Estampas de la plaza gris
Una exposición de fotografía de Carol Caicedo refleja de la vida en el corazón de Lavapiés
Desde un lado de la calle Amparo se observa movimiento, hay ruido también. Los niños juegan y varios senegaleses comentan cómo les ha ido el día. Son las siete de la tarde y el color predominante es el gris. La antigua plaza de Cabestreros, renombrada como de Nelson Mandela, es la protagonista de la nueva exposición de fotografía de Carol Caicedo: Cabestro.
La muestra se inaugura este sábado en El cuarto de invitados (Mesón de Paredes 42, 2A), un espacio ajeno al circuito del arte establecido. Como su propio nombre indica, es la sala de estar de un piso, gestionado por nueve artistas licenciados en bellas artes, que han decidido ceder esta habitación a agentes culturales para que organicen diferentes actividades en su interior. Por él han pasado los comisarios Óscar Alonso Molina, Susi Blas, Javier Díaz Guardiola y, ahora, Semíramis González. “Es un espacio autogestionado. Voluntarismo puro y duro. Totalmente filantrópico”, explica la curadora. “La mejor manera de visitarlo es escribir un correo o ir un día de puertas abiertas”.
González reparó en que la ventana de ese salón daba a la rebautizada plaza y empezó a atar cabos con una obra de Caicedo llamada Mandela. “No hay lentitud ni torpeza, sino todo lo contrario; un barrio multicultural y castizo, vigilado por cámaras 24 horas, duro y amable, con encuentros y desencuentros, con agresiones y celebraciones… Un barrio que recoge en sus calles toda la realidad de una ciudad”, escribe la historiadora en el texto introductorio a la exposición.
La fotógrafa madrileña ha trabajado en el proyecto durante año y medio, ha retratado la plaza y sus gentes de una forma diferente a la que nos tiene acostumbrados el fotoperiodismo. “El gris suele ser la parte dominante de la imagen, pero casi siempre aparece algún elemento humano. Me recuerda a Ródchenko por sus puntos de vista, las perspectivas, las esquinas”.
Caicedo va mucho más allá de la mera contemplación estética, deteniéndose en temas sociales y humanos: "Cabestro habla del control por un lado y de vulnerabilidad por otro. Habla de los límites físicos, psicológicos y sociales de una ciudad. Toma una plaza y la convierte en arquitectura carcelaria; un tipo de arquitectura panóptica donde eres vigilado sin saber que lo estás siendo".
“Un autor que me ha ayudado en este proyecto es Arturo Barea”, apunta la artista. “En La forja de un rebelde sus descripciones de Lavapiés y de Madrid me ayudan a sobrevivir en ella, a poner la atención en dos emociones que genera esta ciudad a partes iguales: el amor y el odio”.
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