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Colau rinde homenaje a La Boqueria

La alcaldesa de Barcelona visita el icónico mercado el primer día de su apertura tras el atentado perpetrado a escasos metros de los puestos

Alfonso L. Congostrina
Ada Colau conversa ayer con un tendero de La Boqueria.
Ada Colau conversa ayer con un tendero de La Boqueria. LLUIS GENE (AFP)

El icónico mercado de La Boqueria, en el corazón de La Rambla, abrió ayer las puertas por primera vez después de que a las 16.50 del pasado jueves la furgoneta conducida por el odio de los terroristas segara la vida de 13 personas e hiriera a decenas de víctimas anónimas que paseaban por el centro de la capital catalana.

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El dolor se apoderó de la calle más internacional de Barcelona. En los pasillos del que algunos denominan el mejor mercado del mundo paseaban centenares de turistas cuando sucedieron los hechos. Se vivieron momentos de pánico. Cuando las ambulancias consiguieron evacuar a las víctimas de la barbarie de La Rambla, los pasillos del Mercado ya estaban desiertos. Los comerciantes empezaron a recoger. La furgoneta que saturó de pánico la ciudad quedó detenida sobre el Pla de l’Os, a escasos metros de La Boqueria, donde está ubicado un mosaico de Joan Miró.

Nunca en los pasillos de uno de los lugares más alegres del mundo se había hecho el silencio de esa manera. Las persianas de los puestos comenzaron a cerrarse. Los vigilantes del mercado cerraban los candados de las puertas de La Boqueria cuando los agentes de la Guardia Urbana de Barcelona, pistola en mano, accedieron al recinto y lo peinaron intentado descartar si algún terrorista se había ocultado aprovechando el laberinto de pasillos de la instalación.

Los trabajadores de comercios y restaurantes abandonaron ordenadamente sus puestos con los delantales y la ropa de trabajo puestos y lágrimas en los ojos. El inspector de la Guardia Urbana y segundo responsable del cuerpo municipal en el distrito de Ciutat Vella, David Martínez, informó el pasado viernes de que antes de las 15.00 se abrirían las estaciones de Metro y calles del centro de la ciudad. Toda Barcelona se veía obligada a regresar a la normalidad, con una única excepción: La Boqueria.

El mercado no pudo reabrir el viernes por un problema logístico. Los camiones de mercancías tenían restricciones de circulación en la zona y necesitaban reponer toneladas de alimentos, por lo que se optó por no abrirlo hasta ayer.

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La alcaldesa, Ada Colau, quiso reconocer la labor de los tenderos, que tenían el dolor grabado en sus caras. Son unas víctimas más de un ataque perpetrado en el corazón de la ciudad.

Después de firmar en el libro de condolencias habilitado en el Consistorio, Colau se trasladó hasta el mercado acompañada por la concejal de Ciutat Vella, Gala Pin, y por el segundo teniente de alcalde, Jaume Collboni. Era mediodía cuando empezaba a llover en la ciudad. La alcaldesa aparecía por la puerta principal de La Boqueria repleta de turistas ávidos de selfies, burritos precocinados y vasos con fruta cortada preparada para ser consumida al momento.

Una comitiva encabezada por Fermín Villar, presidente de la asociación Amics de la Rambla, esperaba la visita para ejercer de anfitriona.

Colau entró en un mercado que no siempre se ha mostrado muy a favor de las decisiones adoptadas por el equipo de Gobierno. Pese a ello, la alcaldesa ese topó con decenas de tenderos con ojos llorosos agradecidos por su apoyo en unos momentos tan duros.

Tras animar a un frutero de avanzada edad, Colau fue reclamada por la tendera de un puesto de helados. La trabajadora, desconsolada, se aferraba a su mano. “Lo hemos pasado muy mal. Tengo mucho miedo”, sollozaba, mientras Colau se esforzaba en animarla y consolarla.

Durante el recorrido, a la pequeña e improvisada comitiva se unieron varios concejales de Ciudadanos. Fueron muchos los que se acercaron a Colau para recordar a una antigua tendera asesinada en el atentado.

El encargado de uno de los bares explicó a la primera edil su tristeza por lo ocurrido y el pánico que vivieron tras el atentado.

Incluso los restauradores de los porches del mercado, muy críticos siempre con la decisión del Consistorio de reducir el número de mesas de sus terrazas, aplaudieron el gesto de la alcaldesa de irles a visitar después del trauma ocasionado por el atentado.

En la Rambla, justo enfrente de La Boqueria, los ciudadanos habilitaron diferentes altares improvisados donde depositaron centenares de velas, flores, peluches y mensajes de solidaridad.

Pocos minutos después de las 10.00, entre las primeras personas que llegaron al Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona para firmar en el libro de condolencias estaban Duncan y Guillem, dos filólogos mallorquines que llevaban preparando meses su viaje a Barcelona. “Hemos decidido que lo primero que haríamos después de dejar las maletas en el hotel sería ir al Ayuntamiento a presentar nuestras condolencias”, aseguraba Duncan.

Los dos amigos querían así presentar todo su respeto a las víctimas y sus familiares. Tras estampar sus rúbricas, se trasladaron a La Rambla, mientras Colau paseaba dentro del mercado. La calle más icónica de la ciudad ha quedado marcada con una herida que tardará años en cicatrizar. La alcaldesa abandonó La Boqueria tras rendirle un homenaje muy personal que no había sido anunciado a los medios de comunicación.

El día, como todos después del pasado jueves, volvía a ser complicado.

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