Y ahora, la cuna de Sijena
La subasta de una nueva obra procedente del monasterio de Huesca puede volver a enfrentar a las comunidades de Cataluña y Aragón
Villanueva de Sijena está tristemente de moda. Dos comunidades vecinas como Aragón y Cataluña se disputan en los tribunales bienes patrimoniales creados en esta localidad de Huesca, en concreto en el Real Monasterio de Santa María. Desde 2014 Aragón reclama como suyos 97 objetos conservados en el MNAC y el Museo de Lleida por, acusan, venderse ilegalmente. A comienzos de esta semana se ha celebrado el juicio para dirimir si las pinturas de la Sala Capitular del monasterio, que se exponen en las salas del románico del MNAC, se arrancaron para salvarlas de la destrucción, como defiende Cataluña, o expoliadas, como asegura Aragón, y si tiene validez o es falso el acuerdo que suscribieron las monjas de la orden de San Juan y la Generalitat. Ahora, un nuevo elemento se suma a esta lista de disputas y acusaciones. Se trata de una pequeña cuna de plata de finales del siglo XVI o comienzos del siglo XVII que se vende entre 10.000 y 12.000 euros en la casa de subasta Setdart de Barcelona.
La polémica está servida. La cunita está catalogada como patrimonio cultural catalán desde 1994, por lo que Cataluña puede ejercer el derecho sobre ella. Si alguien la compra, incluido Aragón, la Generalitat puede negarse a dejar que abandone territorio catalán. Además, desde la consejería de Cultura aseguran que no se ha notificado que se pone a la venta, tal y como prescribe la ley de patrimonio. Por eso, los servicios jurídicos de la Generalitat lo están estudiando. Lo mismo aseguran desde el gobierno de Aragón, tras conocer su existencia y su venta. “Se está estudiando cómo ha llegado esta pieza a la subasta, la legalidad de su venta y la posibilidad de pujar para comprarla, pero, por ahora, no se ha tomado ninguna medida”, explican.
La cuna, de 31 por 28 centímetros, el mueble de plata, y apenas 10 centímetros el Niño Jesús tallado en marfil, llegó a la sala de subastas de la mano de sus actuales propietarios, “hijos de una señora que la recibió como agradecimiento por las donaciones y haber cuidado a las monjas”, explican desde la casa de subastas, que aclara que sus propietarios disponen de toda la documentación, pero no pueden precisar cuándo se la donaron las monjas. En el mismo lote se venden unos quince objetos como candelabros, incensarios, sillas, cestos y vasijas, todos minúsculos y de tipo ritual.
La cuna es una de las piezas que la priora Angelita Opi entregó el 10 de abril de 1972 en el MNAC, tal y como recoge un documento de convenio de depósito indefinido firmado por Joan Ainaud de Lasarte, director de los museos de Arte de Barcelona, y ella misma, en el que se especifica que “podrá retirarlos en todo o en parte mediante aviso verbal”. Y así lo solicitó en diciembre de 1992. Alegando valor sentimental, las monjas pidieron que se les devolviera 23 piezas, una de las cuales es la ya famosa cuna. El museo se las entregó en marzo de 1993 y la Generalitat las catalogó en enero de 1994, según un documento de la consejería de Cultura.
En marzo, más juicio
El juicio celebrado esta semana en Huesca que decidirá sobre el destino final de las pinturas de Sijena quedó en suspenso a la espera de que se produzcan dos declaraciones consideradas como necesarias. El 7 de marzo lo hará María Virginia Calatayud, la monja que reside en el convento de Salinas de Añana, Álava, para determinar si tiene poder de delegar en el gobierno de la DGA para reclamar las pinturas, tal y como la parte aragonesa aseguró al presentar un documento vaticano, fechado este mismo mes, en el que se la nombra comisaria pontificia de todos los monasterios sanjuanistas de España. Cataluña asegura que no tiene representación jurídica para hacerlo.
Los conflictos por estos bienes de Sijena pueden enquistarse como está el de las 113 obras del arte de la Franja, abierto desde 1995 cuando se creó la nueva diócesis de Barbastro-Monzón. Unos y otro alteran la relación de buena vecindad que debería reinar entre Aragón y Cataluña. Los nuevos aires que vive la consejería de Cultura, tras la llegada de Santi Vila, pueden ayudar a que la situación se supere. Será en bien del patrimonio.
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