Historias de viejas boticas
La farmacia más antigua de Madrid se fundó en 1578, pero no es la única centenaria que sobrevive en la ciudad
Cuando un paciente acudía a la botica en el siglo XVI, lo más probable era que el boticario le recetase un preparado de Triaca Magna, un polifármaco compuesto de varios elementos, entre ellos el opio, que, según la precisión y eficacia al elaborarlo, marcaba la buena o mala reputación de la farmacia.
“Tú cuando vas a una botica no lo haces pensando en que ahí te juegas la vida”, dice Javier Puerto, 66 años, catedrático del Departamento de Historia de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense. “Pero en el XVI, XVII o XVIII, buscabas al mejor boticario”.
En Madrid aún es posible encontrar farmacias que han perdurado en el tiempo. La más antigua sería la Botica de la Reina Madre, en la calle Mayor 59, que abrió en 1578. “El nombre se lo puso la reina viuda Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, que tenía sus miedos y paranoias, y buscó boticarios de su total confianza”, dice Rosa Basanta, de 71 años, doctora en Farmacia e investigadora que ha escrito al respecto. “Al parecer en la rebotica se celebraban tertulias con personajes ilustres del mundo de la política y la literatura, además de haber un túnel que, al parecer, conectaba directamente con el Palacio”.
José Luis Curiel, de 56 años, es un cacereño que ha dedicado 39 años de su vida a trabajar en la Farmacia del Globo, en el número 46 de la calle Atocha, abierta en 1870. Durante la Guerra Civil la farmacia sufrió un bombardeo que fue registrado por la lente de Robert Capa. “Realmente el ataque se produjo en el edificio de al lado”, dice Curiel mostrando una foto colgada en una de las paredes y dónde se ve el comercio en ruinas. “Esto salió en un diario el día siguiente”.
A pocos metros, en el número 25 de la misma calle Atocha, hay una pequeña farmacia de 200 años de antigüedad que, durante la segunda mitad de la década de 1920, en la rebotica, se reunían, clandestinamente, los fundadores de Acción Republicana, quienes luego conspirarían contra la dictadura de Primo de Rivera. “La farmacia era del boticario José Giral Pereira, mano derecha de Azaña, que después de la Guerra Civil sería presidente republicano en el exilio”, explica Javier Puerto, mostrando un libro sobre la vida del farmacéutico. “Muchos grandes boticarios de la edad moderna eran partidarios de la corona, gentilhombres de cámara, aunque no pudieran ser aristócratas porque hacían un trabajo manual y eso les estaba prohibido a los aristócratas hasta 1788. Pero también ha habido muchos liberales progresistas como Pedro Calvo Asensio, del entonces Partido Progresista de 1835, o el propio Giral. Fueron ellos los que impulsaron la industrialización del sector farmacéutico que comenzó a darse en el siglo XIX”.
Pilar Antón-Pacheco, madrileña de 55 años, ha trabajado siempre en la industria farmacéutica y es, desde hace cuatro años, titular de la farmacia León, abierta en la segunda mitad del siglo XVII. La farmacia está en el mismo lugar donde, antes de ser botica, vivió un clérigo de la orden franciscana al que Cervantes acudía a profesar su devoción. “Hay un prólogo del Quijote de 1797 que habla de la vida de Cervantes y menciona al primer boticario titular, Pedro Serrano, que habría adquirido el local en 1664”
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