¿Un tiempo nuevo?
Uno de los argumentos de los independentistas que más ha cuajado en la sociedad catalana es que, en lo referente a Cataluña, lo mismo da PP que PSOE
Uno de los argumentos de los independentistas que más ha cuajado en la sociedad catalana es que, en lo referente a Cataluña, lo mismo da PP que PSOE. Que al final, los dos grandes partidos nacionales siempre se ponen de acuerdo para “hacerle la puñeta” a Cataluña. La tesis se redondea diciendo que nada de calado mejorará en la cuestión territorial mientras gobiernen unos u otros.
Esta cantinela, que algunos barones socialistas han abonado con fruición durante décadas, va camino de agrietarse si se consolidan actitudes, argumentos y razones que se han visto en el debate de investidura. Albert Rivera habló en catalán ayer por la mañana en el Congreso de los Diputados, como lo hizo Xavier Domènech minutos después. Por la tarde también Aitor Esteban utilizó el euskera para abrir su intervención. Y, a diferencia de tiempos recientes, no pasó nada. Nada de nada.
Que en el Parlamento se hable con normalidad cualquiera de las cuatro lenguas cooficiales de un país no debería ser noticia. Que se lo pregunten a los ciudadanos —y traductores— de la Asamblea Federal de Suiza. Pero la primera señal de normalización de esto llega, y no es casualidad, en el estreno de la nueva etapa sin mayoría absoluta del PP y con Pedro Sánchez batallando para demostrar que tiene madera de presidente por más que le falten los votos.
Al margen del resultado de la votación de ayer y del nuevo “no” a Sánchez que se prevé para el viernes, hay cambios de fondo que muchos nacionalistas de ambos lados no quieren ver y que llaman a la puerta.
Hay que escuchar atentamente los discursos tanto de Joan Tardà (ERC) como de Francesc Homs (DiL). Detrás de los aspavientos, lo que dicen no es lo mismo que hace tres meses. ¿O acaso defendían entonces la idea del referéndum? Precisamente, tanto un partido como el otro, acabaron justificando la no reedición de Junts pel Sí en las elecciones generales argumentando que “el referéndum ya se había hecho” en las elecciones catalanas.
Volver al referéndum y relegar —aunque sea temporalmente— la independencia unilateral puede abrir vías de diálogo por más que el PSOE rechace la consulta. También abre puertas que Pedro Sánchez se haya leído atentamente —y ayer lo demostró— las 23 peticiones que la Generalitat hizo en 2014 a Mariano Rajoy. Con estos ingredientes y un poco de buena voluntad hay margen para sentarse a hablar. Soraya Sáenz de Santamaría aventuró ayer que el lunes comienza “un tiempo nuevo”. Quizás no lo sea solo para el PP.
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