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“¡Fuera las fuerzas de ocupación!”

El independentismo catalán consolida la idea de España como algo ajeno, lejano y, para algunos, odiado

Un manifestante sostiene una pancarta en una de las protestas de Barcelona.Foto: atlas | Vídeo: LLUIS GENE (AFP) / ATLAS

Esta vez la convocatoria respondía a las intervenciones policiales del pasado domingo. El trasfondo, sin embargo, volvió a ser el mismo: romper con España.

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Miles de personas, convocadas por estudiantes universitarios, desfilaron por la Gran Via de Barcelona este martes. La violencia no llegó a ser explícita (aunque se vivieron puntuales momentos de tensión cuando periodistas de La Sexta fueron increpados por manifestantes), pero cada día que pasa cristaliza en la Cataluña independentista la idea de España como algo ajeno. Como una interferencia a eliminar, en lugar de como el Estado al que pertenecen.

La percepción volvió a relucir ayer. La autoridad y la ley son dibujadas como el enemigo. La consigna más exitosa fue “fuera las fuerzas de ocupación”, refiriéndose quienes las gritaban a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, que siguen desplegados en Cataluña. También un eslogan asociado a la CUP se convirtió ayer en hit: “Las calles serán siempre nuestras”. Hasta empleados de un importante banco -traje y corbata- corearon por la mañana la consigna más zurda del independentismo.

De las miles de personas que desfilaron por las calles barcelonesas ayer, la mayoría eran estudiantes. Portaban esteladas y pancartas con todo tipo de mensajes contra el Gobierno. De cuando en cuando, como un lunar, se dejaban ver banderas españolas republicanas. E incluso algún joven portaba la constitucional a su espalda, sin que fuera increpado.

En la Jefatura de la Policía Nacional cientos de personas increparon a los agentes al grito de “asesinos”

Más crispado estaba el ambiente en la Delegación del Gobierno, donde furgonetas y decenas de agentes de la Policía Nacional, pertrechados con vallas, protegen la institución desde hace días. Un centenar de personas se concentró por la mañana frente a sus puertas increpando a los policías. “Con tanto Cara al Sol os vais a quemar”, les cantaban. Y, de nuevo, “fuera las fuerzas de ocupación”. Agentes y manifestantes estaban a solo pocos metros y los primeros aguantaron un chaparrón de insultos y consignas durante varias horas. Hasta tal punto que uno de los manifestantes llegó a gritar: “¡Vaya aguante tenéis!”.

Tras la pausa para la comida, el río humano volvió a las calles. En la Delegación del Gobierno, de nuevo, se sucedieron insultos y la prensa fue otra vez increpada: “¡Prensa española, manipuladora!”, le gritaron a varios reporteros. También hubo quien escupió. El otro punto caliente de la tarde se situó en la Jefatura de la Policía Nacional, donde cientos de personas increparon a los agentes al grito de “asesinos”. Un escrache en toda regla.

A que la violencia no esté pasando al plano físico ayuda la consigna que el independentismo tiene grabada a fuego: nada de incidentes. Los manifestantes bajan a la calle con el empeño de no dar razones al Gobierno. Ayer mismo, en un canal independentista de Telegram, circulaba un mensaje pidiendo no responder a las provocaciones de supuestos infiltrados. “Hay muchísimos, mantengamos la calma y no respondamos a nada”.

“¡La Guardia Civil son cobardes, gentuza!”

Más allá de Barcelona, la sensación de España como algo lejano, extraño y también odiado toma forma. Horas antes de las multitudinarias manifestaciones de la capital catalana, en el pequeño pueblo de Aiguaviva (Girona), sus 700 habitantes recibieron la visita de unas 3.000 personas que se concentraron en protesta por las intervenciones policiales del domingo.

La carretera que da acceso a Aiguaviva está escoltada por esteladas que ondean en cada una de las farolas que se rebasa. La plaza central del pueblo, frente al Ayuntamiento, ha sido rebautizada: la placa que pone Constitución está tachada y encima hay una pintada: “Plaza 1 de octubre”. Las banderas del Ayuntamiento -ausente la española- están a media asta desde la intervención de la Guardia Civil del pasado domingo, cuando unos 50 agentes cargaron contra los vecinos que celebraban una comida popular durante la celebración del referéndum ilegal. Varios vecinos resultaron heridos. Enric Vallpederas tiene la espalda amoratada y Neus Mases, 24 horas después, sigue tosiendo por culpa del gas pimienta. “Fue una brutalidad”, dicen.

Con ellos, en el acto (que se celebra en una pista de fútbol al aire libre), se han concentrado miles de personas. Han montado un pequeño escenario para que vecinos de otros pueblos relaten sus experiencias durante el 1-O. El ambiente es de indignación. El público, ondeando esteladas y también alguna ikurriña, interrumpe constantemente con ovaciones.

"¿A por ellos?: eso deja claro que están ellos por un lado y estamos nosotros por otro”

La voz a través de los altavoces de uno de los testimonios se refiere a España como “los de allá” y habla del vídeo en el que un grupo de vecinos despiden a la Guardia Civil en Huelva con cánticos de “a por ellos”: “Eso deja claro que están ellos por un lado y estamos nosotros por otro”. Los asistentes aplauden con fervor.

Otro vecino, micrófono en mano, llama “cobardes” a los agentes de la Guardia Civil. Después añade: “gentuza”. Y lo remata el siguiente testimonio diciendo “llegaron como rottweilers… con perdón para los perros”. De nuevo, ovación. Abajo, en el público, Enric explica: “es que nunca vanos a olvidar esto. Si ya había rechazo, imagínate después de esto…”.

Los medios de comunicación tampoco se libraron. “Lo que ha pasado lo habéis podido ver todos en la televisión… Bueno, en las catalanas, porque las de allá hacen Sálvame”, dice un vecino que hace de maestro de ceremonias y presenta a los testimonios. Risas y nuevos aplausos.

Varios vecinos más, de distintos pueblos de la provincia de Girona, relataron sus incidentes durante el referéndum. “Con estas cargas ya hemos ganado”, dice uno de ellos. “Nosotros somos un pueblo unido. Ellos no sé lo que son”. Enésima ovación, música para terminar y todos a sus casas. Unas casas que parecen estar a miles de kilómetros de España.

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