El jefe de la Oficina Antifraude amenaza a los partidos tras la filtración
Todos los grupos parlamentarios, excepto el PP, insisten en reclamar su dimisión
Daniel de Alfonso, director de la Oficina Antifraude de Cataluña (OAC), hizo bueno el tópico de que la mejor defensa es un buen ataque y ayer lanzó duros ataques contra los grupos políticos del Parlament que le nombraron hace cinco años. Les advirtió de que disponía de abundante y variada documentación que, de momento, no piensa utilizar, pese a que se ha iniciado el proceso de revocación por sus encuentros con el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz.
La comparecencia de De Alfonso ante la Comisión de Asuntos Institucionales duró casi cuatro horas y finalizó con el acuerdo, solo con el voto en contra del PP, de continuar el trámite para destituirlo en el pleno del próximo día 29 y de reclamar la comparecencia del ministro, después de que trascendieran las conversaciones en las que hablan de las investigaciones a políticos independentistas y sus familiares.
El director de la OAC acusó a diestro y siniestro, reivindicó su gestión, recriminó a los diputados que desconocieran la ley que regula este organismo, además del Código Penal, y solo citó un nombre: Albert Rivera, presidente de Ciudadanos.
“Me vino a visitar a mi oficina, me pidió árnica, me dijo que no me preocupara, que no tendríamos problemas, que me apoyarían en todo, pero que yo tenía que entender que también les tenía que dar alguna cosa”, dijo De Alfonso para referirse a un encuentro celebrado en 2013, cuando Rivera era el líder de Ciudadanos en el Parlament.
“Puedo entender que yo les parezca chulo, imbécil, prepotente. Lo podría reconocer, pero con una caña”. Así acabó el director una intervención en la que se declaró víctima del “juicio sumarísimo” al que se le sometía y que, lamentó, “ha hecho añicos” su “intimidad”.
El pecado de conspirar
De Alfonso recriminó a los diputados en varias ocasiones que “no hayan reaccionado aún ante tamaña barbaridad”, en alusión a la grabación y difusión ilegal de las conversaciones con Fernández Díaz y dijo que reunirse con el ministro “no es causa de cese, ni negligencia, ni grave, ni notoria”. Solo pidió disculpas “por el tono coloquial” que utilizó en esas reuniones, pensando que no se estaba grabando, y retó a los diputados: “Que tire la primera piedra el que esté libre del pecado de conspirar”.
Se declaró un “incomodísimo director” para algunos partidos, alertó del riesgo de ser destituido porque entonces no se perseguiría la corrupción en Cataluña y preguntó a los portavoces parlamentarios “si cumplen todo lo que dicen en sus programas” anticorrupción. “Yo sí lo hago y respondo por mí”, añadió. “No sean hipócritas, señorías, todos se han reunido conmigo, y eso es lo que hay que hacer”, para defender “el único órgano que intenta poner orden en Cataluña”, la OAC.
La intervención de De Alfonso provocó un enorme malestar en todos los grupos, excepto el PP, por el tono, la forma y el contenido. “Se ha comportado como hombre herido, acorralado, ha intentado justificar lo injustificable y no ha dado explicaciones”, le recriminó la portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas, quien obvió la referencia al encuentro con Rivera.
“Nos ha llamado caninos, hipócritas y demagogos”, le afeó el diputado del PSC Ferran Pedret, quien resaltó que no es casual que solo el PP reclame su continuidad. Lluís Rabell (Catalunya Sí que es Pot) le preguntó: “¿En qué etapa de la evolución de la civilización se ha quedado?”. También le pidió que renuncie “aunque solo sea por vergüenza torera”.
Por su parte, Anna Gabriel (CUP) consideró que De Alfonso es “el único responsable de su destitución” y le reprochó que se presentase como “el único hombre que está haciendo alguna cosa contra la corrupción y que si se cierra la oficina habría impunidad”. David Bonvehí (Junts pel Sí) consideró “inadmisible” el tono empleado. Previamente, De Alfonso se había encarado con él: “Si me dice en la calle y no aquí que yo soy un creador de corrupción, mañana está querellado”, le advirtió.
Santi Rodríguez (PP) se salió de la unanimidad y defendió a De Alfonso, del que dijo, con ironía, que ha cometido tres pecados para ser destituido: “Declararse español, reunirse con alguien del PP y que sus intervenciones no dejan indiferentes a nadie”.
En su último turno, De Alfonso insistió en reivindicarse. “No me he saltado ningún precepto, no hay ninguna causa de cese, solo un exceso de diligencia, no de negligencia”, dijo. Además, vaticinó a los diputados que “algunos van a pasar este calvario, porque cualquier día les grabarán” y negó que fuera “vanidoso, soberbio y engreído”.
Un grupo de trabajadores de la OAC entregó en el Parlament un escrito en el que se desmarcan del director y le recuerdan que está sometido a la confidencialidad, mientras que ERC le denunció, junto al ministro del Interior, ante la fiscalía.
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