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Puigdemont tuvo que cambiar de colegio ante el desalojo

Un centenar de antidisturbios irrumpió este domingo en el centro donde el President tenía previsto votar

Guardias civiles rompen la puerta de un centro de votación en Sant Julià de Ramis (Girona)
Guardias civiles rompen la puerta de un centro de votación en Sant Julià de Ramis (Girona)Juan Medina (REUTERS)
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Medio centenar de personas, niños, adultos y ancianos, habían pasado la noche del sábado al domingo dentro del pabellón de Sant Julià de Ramis. Sobre las 0.30, para evitar la entrada de policía en el interior, cerraron la puerta principal con candado y la protegieron con un tractor. A partir de las cinco de la mañana más vecinos se fueron congregando en la entrada. Las instrucciones eran claras: “Resistencia activa pero pacífica”. Sobre las ocho y media de la mañana llegaron las urnas, procedentes de la iglesia de la localidad, según confirmó más tarde el párroco.

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La llegada de Puigdemont estaba prevista para las nueve y media. Sin embargo, ante la tensión entre vecinos y policía, y al haber quedado cerrado su colegio asignado originalmente, el president se desplazó a la localidad vecina de Cornellà del Terri y allí depositó su papeleta para participar en el referéndum ilegal de independencia.

Pasaban unos diez minutos de las nueve cuando una chica concentrada en el Sant Julià de Ramis gritó: “¡Viene la Guardia Civil!”. Aparecieron decenas de agentes del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS, los antidisturbios del cuerpo), que bajaron de una treintena de vehículos. La tensión fue en aumento cuando intentaron romper el escudo humano que formaban los vecinos, sacando a todos, uno a uno, ante las cámaras de decenas de periodistas. Algunos acabaron aporreados en el suelo o empujados. Dentro del local habían escondido las urnas.

Uno de los agentes se puso a golpear la puerta. Mazazo a mazazo, hizo añicos el cristal y accedió al interior. Los agentes desalojaron a los vecinos y a los responsables de prensa y protocolo del president. Y reventaron varias puertas hasta encontrar las urnas. “¿Esto quién lo pagará?”, preguntaban los vecinos.

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Ante la imposibilidad de volver a subir a los vehículos, rodeados por decenas de ciudadanos que les perseguían al grito de “Fuera”, “Votaremos”, “No tenemos miedo” o “Vergüenza” y cantaban Passiu-ho bé, L’Estaca y el himno de Cataluña, los agentes de la Guardia Civil se replegaron a pie durante cerca de un kilómetro. Tampoco faltaron las referencias a Piolín (el personaje de dibujos animados que ilustraba uno de los barcos en los que estuvieron alojados durante días los policías) ni los gritos de “a por ellos”.

Más tarde, Puigdemont regresó a Sant Julià para hablar con los ciudadanos que habían acudido allí a votar, y afirmó, en declaraciones a los medios: “La imagen exterior del Estado español hoy ha llegado a unas cotas de vergüenza que le acompañará para siempre”.

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