Modelos de la Cataluña independiente
Dinamarca es una monarquía parlamentaria. Si lo que el secesionismo reivindica es una república catalana independiente, ¿a qué viene el reino de Dinamarca como modelo?
Sucesivos prototipos, tantas veces contradictorios, han iluminado la vía secesionista, comenzando por Quebec, los países bálticos, la ex -Yugoslavia, Puerto Rico, Escocia. Ahora es Dinamarca. Mañana quizás sean Singapur, Siberia o Hawai. Quien fuera presidente de la Generalitat, Artur Mas, dice que desea que Cataluña se convierta, en una generación, en la Dinamarca mediterránea. Las razones que aduce son una obviedad: alto empleo, salarios dignos, Estado de bienestar sostenible, economía innovadora y tantos otros méritos daneses. En primer lugar, queda por exponer cómo sería factible una Cataluña como Dinamarca mediterránea fuera de España y de la Unión Europea. En segundo lugar, más anecdótico, viene a la memoria el comentario de Josep Pla cuando Jordi Pujol propuso para Cataluña el modelo sueco. Dijo que el problema era que en Cataluña no había suecos. A veces se hace difícil escribir sobre este tema sin recurrir a la ironía porque —por ejemplo— en los países nórdicos no se pone en cuestión el Estado de derecho, ni se le supedita a las urnas ilegales.
Ciertamente, hay un obstáculo añadido que sin duda no se le escapa a Artur Mas: Dinamarca es una monarquía parlamentaria. Si lo que el secesionismo reivindica es una república catalana independiente, ¿a qué viene el reino de Dinamarca como modelo? Es un cálculo extraño, más bien a-histórico. Ocupa el trono la reina Margarita II. En el caso catalán, de querer seguir el modelo danés, se da una carencia de dinastías aspirantes al cetro real. La única dinastía a la vista, la encabezada por Jordi Pujol, tiene ahora mismo más carácter patrimonial en manos de los jueces que de aspiración a la corona, aunque en otros tiempos hubo un intento manifiesto de que el hijo fuera el sucesor del padre. ¿Dónde buscar un príncipe o una princesa para coronar? Quizás el paradigma fuese la Ruritania de El prisionero de Zenda o tal vez la dictadura balcánica que en el film El hijo de Montecristo acaba siendo depuesta para entronizar con alegría a la gran duquesa Zona. ¿Dónde está la gran duquesa Zona de Cataluña para que el hijo de Montecristo la salve?
En la Unión Europea, Dinamarca tiene un status específico y no pertenece a la eurozona. Negoció debidamente su integración al fenecer el voto de De Gaulle y quedó ratificada en referéndum. Con el tratado de Maastricht, ganó el “no” y, de forma hábil y sobre todo seria, Dinamarca renegoció algunas cláusulas optativas y dio el “sí” en un segundo referéndum. La corona sigue en circulación como moneda nacional y no el euro. Siendo un país con sectores euroescépticos, en Bruselas actúa con rigor y lealtad institucional. Eso es algo muy distinto a irse de España, quedar fuera de la Unión Europea y tener que conseguir ser miembro de las Naciones Unidas para tejer la larga secuencia de tratados que son imprescindibles para negociar el ingreso en una comunidad europea en la que, por otra parte, hay la posibilidad de que un Estado-miembro ejerza el veto a nuevas incorporaciones.
Existe una práctica danesa para la que quien sabe si está preparado lo que quede de Convergència o lo que por ahora tenemos por bloque secesionista. Es así: Dinamarca es un ejemplo de transparencia. Si, por ejemplo, a uno le invitan a una cena oficial en la residencia del embajador danés en Madrid, a la entrada hay un libro de firmas. No se trata de estampar la huella de los honorables asistentes sino una pauta de control para saber cuántos asisten y, por lo tanto, justificar los gastos del ágape. Pero para emular esa transparencia no hace falta independizarse sino simplemente depurar los cuadros de los partidos políticos, sus cargos dudosos, sus intermediarios y ese mínimo del tres por ciento.
Tal vez Artur Mas se haya hecho monárquico entre los silbidos al rey Felipe VI en el Camp Nou, pero en cualquier caso, un proceso de secesión liderado —previsiblemente— por ERC está por otra cosa. De todos modos, la apelación de Mas al modelo danés lleva a preguntarnos qué garantías se podrían poner en la balanza de un referéndum avalando que Cataluña acabaría siendo como Dinamarca. Desestimar el argumento de que a Cataluña le va menos mal estar donde está que fuera no sirve como demostración de que el empleo, la estabilidad o los servicios públicos no estarían mejor garantizados permaneciendo en el reino de España.
Valentí Puig es escritor
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