Un valle perdido en los Pirineos
Esterri de Cardós es un ejemplo de los pueblos que se enfrentan a la despoblación en Cataluña
La carretera se enreda entre montañas, a más de mil metros de altura, en el Pallars Sobirà, antes de un desvío que lleva a Arrós, Esterri y Ginestarre. Estos tres núcleos urbanos y el de Benante, al otro lado de la carretera, reúnen a 69 habitantes según el padrón de diciembre. "¡Qué va...! ¡Somos muchos menos!", dice Maria, vecina de Esterri de Cardós. Y echa cuentas: "Mira, en Esterri, que pasen todo el año, están los Borrut, el de casa Marc, los de casa Janet, que tienen un niño pequeño… Yo creo que son siete u ocho". El alcalde, Joel Orteu, hace su recuento y da la cifra definitiva: 15 personas. La mitad de los 947 municipios catalanes corren riesgo de extinción.
En Esterri hay una veintena de casas, todas de piedra coronadas con tejados de pizarra; en Ginestarre, como mucho, ocho. En Arrós, al pie del valle, ya hay más. Cada pueblo, eso sí, tiene una iglesia que es una joya del románico. El frontal del altar de Santa Maria de Ginestarre ha pasado por el Metropolitan Museum of Art de NuevaYork y ahora, igual que el retablo y algunas pinturas murales de la iglesia de Sant Pau y Sant Pere de Esterri, se encuentra al MNAC.
Viven de la ganadería. En casa Janet, Montserrat, su marido y su hija, con un niño de cuatro años, tienen caballos, cabras, ovejas, gallinas y conejos. "Pero esto no da", explica Montserrat. "La juventud se va, ¿qué va a hacer? Una hija mía vive y trabaja en Tremp, la otra vive aquí pero cada día sube y baja a Tremp [a una hora de camino] porque trabaja y estudia".
“Aquí no hay ancianos", explica Montserrat, “por los problemas de servicios. Si nos ponemos enfermos tenemos que ir, como mínimo, en Llavorsí [a 20 kilómetros]. Allí hay un CAP con un médico de guardia y una enfermera, pero si la urgencia es mínimamente grave toca ir a Sort [a unos 30 kilómetros], o al hospital de Tremp". Tampoco hay comercios, así que hay que ir a comprar a los pueblos que tienen una cierta infraestructura, pero los precios no pueden competir con los de las grandes superficies. "Yo voy una vez cada mes o mes y medio a hacer la compra en la Seu d'Urgell [a un par de horas por carretera] y cargo para todo el mes", dice Montserrat.
"El problema de la despoblación es la vivienda", sostiene Orteu. "Tiene que venir gente a vivir, así se generará trabajo, es el pez que se muerde la cola". El Consell Comarcal del Pallars Sobirà trabaja en un proyecto para analizar esta situación en el valle de Cardós. "Los trabajos que tenemos aquí arriba son de temporada, pero uno no puede vivir el resto del año con el trabajo que hace en verano".
La carencia de gente que tanto preocupa a los pocos autóctonos es uno de los motivos que atrae a visitantes al municipio. Àlex Toral es un empresario que vive en Barcelona y ha ido a Gin estarre un par a veces, con la familia, busca de desconexión, tranquilidad y paz. “No hay nada. Por eso vinimos, para huir unos días de la ciudad”. El matrimonio, con dos hijos pequeños, se alojó en un apartamento en un cortijo del pueblo. "Poder ir al bosque y coger setas, pillar huevos de las gallinas de la casa y hacernos nosotros la cena fue un lujo", recuerda Toral.
La mecanización al campo hizo desaparecer las mulas
Les mulas norteñas del Pallars Sobirà desaparecieron, prácticamente, cuando, hacia los años sesenta del siglo pasado, el tractor las fue sustituyendo. Hasta entonces, estas mulas pirenaicas se venían a todo España por su resistencia. "Se ve que esto afectó mucho la economía de la zona y mucha gente murió de hambre", dice el alcalde de Esterri, Joel Orteu. "Antes pagaban por una mula el que ahora se paga por un potro!" Actualmente a Cardós se cotiza mucho el caballo, que se exporta mucho en Italia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.