Dry Martini junto a la chimenea
Desde la nostalgia hasta el club más moderno. Desde el punto de vista del actor Jorge Suquet, en la capital conviven dos esencias: la de la metrópoli y la del pueblo
1. Un portal de Chamberí. En este lugar creció mi madre y, hasta hace menos de un año, estuve yendo allí a comer todas las semanas; mi abuela me ha educado el estómago. Mientras que mi abuelo me hacía recorrer el barrio de bar en bar y saludando a gente; un rollo muy madrileño. Esta es una de las maravillas de esta gran ciudad, que también es un gran pueblo. Liberadora y opresiva. No hay capital como esta, aunque, sin duda, lo mejor de Madrid es volver. (Nicasio Gallego, 13).
2. Pastelería La Oriental. Este lugar es mi magdalena de Proust; cuando como sus pastas, viajo al pasado, a la nostalgia. Ahora más, porque por primera vez he ido sin mi abuela. También me pasa con las tortitas de Somosierra (Fuencarral, 135). Esas cafeterías tan kitsch, tan de señora madrileña, me fascinan. (Calle de Ferraz, 47).
Pirata capitalino
Al actor Jorge Suquet (Madrid, 1980) le gustan los sitios donde conoce a la gente. Acaba de volver de Ciudad del Cabo, de rodar la serie estadounidense Black Sails (de Netflix) y el próximo 13 de mayo estrena la película Esa sensación.
3. Plaza de la Villa de París. Esta plaza, de aires parisinos, me parece un oasis escondido detrás de la Torre Colón. Cerca hay un restaurante de cocina sarda, La Tavernetta (Orellana, 47), que es divertidísimo. Sus platos son riquísimos y me hacen sentir como si estuviera en casa.
4. Casas de comida. Soy de muy buen comer y hay dos locales que me parecen una referencia: Nájera (Guzmán el Bueno, 55): una barra, una plancha y dos freidoras; y Casa Salvador (Barbieri, 12), donde voy con mi grupo de amigos. Un lugar castizo, pero canalla.
5. The Table by. Este restaurante efímero me parece uno de los proyectos más interesantes de Madrid. Cada cierto tiempo cambia de arriba abajo para acoger a cocineros y propuestas de diferentes partes de España. Ahora está el equipo de Hisop de Barcelona (hasta el 7 de mayo). (Calle de la Beneficencia, 15).
6. Hat bar. En esta antigua sombrerería lo mismo vives la noche más gamberra o una velada con piano en directo. Lo frecuento mucho. Al igual que el Cock (Reina, 17), un lugar tan british y a la vez tan castizo. Viviría en su chimenea bebiendo dry martinis. (Calle San Lorenzo, 5).
7. Cine Bogart. Cuando de pequeño pasaba por delante, decía que quería vivir tras esas paredes tapiadas. Estuvo sellado mucho tiempo. Aunque la desaparición del cine es una pena, su reapertura como club (Cha Chá The Club) me ha encantado. Es un lugar de vicio, desenfreno y buena música. (Calle de Cedaceros, 7).
8. Pequeño Cine Estudio Magallanes. Esta sala resiste a pesar de todas las complicaciones que vive el cine actualmente. Acudo siempre que puedo por dos razones: su programación —títulos clásicos, muchos en blanco y negro— y por apoyar que esos lugares alternativos. (Calle de Magallanes, 1).
9. Parque de las Tetas. Un amigo me lo descubrió al llevarme a ver la puesta de sol más bonita de toda la ciudad. Creo que son las mejores vistas de Madrid. A falta de mar, hay que conformarse con ver el sol ponerse tras la sierra. (Cerro del Tío Pío. Puente de Vallecas).
10. La Taberna Errante. Esta taberna comenzó en Conde Duque, continuó su andadura por Santa Isabel y ahora es mi lugar favorito de La Latina. Se mueve, errante por Madrid, y le seguimos una tropa de fieles porque Jop tira las mejores cañas de la ciudad mientras charlas con ella de política, sexo..., y Elena cocina de maravilla. (Carrera de San Francisco, 8).
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