Las obsesiones de Rosa Amorós
La artista barcelonesa presenta en la Fundación Suñol pinturas y esculturas
La arcilla, como material primordial y fundamental de la evolución plástica y artística del ser humano, es la principal protagonista de la exposición de Rosa Amorós (Barcelona, 1945), abierta en la Fundación Suñol hasta el 23 de enero. La muestra, que reúne esculturas y pinturas realizadas entre 1992 y la actualidad, se titula Despojos i dèries,un título bilingüe que en la coyuntura actual puede tener varias lecturas.
"El título se puede considerar el hilo conductor de esta muestra, que no atiende a un desarrollo cronológico, sino que apunta a algunos temas recurrentes a lo largo de mi trayectoria. Además son dos palabras que me gustan por su sonido y significado", asegura Rosa Amorós, que ha preferido utilizar el término dèries en lugar de obsesiones, su homólogo castellano, por tener un significado más amplio y flexible. Finalmente se trata de dos palabras que resumen la dualidad entre cuerpo y mente, dolor y placer, emoción y razón, pintura y escultura, que Amorós plasma en sus obras.
Las piezas más antiguas remiten a partes del cuerpo humano, como las Prisioneras que evocan lenguas cautivas dentro de la boca y a la vez aprisionadas por las convenciones y la falta de comunicación y comprensión. Sin embargo las más impactantes son más recientes como su primera acumulación de cráneos, aparentemente anónimos, aunque la artista conoce cada una de las personas que le han cedido su cabeza para hacer el molde, que se remonta al año 2000. A pesar de las formas, todas las manipulaciones en arcilla de Amorós tienen algo de biológico y orgánico, como los bloques de cerámica que recuerdan mojones de árboles y una pieza de grandes dimensiones realizada ex profeso para esta muestra que recuerda una especie de animal prehistórico con escamas, que se pueden ensamblar de diferentes maneras según el espacio que le acoge.
Gracias también a la música compuesta por Orol Aguilar, que invita a la meditación y el reposo, la instalación del patio evoca un entorno sagrado, arcaico y misterioso. Quizás por ello, varias obras contienen referencias mitológicas, empezando por títulos como Gea, la madre tierra de los griegos, Tiamat, la diosa mesopotámica de las aguas o los Anunaki, el panteón de dioses del antiguo Oriente, protagonistas de una serie de pinturas con tinta china sobre papel de Japón.
"La materia es muy importante y siempre escojo aquella que me permite explicar un determinado pensamiento o sensación. El papel me consiente matices de ligereza y transparencia, que no lograría de otra manera", concluye la artista, que mantiene una relación con la colección Suñol desde la década de 1980, cuando Josep Suñol compró algunas de sus piezas.
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