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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Biutiful’ Europa

La película y su protagonista Uxbal proporcionan con el tiempo claves y premoniciones visuales que van más allá de la Barcelona en que se rodó

Mercè Ibarz
Un fotograma de la película 'Biutiful'.
Un fotograma de la película 'Biutiful'.

Cuando se estrenó no cosechó buenas críticas, a muchos les pareció desaforada, agobiante, tremendista. Sin atenuantes ni condescendencias sólo se salvó la interpretación de Javier Bardem como el protagonista Uxbal. Biutiful, la película del mexicano González Iñárritu rodada en Barcelona y estrenada en 2010 es, vista hoy, una razonable visión de una ciudad sumergida en sus tinieblas urbanas. Y una anticipación visual de tanto como sucede en Europa. Biutiful Europa.

Uxbal es un personaje que merece quedarse en la memoria y en la imaginación colectivas por tantas razones. Su nombre es menos obvio que el de Nazarín de Galdós-Buñuel, que a su vez, por el diminutivo, no siempre se relaciona con el apelativo cristiano. Uxbal es lo mismo y es otra cosa. Como el cura Nazarín, cuanto más quiere Uxbal hacer digamos que el bien, más se equivoca y peor les va a las gentes que tratan con él. Traficante de inmigrantes en la Barcelona del siglo XXI, quiere compensar las atrocidades a las que son sometidos en su explotación laboral los chinos y entonces la lía más. Mueren en el sótano donde digamos que descansan tras la jornada, mueren asfixiados por las estufas de bajísima calidad que Uxbal ha proporcionado al empresario para que no se mueran de frío. Se mueren, y nadie preguntará por ellos.

Sus cuerpos son arrojados al mar y aparecen en las playas que bordean la ciudad turística, arrastrados por las olas de un Mediterráneo que, hoy, sabe de un montón más de cuerpos que fueron humanos en sus orillas.

Uxbal tiene el don de hablar con los muertos y conocer sus últimas visiones y palabras, pero no ha intentado hablar con los asfixiados, casi todos mujeres jóvenes y criaturas. Y no hay dios a quien rezar. El don se corrompe si el dinero entra en juego, le recuerda su mentora: “Hemos recibido este don sin coste y así debemos ejercerlo”. Uxbal no lo ha corrompido solo: las gentes que le piden que hable con sus muertos se creen obligadas a dárselo, que no hay nada más con qué agradecer. Dinero, dinero, dinero.

Una película mística. No sé si estamos por la labor. Tal vez no quede otra. Hace unos días, en la Virreina-Centre de la Imatge, asistí a una entrevista por Skype con el realizador alemán Alexander Kluge, que cerró su formidable exposición allí. Se le preguntó como a un oráculo por cómo va el mundo y cómo representarlo, vivirlo, verlo. “Con imágenes sencillas”, dijo sin dudar Kluge, alérgico a grandes palabras, “que vuelvan a retomar la relación del hombre con las cosas”. Alegó que estamos en una crisis como la del Segundo Renacimiento y ahí lo dejó. En el manierismo de la segunda mitad del XVI, añado. Del que surgieron los grandes místicos: Juan de la Cruz, Teresa de Jesús.

Retomar las imágenes para que nos hablen de la relación humana con las cosas es algo que hace Biutiful la manierista. Incluso sin saberlo, como es propio del arte que no se limita a pulir imágenes. Habla de lo urbano del siglo XXI, que tanto juego y buena reputación internacional da. Y podría ser también lo rural, que también en este mundo de tantas oscuridades como el urbano hay muchos migrantes. Y mucho dolor. Pongamos los agricultores franceses, pues tenemos datos: de los nuestros sabemos poco y menos queremos saber. Considerados un ejemplo por su peso histórico en la vida política y social francesa, sus crisis son hoy tremendas. Cada tres días se suicida uno. Entre 2010 y 2011, unos 300. Y quién sabe qué dirán las cifras posteriores, hasta ahora mismo y después. Marc Bassets lo ha constatado en este periódico: “los agricultores viven su propia crisis, derivada de la caída de ingresos y las incertidumbres creadas por epidemias animales y catástrofes climáticas”. Oficialmente, hace diez años existían unas 617.000 explotaciones agrícolas franceses. Hoy son 490.000, y eso con una economía muy subvencionada.

El autor turco Hakan Günday presenta estos días la traducción al catalán y al español de su novela ¡Daha!, sobre un muchacho que podría ser el hijo de Uxbal si este no se hubiera muerto de cáncer. El chico ayuda al padre a amontonar personas en una cisterna metálica y otras urgencias de los sin refugio. Ha declarado a Xavi Ayén: “No hay nada peor que lo que vemos en el telediario. Jamás imaginé que se fabricaran falsos chalecos salvavidas para que los compre esta gente, no funcionan, pero o bien no los necesitan y sobreviven o bien naufragan y mueren, con lo que no vendrán a reclamar”.

Biutiful Europa, sí.

Mercè Ibarz es escritora y profesora de la UPF.

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