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CINE

Los niños cineastas del descampado

El festival 16 kilómetros, premiado por la Academia de Cine, forma a decenas de menores en riesgo de exclusión social que sueñan con otra Cañada Real

Las chabolas cocidas por el sol de la tarde en la Cañada Real tienen mil historias que contar. La más mainstream, una y otra vez repuesta en televisión, sigue un argumento fácil de entender: delincuencia, drogas, marginación. Las crudas casetas aplastan, sin embargo, otra realidad, una película más minoritaria. Como la de Raúl Silva, de 15 años, que desde hace cuatro atesora algo raro en este descampado: una pasión. Rueda cortometrajes. Es uno de los 120 menores que asisten a los talleres audiovisuales organizados desde 2011 por la Fundación Voces y la Fundación Secretariado Gitano, quienes esperan superar los 200 inscritos a final de año. De ese magma surgió el pasado septiembre 16 kilómetros, el primer festival de cine de la Cañada Real, que recibirá este jueves, 27 de abril, el premio González Sinde 2017 de la Academia por “creer en el cine como motor para la cohesión social”.

Raúl Silva, de 15 años, rodando un cortometraje en la Cañada Real.
Raúl Silva, de 15 años, rodando un cortometraje en la Cañada Real.Carlos Rosillo

Desde que se enroló en los talleres, todo el mundo nota que Raúl está más “espabilao”. Está más motivado en el colegio, sueña con llegar a dirigir películas y habla con aplomo de adulto sobre el lugar en el que vive: “Los de fuera se creen que la Cañada entera es marginal, pero hay una parte de cine”, asegura sobre este asentamiento irregular de 16 kilómetros de longitud —de ahí el nombre del certamen—, que se levanta sobre la antigua vía pecuaria. “La venta de droga está muy centrada en un kilómetro y medio, pero le da muy mala fama al resto de la Cañada”, puntualiza Ana Isabel González, de la Fundación Voces y codirectora de un festival que pretende acabar con la imagen estigmatizada de un asentamiento multirracial en el que un tercio de sus casi 7.300 habitantes son menores, según el último censo oficial.

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Cuando se proyectaron las pelis vinieron los marroquíes, los gitanos, los payos, los rumanos…aquí hay más de 30 nacionalidades distintas, y no hay muchos espacios de encuentro”, cuenta González. “El cine les permite visualizar que los problemas que tienen son exactamente los mismos. Y que las soluciones pasan por unirse y afrontarlos juntos”, añade Carlos Olalla, el otro responsable del proyecto.

Inspirado por el Slum Film Festival de Nairobi (Kenia), que ha logrado una gran cohesión social en el suburbio chabolista de Kibera, 16 kilómetros quiere convertirse en vehículo para que los jóvenes se expresen y descubran que “hay más cosas que lo que ven en el día a día en la calle”. También para motivarles de cara a su futuro profesional: “Aquí hay una tasa altísima de fracaso escolar, y hay que darles otras vías. Uno puede no sacarse el bachillerato pero ser un crack como cámara, como sonidista, como actor, como director o como youtuber”, afirma la codirectora del certamen, que ha solicitado permiso a la Comunidad para construir una escuela de cine permanente en la zona.

En la antigua fábrica de muebles, hoy un oasis de creatividad donde varias ONG conducen actividades extraescolares, Raúl graba con unos compañeros un corto de suspense. En septiembre presentarán el filme en la segunda edición del festival después de su éxito el año pasado con Superhéroes de Cañada 3, una historia en la que se enfrentaban a dos villanos que quieren destruir el barrio.

El codirector del festival 16 kilómetros, Carlos Olalla (d), con un grupo de jóvenes de la Cañada Real que ruedan un videoclip de rap y sus profesores.
El codirector del festival 16 kilómetros, Carlos Olalla (d), con un grupo de jóvenes de la Cañada Real que ruedan un videoclip de rap y sus profesores.Carlos Rosillo

Este temor es común entre los menores del lugar, cuyos sencillos sueños van en otra dirección: que asfalten la calzada, que pase el autobús, tener casas propias…“Me gusta la Cañada, aquí han nacido y crecido todos mis sobrinos, y yo no quiero que se derribe; pero no me gusta la calle porque está mal, tiene demasiadas piedras”, protesta Andrea, una rumana de 13 años que participa en un videoclip de rap que se rodará a medias con unos niños de Bombay (India). Para su compañera Mariam, de 14 años, el estigma social es peor que las precarias infraestructuras: “Que la gente te mire con mala cara cuando eres buena persona, porque piensan que en la Cañada solo hay gente mala”, expresa tímidamente la joven de origen marroquí, que de mayor quiere ser abogada para “defender a la gente que tiene razón”.

EL PAÍS

El destino del asentamiento aún está en el aire, pero parece pasar por el derribo de una gran parte de las chabolas y el realojamiento de los vecinos en otras zonas. El 75% del suelo de la Cañada Real tiene “afecciones urbanísticas” que complican su calificación como residencial, según un estudio técnico recogido en el pacto regional alcanzado entre la Comunidad y los municipios de Madrid, Coslada y Rivas Vaciamadrid, que fue ratificado este 20 de abril en la Asamblea. Este pacto solo contempla, por el momento, la regularización de las cerca de 200 viviendas del llamado sector 1, y prevé el total desmantelamiento del conflictivo sector 6, donde viven unas 3.000 personas, por “la ausencia de condiciones mínimas de habitabilidad y los problemas derivados del tráfico y consumo de drogas”.

Raúl, que vive en el sector 6, preferiría quedarse en una Cañada reformada, aunque agradecerá ser realojado si así consigue tener agua corriente y electricidad sin cortes. “Y acercarnos a la sociedad, porque aquí estamos un poco lejos de todo”, dice el joven, que aun así echaría de menos algo de su hogar. “Si en ese otro sitio nos dan vivienda con luz y agua corriente, espero que también haya la libertad y diversión que hay en este barrio”. Y es que en la Cañada Raúl siente la ausencia de algo que, aunque alguno de sus compañeros reclama, él hasta cierto punto agradece. Algo abstracto que no le obliga a pedir permisos cuando graba y que no percibe cuando juega en la calle: reglas. “En los otros barrios veo que hay como una ley…”

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Fernando Guillén Cuervo, Natalia Molina, Natalie Seseña y Jordi Sánchez (de la serie La que se avecina), Lolita Flores, Geraldine Chaplin…son algunos de los actores que ya han colaborado de alguna manera —en la promoción o enviando vídeos de apoyo— con el festival 16 kilómetros. Otros muchos, que la dirección del certamen prefiere no revelar aún, ya les han llamado para sumarse a la segunda edición, el próximo septiembre. Muchos se enteraron de la existencia del festival durante la gala de los premios de la Unión de Actores y Actrices (UAA), el pasado 13 de marzo, en la que 16 kilómetros ganó el premio especial.

La Academia de Cine ha ofrecido su sede para celebrar la rueda de prensa de la segunda edición y su filmoteca para acoger parte de las proyecciones. “El director, Mariano Barroso, se ha puesto a nuestra disposición”, afirma Ana Isabel González. La organización cuenta este año, además, con mayor presupuesto gracias a los 30.000 euros de unos de los premios del Programa Impulsa, de Podemos, que el proyecto de la Fundación Voces ganó el pasado enero.

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