cree que es extrapolable a la situación de una buena mayoría de hombres, que viven “una vida de callada desesperación, es una insatisfacción que va más allá de lo femenino”, dice, alejando así la posibilidad de que su obra sea etiquetada sólo como lectura para mujeres… “Flora no es capaz de vivir como como desea vivir; en eso hemos avanzado mucho en nuestro país desde que las mujeres han ganado independencia económica, pero es evidente que también nos falta aún ganar libertad emocional”.
Tánger, donde López Barrio regresó hace poco tras haberla visitado cuando tenía 20 años (“fui con una amiga y fue mi primer viaje sin padres; todo me fascinaba”), funciona como “ideal, es un estado de ánimo; todos tenemos nuestro Tánger”. Dice la autora que Niebla en Tánger fue, desde que la tenía en la cabeza, “una historia alimaña, como decía Julio Cortázar: un fuego lento que me consumía hasta que no terminé de escribirla… te das cuenta de que estás en la rueda del hámster, de la que no sales hasta ese viaje emocional en que vuelves a encontrarte con un mínimo para ser coherente contigo mismo”. Ella parece que lo intenta.
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