Cooperativismo en Sants
El renovado cine Zumzeig aboga por la tradición social del barrio
El cine Zumzeig ha renacido con una nueva filosofía que se acerca más al tejido social del lugar en que se encuentra. Una apuesta cultural, comprometida, activista y sin ánimo de lucro. Ubicado en el barrio de Sants-Hostafrancs, la sala tuvo una etapa anterior, entre 2013 y 2016, en la que el propietario, Esteban Bernatas, abogaba por una programación de cine de autor. No obstante, Bernatas cerró el espacio por trasladarse a vivir a París, pero con una clara intención de que la sala volviera a abrir sus puertas. Tras varias reuniones en los meses de julio y agosto de 2016, seis personas fueron las seleccionadas por Bernatas para formar el equipo que estaría al frente de la nueva sala a modo de cooperativa.
Los seis responsables del renacimiento del Zumzeig, auténticos amantes del cine, forman el equipo que abre la sala cada día, junto con dos proyeccionistas y una tercera persona que lleva el bar de la sala. Al reparto principal se le ha sumado mucha gente que ha confiado en el proyecto desde el principio. La campaña de micromecenazgo lanzada por Verkami, que recaudó 10.000 euros en apenas 30 horas, solo es un ejemplo del compromiso de la gente por el cine. Además, alrededor de 20 socios colaboradores hacen una aportación anual de 250 euros, y aportan su experiencia cultural e interés por el cine reuniéndose en asamblea donde opinan y proponen, teniendo voz y voto. La base social del proyecto la cierran los Amigos del Zumzeig, que también son escuchados y pueden proponer ideas para la asamblea de socios de la cooperativa. Actualmente, acaban de solicitar las subvenciones necesarias, pero descartan los patrocinios: “Sería autoengañarnos con patrocinios de grandes marcas”, asegura Albert Triviño, uno de las seis personas que están al frente.
Triviño, historiador del arte y cineasta experimental, hace balance de estos tres primeros meses, exponiendo los principales objetivos de la sala. De entrada, asegura que “no es una empresa que venga a hacer dinero” en relación con la época anterior: “Faltaba abrirnos al barrio, pocas personas venían. Ahora tenemos una media de 25 personas por sesión en una sala de 73 butacas”. Aunque cuesta ir hasta Hostafrancs, al estar alejado de la zona céntrica, la cooperativa se propone educar la mirada de la gente en un espacio destinado al cine de autor y en versión original. “Pasamos películas en analógico, también en 18 y 35 milímetros, y buscamos que los jóvenes se eduquen en el analógico”, siendo consciente de la falta de conocimiento sobre este formato: “Proyectamos el cine que no se muestra, sacarlo de la invisibilidad y de las grandes salas que la gente no va a ver”.
Apuestan por los proyectos audiovisuales independientes y arriesgados, tanto en ficción como en documental, con una programación multidisciplinar junto con otras actividades. Los coloquios y el diálogo entre espectador-realizador convierte a la Zumzeig en un centro cultural. “La sala es como las cinematecas francesas de la Nouvelle Vague de los años sesenta”, señala, en una época donde la experiencia conjunta de ir al cine y compartir críticas se está perdiendo, algo a lo que se opone la comunidad del Zumzeig.
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