La policlínica de Bebés, setenta años operando muñecas
Una tienda de las Galerías Maldà es el último negocio de Barcelona donde todavía reparan juguetes
Su vitalidad disimula los 72 años que acaba de cumplir. Todavía conserva el acento de Lleida aunque lleva décadas viviendo en Barcelona. Hoy se ha levantado con la sonrisa de siempre pero con la ilusión de aquel que está a punto de cumplir un deseo que lleva meses, quizás años, esperando. “Siempre hago cosas por los demás, hoy me toca a mí”. Ha rescatado su muñeca Cayetana. Un juguete roto con la cara y el cuerpo manchados de tiempo y un agujero en mitad del estómago que deja ver las tripas rasgadas y desprovistas de entrañas. Dentro, un tambor huérfano de las gomas que articulaban la muñeca. Pese que es consciente que su juguete “está hecho un desastre”, mete a Cayetana en una bolsa de cartón y camina hacia el centro de Barcelona. Destino al único lugar donde serán capaces de resucitar la ilusión de una niña de postguerra.
La Policlínica de Bebés abrió sus puertas en 1946 en las históricas Galerías Maldà de Barcelona. Una joven María Rigol se puso detrás del mostrador arreglando y restaurando muñecas y peluches. Pronto amplió el negocio confeccionando vestidos para las muñecas que vendía y reparaba. Este 2016, se cumple el 70 aniversario de la tienda. Rigol falleció en 2014 con 97 años. “Mi madre bautizó el local como Policlíncia de Bebés porque en su época había más negocios que se dedicaban a la reparación de muñecas y en la calle Tapineria estaba la Clínica de muñecas”, asegura Magda Pla. La actual propietaria tiene 63 años y siempre ha trabajado en la tienda. Ya no hay la competencia. Hoy Pla es la única cirujana que se dedica a reparar muñecas en todo Barcelona. El negocio no sabe de crisis “la gente va y viene; hace tres años, en una remodelación de las galerías, mi tienda quedó encerrada entre los pasillos. Tuvimos que cambiar de local. Los clientes iban un poco perdidos pero han seguido viniendo”. La fundadora del local todavía vivía cuando hicieron el traslado. “Yo sufría por mamá, pero ella era una mujer muy avanzada a su tiempo y fue la que mejor se lo tomó”, asegura.
Magda Pla habla de Giselas, Mariquitas Pérez, Cayetanas, Vivianas o la históricas Pepas Catalanas con la seguridad del profesional que está a punto de entrar en el quirófano. “El trabajo que hacemos aquí es muy sensible porque la materia prima está cargada de los sentimientos de la gente. No nos podemos equivocar, nos jugamos mucho”, reconoce. Después informa que se gana la vida pero que la mejor recompensa es “cuando a algún cliente le entregas su muñeca; hay gente que me ha abrazado, llorado de la emoción e incluso se han hecho fotografías conmigo”, sonríe.
Frente al mostrador reposa una mesa con una máquina de coser. “Hacemos vestidos para muñecas, de hecho, mamá me dejó confeccionados algunos antes de morir, también hacemos cursos”, remarca. Es la única clínica del mundo que comparte local con una auténtica boutique donde se puede adquirir desde el traje más elegante y pomposo para los muñecos hasta una bata escolar de postguerra.
Magda Pla trabaja rodeada de sus pacientes. Pero no solo cura, también vende juguetes e incluso fabrica algunas piezas que ya no se encuentran. En algunas estanterías hay soluciones mágicas, brazos, piernas, ojos…
“He estado detrás de este mostrador toda la vida”, asegura Pla. Habla de su hijo con mucha ilusión, “es surfista” indica mientras señala una fotografía donde se le ve en mitad de una ola. No es la única imagen que hay en el negocio. Junto al escaparate, en un lugar de honor, la fotografía de la “mamá” Maria Rigol.
La señora de Lleida de 72 años entra en la tienda con su Cayetana en la bolsa de cartón. “Esta muñeca fue la última que me trajeron los Reyes Magos antes de que me revelaran su secreto”, reconoce. Intenta negociar el precio pero rápidamente desiste. “Vendré a recogerla después del día 25 que es cuando cobramos los jubilados”, recuerda. Entonces comienza un divertido y emotivo momento que, según Pla, no es excepcional: La despedida. La mujer hace una fotografía con el móvil a su muñeca y habla con ella “a ver si la próxima vez que te vea estás muy guapa”. La clienta se sonroja y le pregunta a la dependienta si es normal lo que hace. Pla le confirma que no tiene por qué avergonzarse “la gente no quiere despedirse de los muñecos que le han acompañado toda la vida”.
Ahora comienza el turno de la cirujana. “Documento todo con fotografías y así enseño al cliente como estaba el paciente”, asegura.
El surfero será la tercera generación que se haga cargo de la policlínica. Tiene nuevas ideas y mucha iniciativa. “Dentro de poco tendremos nueva web y cambiaremos las redes sociales”, se enorgullece Magda Pla mientras mima con pasión y especial cuidado una muñeca. La operación está a punto de comenzar.
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