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Zapatería de integración

Un taller de reparación prepara a discapacitados para atender un negocio que recibe pedidos de todo el mundo

Los hermanos Sánchez, con sus empleados, en la zapatería que regentan.
Los hermanos Sánchez, con sus empleados, en la zapatería que regentan.Pepe Varela

El abuelo Pablo vino de Cabeza de Béjar (Salamanca) y abrió su taller zapatero en El Pozo del Tío Raimundo (Vallecas). El padre y tío de Mariano y Raúl, actuales propietarios de Reparación de Calzados Sánchez, aprendieron el oficio viendo trabajar a su padre. Hoy la pyme, con tres locales en Alonso Cano y alrededores, es un negocio próspero que hunde sus raíces en la tradición y mira al futuro con la solidez de su tienda on line,en la que reparan zapatos y venden modelos únicos diseñados en el propio taller; sus herramientas de márketing, pero adaptadas a las necesidades de una pyme; y, sobretodo, un proyecto de escuela enfocada a discapacitados. Ya ha empezado a dar sus primeros pasos, a la espera de resolver la financiación.

De momento, Obra Social de la Caixa les ha concedido el premio Incorpora, por su apuesta por la integración laboral de colectivos vulnerables. Y es que, durante los últimos años, la zapatería ha formado a 6 ó 7 profesionales con distintos tipos de discapacidad.

En su local de Alonso Cano, 61, en Chamberí, los dos hermanos explican la peculiar historia de una empresa suma de tres historias: la de sus antepasados; la de Mariano, con más de 30 años de experiencia en el oficio; y la de Raúl, un bancario al que la crisis dejó sin empleo. “Creía que iba a encontrar algo, tenía muchos contactos… Pero, al no aportar nada a esos contactos, todos desaparecen” y que ha vuelto al oficio que aprendió de pequeño.

Cuando Raúl se sumó a la empresa que su hermano había regentado y mantenido a flote durante largos años, aportó sus conocimientos en marketing y finanzas al oficio que Mariano había mantenido durante años. Es entonces cuando ambos deciden actualizar el negocio a los nuevos tiempos. Es el momento en el que ponen marcha diversos proyectos, empezando por la escuela de zapatería para discapacitados que, por diversas razones, aún no han podido poner en marcha. Mariano explica: “Se nos ocurrió que el personal discapacitado podía encajar en un oficio que siempre se ha considerado de cojos. Mi abuelo era discapacitado físico como mi padre. Antiguamente, al discapacitado físico lo hacían sastre o zapatero. Era un oficio de trabajar sentado. Mi hermano aportó toda la maestría y yo que sabía hacer un proyecto de formación, estudio de mercado, análisis de costes… De todo aquello, salió un proyecto que presentamos a Fundación ONCE. No nos respondieron, pero ahora se lo hemos presentado a FAMMA (Federación de asociaciones de personas con discapacidad), nos ha dado el premio la Obra de Social La Caixa y ahora toca esperar”.

Clientes sibaritas

Los hermanos decidieron que, además de difundir el oficio también había llegado el momento de profesionalizarse más, de diferenciarse a través de la calidad. Mariano lo explica: “Cuando Raúl entra en el negocio decidimos que tenemos que hacer algo nuevo. Comenzamos a estudiar los últimos materiales que han aparecido y entramos en el tema de las pátinas y la limpieza profesional de calzado. Empezamos a coger al cliente de más alto standing y nos convertimos en la referencia para el sibarita del calzado”.

A todo esto, Raúl añade: “Es como dice mi hermano. Empezamos a buscar los mejores materiales por el mundo, ajustamos calidad/precio para que el mercado reconozca nuestro trabajo y, claro, los precios suben. Empieza a venir calzado de 1.500/2.000 euros y mi hermano y su equipo comienzan a exigirse más al venir otro tipo de calzado”. Llegan pedidos de Estados Unidos y Japón.

Mientras lo cuentan, un alto ejecutivo recoge sus zapatos de 2.000 euros y una limpiadora del barrio, con juanetes en los pies, entra por un arreglo de tapas de 8 euros. Ambos serán tratados con la misma atención por los nueve empleados de la casa.

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