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…Y Belisa y Perlimplín se reencontraron en el jardín

La Seca pone en escena la farsa más erótica de Federico García Lorca

Los actores Manuel Veiga y Almudena Lomba, que protagonizan el texto de Lorca.
Los actores Manuel Veiga y Almudena Lomba, que protagonizan el texto de Lorca. MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ

El sexo, la pasión, el drama y la hipocresía social, temas tan recurrentes en el universo literario de Federico García Lorca, se dan la mano desde ayer en La Seca. En la sala se representa hasta el 5 de febrero Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, una aleluya erótica en cuatro cuadros, especificó el poeta andaluz, que aborda las triquiñuelas de un matrimonio por conveniencia entre un viejo adinerado y una joven.

El montaje, dirigido por Genoveva Pellicer, se inicia recuperando otros textos de Lorca para dar más relieve si cabe lirismo de los personajes de la obra, una farsa para actores cargada de grandes dosis de humor. En la versión de Pellicer, un director-presentador inicia un juego de teatro dentro del teatro en un claro “guiño a la compañía de Lorca La Barraca”, afirma Pellicer. El granadino escribió entre 1922 y 1926 Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. Sin embargo, las frases cargadas de erotismo y la actitud sexual tan desenvuelta de Belisa postergaron su estreno hasta 1933. Pellicer también incorpora música de Stravinski.

En el montaje la plácida vida de Perlimplín (Manuel Veiga) y Belisa (Almudena Lomba), cambia de imprevisto cuando la tata del primero, Marcolfa (Anna Brianso), le convence para casarse con su vecina. El hombre, pese a que ha cumplido 50 años, es inexperto en las artes amatorias y siempre ha vivido entre libros bajo el cobijo de Marcolfa. “Es impotente en todos los sentidos, ha estado encerrado como un niño”, explica Veiga sobre el protagonista, a quien Lorca definió como alguien “candoroso y lascivo, bufo y lírico, grotesco y sublime”. “ Viaja de extremo a extremo. Tenemos a Bernarda, Poncia, Yerma, doña Rosita... pero este es uno de los grandes personajes masculinos de Lorca”, opina Veiga.

Perlimplín no sabe lo que es la pasión hasta que conoce a Belisa. “Y entonces fue cuando sentí el amor, ¡entonces!, como un hondo corte de lanceta en mi garganta”, le dice a Belisa. Joven y bella, su madre la ha empujado al matrimonio. Perlimplin no le satisface. Y no está dispuesta a echarse a perder. Le pese a quien le pese. “¡Ay! El que me busque con ardor me encontrará. Mi sed no se apaga nunca”, declara Belisa. “Ya es de otra generación, se tira a la piscina. En las sombras puede hacer lo que le apetezca. Es un reflejo de lo que Lorca sintió”, opina Lomba, que hizo de Adela en La casa de Bernarda Alba dirigida en 2009 por Lluís Pasqual.

Ya en la noche de bodas la alcoba amanece con los balcones abiertos. “Ha corrido el aire como nunca”, replica Belisa. Se entrevén 5 sombreros masculinos. Varios duendes (Jordi Sanosa) quienes “representan la sabiduría del mundo”, desgrana Pellicer, han tapado al espectador lo ocurrido. Aún así Perlimplín atisba el engaño y piensa un plan. “No quiere actuar de manera calderoniana salvando la honra, es decir, matando”, dice la directora. En una escenografía de Paco Azorín que representa un jardín, entre noches “lapislázuli” (con todo el significado que Lorca dotaba al color azul) y aroma de “menta”, Perlimplín le dará de probar de su propia medicina a Belisa. Aunque el ardor y la locura pasional en Lorca nunca son una pareja feliz...

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