“Lo peor fue que mi hijo viera cómo me pegaba”
Una mujer invidente cuenta cómo una comerciante china le agredió al entrar con su perro guía en el local
María Viñas Iglesias Antón, una invidente de 46 años, vivió hace 10 días uno de los momentos más desagradables de su vida. Esta mujer recibió una paliza al entrar en un comercio regentado por ciudadanos chinos en el distrito de Fuencarral. Los dueños querían evitar que accediese al local con Oreo, su perro guía. La mujer ha denunciado los hechos y espera una sentencia ejemplar para que se respeten los derechos de las personas ciegas.
Todo ocurrió el miércoles 10 cuando fue a recoger a su hijo de seis años a la academia de inglés. El pequeño tenía hambre y ella no le había preparado la merienda como en otras ocasiones. Paseaba con su hermana. Se dirigía al centro comercial La Vaguada, pero se detuvo antes en la tienda de alimentación. “Me lo dijo mi hermana. Le iba a comprar un sandwich o unas galletas. Cuando entré en la tienda, el comerciante comenzó a decir ‘perros, no; perros, no”, recuerda Iglesias, que trabaja como estenotipista en la Audiencia Provincial.
La mujer le dijo que se trataba de un perro guía y que, por tanto, podía entrar al igual que ella en todos los lugares. El tendero insistió en que el animal no podía acceder y que tenía que marcharse. Le amenazó con llamar a la policía. “Le dije que tranquilo, que no lo hiciera, que la iba a llamar. Lo hice y me respondieron que venía una patrulla”, relata María Viñas.
El comerciante también llamó a la policía, pero la forma en que hablaba con ellos hacía suponer que no le entendían: “Lo hacía muy lento y tenía que repetir todo lo que iba diciendo. De hecho, yo le insistía en que les dijera que se trataba del perro de un ciego para que le dijeran que podía entrar”.
La situación fue “a peor” cuando apareció una ciudadana china. Esta empezó a hablar con el tendero en chino, sin que lógicamente Iglesias y su hermana entendieran lo que decían. La china se metió hacia el fondo de la tienda y al poco apareció de nuevo. “Mi hermana empezó a decir: ‘Nos pegan, nos pegan, nos van a pegar’. Yo pensé que me estaba diciendo que nos iban a echar, cuando de repente me empezaron a llover palos por todos los lados. A los dos, tanto a Oreo como a mí. El perro se refugió entre mis piernas”, describe la mujer invidente.
Iglesias recibió golpes en la cabeza, un hombro y en el pecho. Su hijo, que iba cogido de la mano a su hermana, se echó a llorar al ver la escena. “Hasta que no salí a la calle, no paró de golpearme. También intercedió un hombre para que lo dejara. Cuando vio que llegaba un coche patrulla con los luminosos azules, se metió en la tienda”, explica la mujer.
El SAMUR la atendió y la hizo un parte de asistencia. Los policías le dijeron cómo tenía que denunciar a su atacante. Ella lo sabe porque trabaja en los juzgados y está acostumbrada a transcribir las declaraciones de los juicios. “Nos llevaron a unos a un lado y a otros a otro. Al rato vino la mujer a pedirme perdón, pero no quise hablar con ella. La policía tampoco le dejó. Una de las agentes explicó a otros compañeros [de la agresora] que sí tenía derecho a entrar en la tienda con el perro guía”, describe Iglesias.
Después se fue al hospital de La Paz y a comisaría a denunciar los hechos. “El jueves lo pasé muy mal, me echaba a llorar a cada momento”, recuerda. De hecho, tuvo que tomar ansiolíticos para poder soportar tanta presión. El que también lo pasó muy mal fue Oreo, un ejemplar mezcla de labrador con golden. Estuvo muy inquieto y no paró de dar vueltas oliendo todos los lugares por los que iba.
“Lo que peor llevo es que mi hijo viera cómo me pegaban. No quiero tenerlo en una burbuja, pero lo pasó muy mal. Entre su padre y yo se lo hemos intentado explicar para que no se quede con estas formas violentas. Espero que no le queden secuelas”, confiesa Iglesias. “El daño físico en el fondo es lo de menos. Lo peor es la impotencia de tener que luchar todos los días para que se cumplan los derechos de las personas invidentes. Ya es mucho el cansancio de tener que pelear todos los días durante mi vida normal”, se queja la víctima. “Ojalá esto sirva para que la gente aprenda a respetarnos. Espero que haya responsabilidades y que se dé ejemplo”, concluye.
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