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Vecinos del Raval denuncian un aumento de drogas y prostitución

La Asociación de Vecinos Illa Robador asegura estar en una situación límite, y lo han denunciado a la Síndica de Greuges

Josep Catà
Prostitutas de la calle de Robador durante una protesta contra las agresiones.
Prostitutas de la calle de Robador durante una protesta contra las agresiones.Massimiliano Minocri

La calle de Robador refleja las contradicciones de la transformación del barrio del Raval de Barcelona. Por un lado, es un sitio joven y de moda: muy cerca están la Filmoteca, el bar de jam sessions Robadors 23 y algunos restaurantes de estética hipster que han abierto hace poco. Por otro lado, la prostitución de la zona se ha concentrado en esta calle, y los vecinos aseguran que hay un aumento del consumo de drogas en el espacio público. La Síndica de Greuges ya ha recogido la denuncia ciudadana, y el Ayuntamiento ha reforzado la presencia de educadores sociales en las calles y la limpieza de las mismas, además de ampliar, desde el pasado día 15, el horario de la cercana sala de venopunción Baluard.

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A lo largo de todo el día la calle Robador es el lugar donde las trabajadoras sexuales intentan captar a los clientes. Su presencia no es nueva, pero en los últimos años el esfuerzo de la Administración por transformar el barrio ha hecho que la prostitución dejase las otras calles y se concentrase solo en Robador. En la calle de Sant Ramon, conocida años antes por los vecinos como "la calle de las putas", ahora no hay apenas presencia de la prostitución. El motivo, según Ferran Casademont, presidente de la Asociación de Vecinos de Illa Robador, es que el Ayuntamiento compró los pisos que funcionaban como burdeles ilegales e intensificó la presencia policial en la zona. Delante del bar Marsella hay cada noche una furgoneta de la policía.

Los vecinos aseguran que este esfuerzo de la Administración no se ha llevado a cabo en la calle de Robador, y reclaman un "trabajo constante y transversal, con más presencia policial y más seguimiento de los servicios sociales". "Tenemos derecho a que nuestro barrio mejore, tanto derecho como otros sitios de Barcelona", afirma. Según Casademont, en la calle abundan los burdeles ilegales y las prostitutas, que captan los clientes en la calle. "Todo está controlado por las mafias rumanas, que también se dedican al tráfico de drogas". Casademont afirma que esto ha hecho aumentar la presencia de drogodependientes, y destaca que su perfil es distinto al de hace unos años: son jóvenes, extranjeros que están de paso en los meses de verano y que no están dentro del circuito de los servicios sociales.

"Se hacen con la dosis y se la inyectan en la calle, en los portales, o hasta en el parque infantil", explican desde la Asociación, que en el último mes ha subido unos vídeos a Twitter en los que se puede ver a los drogodependientes "haciendo todo tipo de actos incívicos en el parque" en el que juegan los niños durante el día y hasta más allá de medianoche. "El parque de la plaza Salvador Seguí es el último al que llevaríamos nuestros hijos", aseguran los vecinos, que añaden que los drogodependientes, al no estar controlados por la Administración, no conocen la sala Baluard y por lo tanto la ampliación de su horario no es relevante.

"Se pinchan a todas horas, cuando lo necesitan", explica el encargado de uno de los nuevos restaurantes de la calle, que recientemente ha tenido que echar a alguno de ellos de la puerta de su establecimiento. "La gente no quiere sentarse en la terraza tan cerca de las prostitutas, pero nosotros también hacemos pedagogía y explicamos a los clientes que la situación no es tan conflictiva", asegura.

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Las prostitutas de la calle de Robadors han denunciado recientemente agresiones contra ellas, y se manifestan cada mediodía contra lo que consideran una campaña vecinal y mediática contra su oficio. El pasado jueves, un hombre intentó agredir a una prostituta embarazada con una jeringuilla usada, y gritó que alguien tenía que hacer el trabajo que no hace la policía.

Alexandra, de Rumanía, lleva tres semanas trabajando de noche en la zona. Asegura no saber nada sobre este conflicto vecinal y, preguntada por las agresiones, evita responder y rápidamente vuelve a intentar captar clientes. Los vecinos se muestran escépticos sobre la influencia que las reivindicaciones vecinales pueda tener en la ola de violencia. Xabier, que vive y trabaja en esta zona del Raval, asegura que "lamentablemente cada día hay palizas a las prostitutas, pero esto no tiene nada que ver con el repunte del consumo de drogas en el barrio". 

El proyecto 'Illa Robador'

Las 111 viviendas de protección oficial que hay en la llamada Illa Robador fueron construidas bajo la promesa del entonces alcalde Joan Clos de "limpiar la zona", una promesa que guardaron también Jordi Hereu y Xavier Trias. Después de casi una década, los nuevos vecinos de este edificio recuerdan la promesa y se sienten decepcionados: "Era una zona que tenía que cambiar, pero no ha habido una planificación política suficiente", explica Ferran Casademont, presidente de la Asociación de Vecinos Illa Robador.

Los vecinos consideran que, para acabar con la droga y la prostitución, no es suficiente con poner equipamientos culturales, un supermercado y vender los pisos a gente de fuera: "Hay que estudiar el problema y poner recursos". Casademont explica que el Ayuntamiento no comparte el diagnóstico de los vecinos: "En la última mesa con Mossos d'Esquadra y el Ayuntamiento, ellos negaron que exista el problema del aumento del consumo de drogas duras". Después de que la concejal de Ciutat Vella, Gala Pin, se reuniese con los afectados, el Ayuntamiento puso en marcha medidas como ampliar el horario de la narcosala Baluard, refuerzo del servicio de limpieza y de presencia de educadores sociales en las calles, y reuniones con el colectivo de trabajadoras sexuales. El dispositivo policial se mantiene, porque desde el Ayuntamiento aseguran que "ya es muy amplio".

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Sobre la firma

Josep Catà
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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