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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El gas, la solución para un transporte sostenible

El autor defiende el uso de esta energía para reducir los niveles de contaminación que sufren las grandes ciudades

Durante estas últimas semanas hemos vivido graves problemas de contaminación en Madrid que han desembocado en la puesta en marcha de medidas extraordinarias para evitar que la situación del aire fuera a peor. La reducción de la velocidad a 70 km/h en la M-30 o las limitaciones de aparcamiento han sido algunas de las medidas que se han llevado a cabo para intentar mejorar la calidad del aire en la ciudad y en consecuencia la salud de las personas.

La concejala de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid, Inés Sabanés, mostraba estos días la necesidad de seguir mejorando la calidad del aire de la ciudad avanzando hacia una movilidad realmente sostenible mediante una flota de autobuses municipales limpios y de calidad. En este contexto, el gas es un gran aliado para conseguir los objetivos medioambientales que se persiguen por sus características intrínsecas de energía limpia y de solución óptima para la reducción de contaminantes.

Calidad del aire es una indicación de cuánto aire está exento de polución atmosférica, y por lo tanto apto para ser respirado. El indicativo para saber la cantidad de aire que podemos respirar sin riesgo viene determinado por la presencia en la atmósfera de contaminantes atmosféricos, que pueden ser material particulado o contaminantes como el dióxido de nitrógeno (NO2), dióxido de azufre (SO2) y ozono troposférico (O3). Así, el aire se convierte en una pieza clave para nuestra salud, tanto o más importante que los alimentos que ingerimos o el agua que bebemos.

La incorporación del gas y su papel clave en la mejora de la calidad del aire de la ciudad se remonta a los años 90, cuando sustituyó las calderas de carbón y marcó el inicio de la llegada de autobuses con esta energía.

Todavía hay margen de progresión para mejorar el aire de nuestras ciudades a través de la incorporación de gas en los hogares, en sustitución de otros combustibles. Actualmente, la penetración del gas en viviendas en España alcanza el 29 por ciento, mientras que en países del entorno se eleva al 40 por ciento en Francia, 48 por ciento en Alemania, 65 por ciento en Bélgica; 88 por ciento en Italia, 89 por ciento en Reino Unido o 95 por ciento en Holanda. La media europea se sitúa en el 50 por ciento, lejos de nuestro 29 por ciento.

Sin embargo, el principal origen de la contaminación en las grandes urbes es su parque automovilístico, y la mayoría de ciudades españolas de más de 100.000 habitantes superan los límites legales de contaminación del aire.

La aplicación del gas en el sector transporte permite la reducción drástica de las emisiones de las partículas sólidas en un 100% y cerca de un 100% las emisiones de óxidos de azufre. Además los autobuses a gas reducen alrededor de un 40% las exposiciones de óxidos de nitrógeno respecto a combustibles tradicionales, en especial con relación al gasóleo. De igual forma minimiza en un 20% la emisión de gases de efecto invernadero, y consigue bajar cinco decibelios el ruido ambiental comparado con los vehículos que circulan con diésel.

El gas en vehículos se viene utilizando en Madrid desde 1994, año en el que se incorporó el primer autobús. Desde entonces la flota se ha incrementado hasta casi el medio millar de unidades. En la red madrileña de transporte público, el gas representa el 40% de la flota total de autobuses, mejorando en cada kilómetro la calidad del aire de la ciudad.

En los últimos años se ha aumentado considerablemente el número de autobuses a gas en las grandes urbes españolas. Ciudades como Barcelona, Valencia, Sevilla o Burgos disponen de una amplia red de transporte público que usa gas como combustible. Concretamente en el caso barcelonés 400 autobuses ya circulan con gas de un total de 1000; al igual que el caso de Madrid, este porcentaje alcanza el 40% de la totalidad de autobuses.

Es fundamental la implantación del gas en el transporte público, así como en vehículos privados, en taxis y en flotas de otros servicios, para garantizar una reducción de emisiones encaminadas a mejorar la calidad del aire de las ciudades. En un mundo en el que hay más de 20 millones de vehículos a gas, en España circulan casi 4.600 automóviles con esta energía, fundamentalmente autobuses en un 40%, y camiones de recogida de residuos en un 29%. También es destacable que 22 provincias españolas disponen ya de suministro de estaciones públicas, siendo el número de estaciones de gas natural vehicular de 92: 42 de ellas son públicas (la mayoría ubicadas en Barcelona y Madrid), y las 50 restantes, privadas.

Está claro que el mundo camina hacia la presencia de nuevas tecnologías en el transporte. Las principales marcas están comercializando sus versiones de gas en el transporte, y para el año 2045 se prevé que el número de vehículos alimentados por este combustible en España podría superar los 660.000, de los que casi 140.000 serían autobuses. Pero todavía queda mucho trabajo por hacer en pro de un transporte sostenible y limpio. Estoy convencido de que, ante los importantísimos retos medioambientales a los que nos enfrentamos, debemos unir esfuerzos todos, tanto empresas como autoridades competentes, por la mejora de la calidad del aire en las ciudades españolas y el consecuente impacto positivo en la salud de las personas que las habitan.

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