El edificio racionalista que busca la luz del mediodía
Destacados arquitectos recuerdan en un libro a José Antonio Coderch
A José Antonio Coderch, el solar esquinado que le dejaron en el barrio de Salamanca para levantar un edificio le sabía a poco. El arquitecto quería que las viviendas tuvieran más superficie, pero, sobre todo, más luz. De modo que las giró sobre su eje y creó varias fachadas oblicuas, a las que pudo dotar de enormes ventanales. La inclinación la calculó buscando el sol del mediodía. Por eso se llama el edificio Girasol.
El arquitecto barcelonés, cuando falleció en 1984 a los 71 años, dejó tras de sí más de 200 obras, muchas de ellas genialidades que fundaron las bases del racionalismo moderno y abrieron la anquilosada España edificadora de la posguerra a las corrientes internacionales contemporáneas. Un ejemplo es el edificio Girasol, de los pocos trabajos suyos en la capital, donde no fue muy prolífico. Un recorrido por su fachada y sus entrañas de la mano del director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Manuel Blanco, sirvió ayer para presentar el libro Recordando a Coderch (Librooks). Compuesto por varias entrevistas a arquitectos renombrados como Rafael Moneo, Óscar Tusquets o Federico Correa, dibuja un perfil del Coderch profesional, pero también de la persona. El lanzamiento coincide, casualmente, con el aviso que el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid acaba de dar a la Comunidad sobre el riesgo de derribo de la Casa Vallet de Goytisolo por parte del Ayuntamiento, otra de las obras de Coderch en Madrid.
“Creo que no ha estado suficientemente reconocido”, dice Pati Núñez, autora del libro. La periodista y comisaria, especializada en arquitectura, lamenta que “aunque muchos entrevistados lo ven como un maestro, fue dejado de lado socialmente. En vida se convirtió en un personaje difícil de digerir para muchos por su carácter histriónico, pero con el que defendía valores como la honestidad en un momento en que lo subjetivo y las vanguardias empezaban a imponer una visión relativizada del mundo”.
Rechazo de lo grandioso
Coderch era franquista y eso no le ayudó a granjearse muchos amigos en la Transición, pero nunca aceptó encargos del régimen. Algunas de las voces del libro destacan, aparte de su amor ciego por el trabajo, su carácter educado y su generosidad. “Defendía la arquitectura popular, renegaba de las grandezas de Le Corbusier, por ejemplo, al que consideraba demasiado elitista”, contaba Blanco durante la visita. El edificio Girasol, por mucho que se encuentre en el señorial barrio de Salamanca (en la esquina de Ortega y Gasset con Lagasca) y contenga pisos de lujo con grandes terrazas a los que se llega directamente en ascensor, es un ejemplo. “Nuestra unidad de medida básica es la persona”, era algo que el arquitecto repetía muchas veces.
Por eso este edificio, levantado en 1964, renuncia a ornatos superfluos (aparte de las celosías verticales de madera presentes en casi todas sus obras, su sello mediterráneo) y, desde la luz hasta la configuración de cada estancia, está pensado en torno a sus moradores. La disposición inclinada de las fachadas, por ejemplo, logra una inesperada intimidad respecto a los vecinos del inmueble del otro lado de la calle, aunque se encuentre a escasos metros. Y en la primera planta, por la que se accede a los pisos, dispuso un jardín abierto con un estanque de espejo. El arquitecto catalán quería trasladar a una de las zonas más concurridas y ajetreadas de la capital el ambiente solazoso de Cadaqués o Sitges, donde había diseñado varias casas veraniegas. “Trajo el concepto de vivienda unifamiliar al centro de Madrid”, cuenta Blanco, “y esa es la sensación cuando uno llega aquí: está rodeado de vegetación, pero en un plano por encima del resto de la ciudad”.
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