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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El sexo y la independencia

Hay un respeto escrupuloso a la legalidad por el independentismo para justificar las subvenciones a las escuelas de élite que segregan por sexo

Francesc Valls
El colegio La Vall, uno de los centros que segregan por sexo.
El colegio La Vall, uno de los centros que segregan por sexo.cristóbal castro

En vísperas de la festividad de San José, con la Semana Santa en puertas, el Parlamento de Cataluña fue escenario de un debate quasi teológico. Se trataba de decidir si se retiraba o no la subvención a los colegios religiosos católicos que segregan a sus alumnos por sexos. Se trata de una quincena de escuelas, vinculadas mayoritariamente al Opus Dei, que suponen una partida anual de unos 30 millones de euros para los Presupuestos de la Generalitat.

La proposición presentada por Catalunya Sí que es Pot ponía a prueba la resistencia del engranaje de Junts Pel Sí. Hasta hace dos semanas, republicanos y convergentes habían votado siempre de forma opuesta —según la vieja tradición derecha-izquierda— ante esta cuestión. Sin embargo, la dinámica se rompió ahora y se evidenció que para Esquerra la resolución de acabar con la discriminación de alumnos por sexos debe dejarse para cuando llegue la independencia.

Los republicanos justificaron su voto con el argumento de que la Ley Wert ha blindado muy bien estos conciertos y que hay escasas posibilidades presentando un recurso ante el Constitucional. No deja de ser paradójica tanta preocupación por lo que dirá el Alto Tribunal y para, apenas 24 horas después, poner en marcha la ponencia parlamentaria para avanzar hacia la desconexión tributaria de Cataluña. Gran contraste sin duda: ¿desobedecer tributariamente para seguir pagando religiosamente los conciertos a los colegios del Opus Dei?

ERC, hija del obrerismo, una pizca de masonería y un mucho de laicismo, parece haber entrado de lleno en el mundo de la teología de León XIII y Pio IX. Es un universo rico en matices, pero extraño para una izquierda contra la que fue concebido. Nacida del antimodernismo, esta línea de pensamiento papal abunda en la idea de que el mundo legado por la revolución francesa es una catástrofe completa. Lo realmente bueno era la cristiandad: la alianza entre el trono y el altar, el incienso y la espada. Por lo tanto, si el mundo busca remedio y salvación debe buscar virtudes cristianas, no caer en el paganismo. Deben restablecerse las doctrinas que conllevan la vuelta al orden y “la tutela de la verdadera libertad”, subraya la encíclica Libertas cuando describe lo que denomina “tesis”. No obstante, allí donde las libertades modernas estén vigentes, ¿cómo sobrevivir en semejante lodazal y tamaño desorden? Pues como buenos cristianos, utilizando las libertades para hacer el bien y con la obligación de sentir “de ellas lo mismo que la Iglesia siente”, añade el infalible redactor de la encíclica con aversión manifiesta.

Los republicanos pues han optado por ponerse en manos de León XIII y actuar como buenos cristianos en situación de hipótesis (legalidad española), a la espera de llegar a la tesis (la independencia) y a la consiguiente restauración de la armonía. Es una extraña deriva teológica que lleva a Esquerra a navegar con raras compañías. Ahí están los votos del PP y los de Convergència, a los que se asociaron, para corroborarlo. Hay un respeto escrupuloso a la legalidad por parte del independentismo hegemónico y mayoritario —Junts pel Sí— para justificar las subvenciones a las escuelas de élite que segregan por sexo. No sucede lo mismo con las leyes de desconexión de proceso constituyente, seguridad social y hacienda pública que ya han comenzado su andadura.

Para tratar de salvar lo que le quede de alma carbonaria, Esquerra y cuatro independientes —que no representan a ningún grupo parlamentario conocido— presentaron una propuesta de resolución para no renovar los conciertos cuando venzan los plazos de los actuales: en el año 2020. Para entonces, sin embargo, todo estará resuelto. Desde junio de 2017, Cataluña estará en el concierto de las naciones y la independencia se habrá encargado —como ley natural— de poner las cosas en su sitio. Ni clases, ni sexo, ni otras contradicciones del viejo y español mundo existirán. La armonía imperará en el que antaño había sido un entrañable y contradictorio rincón de España.

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