¿Cómo se come aquí?
Fotovoz Villaverde estudia las costumbres alimenticias de dos barrios de Madrid con la ayuda de los vecinos
Al sur, donde Madrid pierde su nombre y comienza a llamarse Getafe, está San Cristóbal de los Ángeles, uno de los barrios obreros tradicionalmente más castigados de la ciudad y en el que la crisis también ha hecho más mella. En las calles desastradas que se encuentran entre los enormes bloques de pisos grises, el desempleo campa a sus anchas, hasta llegar a un 28,6% a finales de 2014, el mayor de toda la ciudad. Un 39,20% de la población mayor de 25 años no tiene estudios primarios y hay un 41,13% de los habitantes son inmigrantes, según datos del Padrón Municipal. Dado este escenario, ¿cómo se come en San Cristóbal?
Un innovador estudio llamado Fotovoz Villaverde viene a estudiar el entorno alimenticio del barrio de San Cristóbal y del vecino Los Rosales, ambos en el distrito de Villaverde, de una forma nada convencional. Sus resultados, en forma de exposición fotográfica, entre lo artístico y lo científico, se pueden ver en una muestra inaugurada esta semana en CentroCentro (hasta el 5 de junio) y en un fotolibro paralelo. Porque la particularidad de esta experiencia es el método que sigue, pionero en España: se formaron dos grupos de vecinos por barrio, uno de hombres y otro de mujeres de entre 40 y 75 años, para que, durante cuatro meses, tomasen fotografías de su entorno alimenticio y se reuniesen semanalmente para compartir las fotos obtenidas y discutir los resultados. Así han llegado a conocer qué falla en la alimentación de estas calles y a redactar una serie de propuestas que presentar al Ayuntamiento para mejorar su situación. La iniciativa forma parte del proyecto europeo Heart Healthy Hoods que se desarrolla en Madrid entre 2014 y 2019, con el patrocinio de la Fundación Mapfre y la colaboración del Ayuntamiento y el centro Madrid Salud del distrito. Dirige la iniciativa el científico Manuel Franco y colabora en las cuestiones fotográficas el fotógrafo Víctor G. Carreño.
En las imágenes se ven los coloridos mercadillos tradicionales de los barrios, las tapas de los bares, los vendedores ilegales, el abuso del fast food, los establecimientos poco higiénicos, la gente que mendiga para comer, los bancos de alimentos que han surgido a raíz de la crisis, los supermercados frente a los pequeños comercios o los ancianos rebuscando en la basura para llevarse algo a la boca. Estos vecinos han sido unos paparazzi infiltrados en sus propias vidas y en la vida del barrio.
"Analizamos el problema desde nuestra perspectiva de gente del barrio, de gente trabajadora", dice José Luis Carrero, un mecánico de Renfe de 53 años lleva 20 en San Cristóbal. En concreto su trabajo se ha centrado en analizar el carácter multicultural de la zona. "Las personas que nos venden la comida, la mayoría de ellos inmigrantes, son muy importantes para el barrio", dice. En una de sus fotos sale posando con su amigo el comerciante chino Li Ming, en un bonito ejemplo de convivencia entre Oriente y Occidente, todo dentro de una pequeña tienda de alimentación. En San Cristóbal, según datos municipales, un 44% de estas tiendas son propiedad de ciudadanos chinos.
Otras fotos del proyecto, que se recogen en un fotolibro se ocupan de otros asuntos como el envejecimiento, la pobreza y la crisis, el comercio, las relaciones sociales y la buena alimentación. Todo ello, claro está, con la comida como transfondo.
“Este tipo de investigación está dentro de lo que se llama participación ciudadana en la ciencia y que es clave para producir políticas dirigidas a mejorar la salud de la población”, dice el investigador principal del proyecto Manuel Franco, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares y de la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, en Baltimore, Estados Unidos. Un asunto, el de la participación ciudadana, que está muy en boga en todos los ámbitos. “Si la ciencia pretende llegar y hacer un cambio, tenemos que hacer que participe, además de a los investigadores, a la población y a los decisores políticos”, añade Franco.
Y vaya si se han implicado: los 24 participantes hicieron 163 fotos, de las que se acabaron seleccionando 31. “Me ha parecido muy interesante salir a hacer fotos, y reunirnos, y discutir, y escuchar las miradas de las otras participantes sobre la alimentación. Y si puede servir para mejorar nuestra salud y el barrio, mucho mejor”, dice en el fotolibro. Juani Moreno, ama de casa de 46 años residente en San Cristóbal. Para aprender a hacer fotos siguieron un breve taller del fotógrafo profesional Víctor G. Carreño, que se ha ocupado de toda la parte fotográfica del proyecto, y se echaron a la calle. “He visto que en estos barrios muchas veces no se tienen costumbre alimenticias demasiado saludables”, explica Carreño, “pero poco a poco comienza a verse el interés por la comida orgánica, por los huertos urbanos y también el rechazo a las grandes superficies”.
Aunque no existen estadísticas específicas sobre la relación entre calidad de la dieta y clase social, muchos estudios relacionan de alguna manera un bajo poder adquisitivo con una alimentación menos saludable. Por ejemplo, el ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente informa de que el perfil del consumidor de fruta fresca o queso corresponde a personas de clase social más acomodada. Asimismo, diversos estudios asocian sobrepeso y obesidad con las clases más desfavorecidas. Además, un estudio del Centro para la Investigación de la Dieta y la Actividad (CEDAR) de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) reveló en 2014 que la diferencia de precio entre los alimentos considerados saludables y los que no lo son es cada vez mayor.
Tal vez el mejor resumen de la situación de estos barrios son las recomendaciones que se han destilado de las fotos para mejorar la situación. Una de ellas es ampliar las ofertas de ocio más allá de la alimentación, es decir, ocio más allá del salir a comer o a cenar: hay 64 bares y restaurantes por kilómetro cuadrado en estos barrios, según el Ayuntamiento, y el 28,4% son de comida rápida. Otras ideas para darle la vuelta a la tortilla son mejorar la gestión de los bancos de alimentos, reactivar el pequeño comercio y el mercado tradicional, evitar en desperdicio de alimentos en mal estado en Villaverde, y fomentar la oferta de productos ecológicos en Los Rosales.
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