_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La herencia de Convergència

La reivindicación de la lengua catalana y la idea del pacto y la negociación son las señas más recurrentes del político catalanista

Si tiene sentido hablar de la existencia del ethos político, las señas más recurrentes del ethos político catalanista serían la reivindicación de la lengua catalana y la idea del pacto y la negociación. La construcción política de Cataluña tal y como la conocemos hoy se debe, en parte, a esa defensa de la lengua y al pacto y la negociación.

Nadie como la antigua Convergència supo encarnar ese ethos catalanista del pequeño comerciante, trabajador hasta la extenuación, muchas veces de inspiración católica y pasiones auto-contenidas, y cuyas inquietudes políticas se resumen en lengua, país y bienestar. En estos momentos, la defensa de la lengua disfruta de uno de sus momentos más vívidos, con asociaciones esparcidas por todo el territorio que se ocupan de ello. El otro rasgo del catalanismo que he mencionado, en cambio, vive sus horas más bajas. La idea del pacto y la negociación está denostada, y el grueso del catalanismo ha reaccionado —o sobre-reaccionado— contra ella para pasar a favorecer las distintas expresiones de la vía unilateral.

Se dirá que para que tenga sentido la estrategia del pacto y la negociación es necesario que haya un interlocutor con el que pactar y negociar. Y será verdad. Pero la ausencia de interlocutor para el catalanismo, contra una idea muy extendida últimamente, es circunstancial: Convergència creyó que el segundo Aznar lo iba a impregnar todo aún cuando Aznar ya no estuviera ahí; leyó de forma algo desquiciada las decepciones vividas con el imprudente Zapatero; y no dio tiempo suficiente para que Rajoy perdiera la mayoría absoluta. Se movió espasmódicamente, supongo que porque sintió el aliento de ERC capitalizando la oleada soberanista en el cogote, y se auto-inmoló.

Quizás Convergència, como las tecnologías modernas, tenía obsolescencia programada. Sin embargo, su final programado quedaba aún lejos. Por todo ello resulta difícil entender por qué Mas y el pinyol aceleraron su defunción impugnando la idea del pacto y la negociación, que, como decía, forma parte del ethos catalanista. Y si forma parte del ethos catalanista es porque muchos electores catalanistas vieron en ella no una claudicación, sino una habilidad para abrirse camino ante la evidencia de que no se tenía la fuerza suficiente como para marcar el ritmo de los acontecimientos de forma unilateral. Lo curioso del caso es que al asociar la idea del pacto a la claudicación, el independentismo se aleja de su ethos catalanista tradicional para acercarse a cierto tipo de actitud del españolismo más rancio para el cual negociar es, casi por definición, una forma de derrota (quizás la peor de todas). Además, cabe recordar que, no obstante los cambios sociológicos de estos últimos años, el catalanismo, mutado ahora en independentismo, sigue sin tener la fuerza suficiente como para hacer que las cosas se decanten a su favor de forma unilateral.

Probablemente la idea del pacto y la negociación volverá algún día con fuerza. La pregunta importante, entonces, será quién estará ahí para recoger esa demanda ciudadana amplia partidaria de volver a la estrategia del pacto y la negociación. Convergència se habrá sacrificado en una carrera desaforada —al menos en lo retórico— por demostrar que es más rupturista que ERC. Cuando la idea del peix al cove se deshaga de la pátina peyorativa que ahora mismo la ahoga y resucite entre el catalanismo, ¿qué quedará de la Convergència que encarnaba, con discreción y huyendo de la grandilocuencia, ese ethos catalanista? Nada, no quedará nada, porque el PDC no es nada respecto a aquella Convergència que tan bien supo interpretar la idiosincrasia de ese catalán o catalana de los que hablaba al principio del artículo.

Mi abuela materna, leridana que “bajó” de Llessui a Barcelona en los años treinta del siglo pasado, respondía a ese perfil, y votó siempre a Pujol y la vieja Convergència porque ellos representaban sin estridencias la cristalización institucional de los mencionados rasgos del ethos catalanista. Mi abuela y muchos de su misma generación e idiosincrasia ya murieron, pero ese tipo de votante sigue vivo, aunque ahora esté aletargado. Puede ser que, excepcionalmente, haya alguna generación que obvie ese ethos, pero lo usual es que, ante la imposibilidad de imponer la vía unilateral, no se ignore aquello que ha vertebrado a generaciones por décadas. Quien sepa despertar a ese catalanismo aletargado será quien hará usufructo de la herencia de la vieja Convergència y quien tirará de ese hilo de actitudes y preocupaciones que teje el ethos catalanista.

Pau Luque es investigador en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_