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ENTREVISTA I JUAN CRUZ

De Manu Leguineche a la era de Twitter

El periodista Juan Cruz repasa a su vida profesional y la historia reciente de España en "Un golpe de vida"

El periodista Juan Cruz en la plaza Moyua de Bilbao.
El periodista Juan Cruz en la plaza Moyua de Bilbao. FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948) se dice un esclavo del periodismo, de un oficio que le define más que cualquier otra cualidad. Las primeras elecciones de la Transición, de las que se acaban de cumplir 40 años, las vivió ya en una redacción, como corresponsal en Londres del recién nacido diario El País, escuchando por la radio las noticias que llegaban desde España. Hoy reniega de los vicios de la profesión en la era de las redes sociales, a la que acusa de haber sustituido el rigor por los vídeos virales, pero apuesta, contra el pronóstico de la mayoría, por un futuro del periodismo en papel.

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Pregunta: El libro comenzó llamándose El oficio invencible pero, mientras lo escribía, mudó su título a Un golpe de vida.

Respuesta: Iba a escribir un libro sobre cómo me hizo ser humano el oficio de periodista pero, de pronto, ocurrieron en mi vida acontecimientos familiares que me dejaron tocado. Mi tesis es que una persona siempre está marcada por lo que le sucede. Si eres escritor, te condiciona hacerlo en un momento de melancolía. Como periodista has de contarlo como es. Yo en el libro escribo de mis sentimientos humanos; en el periódico no me dejo llevar por ello.

P: Una de las máximas que todos aprendemos nada más pisar una facultad de periodismo es que la objetividad no existe.

R: No, pero hay distintas formas de interpretar una noticia. Según con quién hables tendrás una noticia u otra, una perspectiva u otra. El periodista es consecuencia de lo que escucha y ve. Objetivo no es ni el de una cámara de fotos.

P: Comienza el libro citando a algunos de sus referentes en la profesión. Y uno de ellos es vasco, Manu Leguineche.

R: Era un periodista altamente completo porque tenía mucha cultura y, por tanto, mucho poder de metáfora. Cuando iba a los sitios, ya sabía el terreno que pisaba. Tenía también el grado adecuado de melancolía, contaba lo que veía desde un punto de vista humano. No era un periodista despiadado. Era cultura y sensibilidad puestas al servicio de un oficio.

P: ¿No es paradójico que atribuya esa invencibilidad al periodismo precisamente ahora que es un oficio tan denostado y en crisis?

R: Yo creo que los elementos principales del periodismo, comprobación, contraste, relevancia, sobrevivirán. Lo que no me gusta es que se diga que en las redes hay periodismo. No, hay comunicación. Y la comunicación también es propaganda y puede desembocar en silencio. El que se esconde, a veces detrás de un seudónimo, en las redes sociales es un individuo que puede tener intereses espurios para dar a conocer rumores tendentes a perjudicar a otros.

P: ¿Qué opina del ciudadano periodista, esa moda de hace unos años que pretendía convertir en periodista a cualquiera con un móvil?

R: Por fortuna, en El País esto duró como un caramelo en la puerta de un colegio. Todo es periodismo ciudadano. Los periodistas solo tienen sustantivos, no adjetivos. El peligro llega cuando se habla de periodismo de opinión, por ejemplo. Esto no existe. La opinión no es periodismo; se publica en los periódicos, pero no es periodismo.

P: Incluso a veces la firman periodistas.

R: A veces la firmo yo, sí, pero estoy en contra. El periodista puede analizar, enfocar una noticia, dar luz a un aspecto determinado de la noticia, pero opinar, sobre todo sobre algo que uno no ha trabajado, ignorando cómo se ha elaborado dicha noticia, es extremadamente peligroso.

P: A lo largo del libro trasluce en varios momentos esa idea de que el periodista lo es siempre a tiempo completo, de cierta endogamia que siempre ha arrastrado la profesión.

R: Mi mujer, que se separó de mí en parte por esto, y que ahora vive conmigo otra vez, a veces me mira y me dice: ¡deja eso ya! Pero yo soy un esclavo del oficio, convivo con él desde que tenía once años. Es imposible que yo me sustraiga de esto, soy un drogadicto del oficio. A veces me encierro en el baño para que no vean que estoy trabajando, dictando una crónica. Cuando veo que pasa algo que debo contar, me escapo de cualquier sujeción matrimonial o filial.

P: ¿Somos los periodistas tan ególatras como se dice?

R: Bueno, algo de egocentrismo tiene que tener toda persona que se dedique a cualquier oficio. Y un periodista, cuando escribe, se tiene que gustar. Cuando elabora una información, cuando redacta el lead… El médico es el primero, es la profesión más importante, pero el periodista es imprescindible en cualquier sociedad. Todas, democráticas o dictatoriales, dependen en gran medida del periodismo.

P: ¿Qué es lo peor que le ha dado el periodismo?

R: El momento actual de precariedad laboral, con tantos jóvenes, también mayores, que se han quedado fuera del oficio por culpa de las restricciones, la gratuidad del periodismo y la dificultad para ingresar con derechos laborales plenos en las plantillas.

P: ¿Le gustaría que volviese el periodismo de hace 40 o 50 años?

R: No. Me gustaría que volviera el respeto por periodismo de papel.

P: ¿Le ve hueco?

R: En eso soy un garbanzo negro. Estoy convencido de que el periodismo volverá a tener importancia también en los kioscos. Y creo que lo que tiene que hacer es recuperar el rigor. A lo que nos ha acostumbrado el periodismo digital es a que sea importante también lo irrelevante, el puro entretenimiento.

P: Son unas memorias que se retrotraen décadas y, sin embargo, dedica muchas páginas a la España surgida del 15M, a Podemos. A estos les lanza bastantes críticas.

R: No son ataques, son descripciones de lo que yo he vivido con ellos. Hace unos días presenté un libro de Luis Alegre, uno de los fundadores de Podemos; en la feria del libro vino a verme y a darme un abrazo Juan Carlos Monedero; he almorzado hace poco con Íñigo Errejón, también con Manuela Carmena, a la que dediqué un artículo en el diario AS tan elogioso que me pusieron verde los ‘antipodemos’. Pero hay actitudes de determinados líderes de Podemos, como Pablo Iglesias, que me parecen irrespetuosas, y yo soy un defensor a ultranza de un lenguaje respetuoso con el adversario.

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