Aprender a ‘bailar bajo la lluvia’
Un proyecto socioeducativo para adolescentes pretende fomentar relaciones saludables desde una perspectiva de género
Los pasos no salen y Llueve, una música pegadiza de la artista extremeña Bebe, se repite una y otra vez como un mantra. “Llevamos solo tres ensayos”, se disculpa Macarena López, la profesora, que vuelve a reproducir la canción. La coreografía es lo de menos. En Bailando bajo la lluvia, un proyecto de educación emocional para chicas, lo importante es crear una atmósfera en la que, además de divertirse, se aprenda. Al terminar el ensayo, las adolescentes se tiran al suelo junto a pinceles y pinturas. Con ellas engalanan las sombrillas que utilizan en su baile. “Normalmente también hablamos de nuestras cosas”, subraya López.
“El hecho de reunirse y crear un espacio distendido ha fomentado unas relaciones diferentes entre ellas”, sostiene Leticia Rejas. Esta educadora de la Asociación Ajema, a la que pertenecen las niñas, explica que participar en el curso ha reforzado “mucho” el vínculo de amistad entre las adolescentes. “De aquí salen con un chute de autoestima y de energía tremendo”, dice. La risa de las jóvenes se escucha desde el pasillo. También se escapa por las ventanas del edificio cercano a la plaza de Callao donde se congregan cada jueves desde octubre. El proyecto, realizado por la Asociación Proyecto Hogar, está financiado durante un año por la Obra Social de La Caixa. Rejas es optimista: “Ojalá se alargue porque les ayuda mucho”.
A Chenxi, una niña de 10 años de origen chino, el curso le ayuda a integrarse con otras chicas de su edad y a aprender el castellano, que aún no domina. Le asiste otra compañera, Rong, de 12 años y también de origen chino. “Aquí hacemos muchas cosas. Lo que más me gusta es bailar, porque me divierte, y pintar, porque me relaja”, dice Rong. “Estos espacios no existen en la educación formal. Fomentamos la creatividad de los chicos porque eso les va a hacer más inteligentes socialmente”, reflexiona Macarena López. Eso le ha motivado a pedir una prórroga para que el curso se mantenga, al menos, hasta diciembre. Las pequeñas también desean continuar. “Me gusta venir porque hacemos cosas guay: bailamos, pintamos, hablamos y leemos cuento diferentes”, confirma Camila, de 11 años.
Intercambio de roles
Entre esos relatos poco tradicionales, Steisi, de 11 años, recuerda el de La princesa musculosa. “El novio hacía ballet y ella practicaba fútbol. Intercambian los roles”, explica, con spoiler incluido: “Al final, él aprende a jugar al fútbol por amor”. Para López, creadora del programa, es necesario trabajar la sororidad, esto es, fomentar la solidaridad entre mujeres. “Nos educan desde pequeños con unos simples juguetes. También hay que combatir el sexismo que implica su uso”, recalca.
“Vengo del mundo de la danza, pero también estudié Trabajo Social. De esa mezcla de inquietudes nace Bailando bajo la lluvia”, explica López. Y continúa: “El curso es pionero tanto por la metodología como por los objetivos que persigue”. El método es el de la mediación artística y utilizan diferentes herramientas como vehículo transformador del lenguaje. Usan, por ejemplo, las sombrillas. Con ellas han preparado una coreografía que es toda una explosión de color: telas verdes, rosas, azules y amarillas. Las niñas se mueven dulcemente por la sala nítida mientras la profesora da indicaciones delante de un espejo, a través del cual ve si sus alumnas aciertan con los pasos. El objetivo es lograr una educación emocional adecuada desde una perspectiva integradora de género. Las chicas se mojan. Y en ocasiones, también bailan.
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