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Un ‘toxic tour’ transpirenaico

Una caravana denuncia proyectos de interconexión energética de la Unión Europea lesivos para el medio ambiente

Dani Cordero
Destrozos producidos por el gaseoducto en Castellar del Vallès.
Destrozos producidos por el gaseoducto en Castellar del Vallès.C. Castro

Explicaba la noche del sábado el edil de Medio Ambiente de Balsareny, Jorge Aguilera, que un día de 2012 conocieron a través de la prensa la intención de Gas Natural de construir en el municipio un almacén de gas aprovechando unas cavidades a 900 metros de profundidad. Y también decía Aguilera que hasta el sábado nadie de fuera de la comarca se había interesado por el proyecto. “Sois los primeros”, les dijo a un centenar de personas que no llenaron el auditorio del Sindicat de Balsareny (Bages).

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La mayoría de aquellos asistentes habían llegado en autocar. Y no habían ido directamente a Balsareny. Desde su partida por la mañana en Barcelona habían visitado uno de los espacios naturales protegidos de Castellar del Vallès por el que pasa el gasoducto Midcat y, ya en Sallent, habían probado el agua (salada) que baja de El Cogulló, esa inmensa montaña artificial que crece año tras año con la acumulación de los residuos salinos generados por la actividad minera de Iberpotash y que es sospechosa de la alta salinización del Llobregat. El domingo visitaron Graus y ayer lunes Sabiñánigo (Aragón), en ambos casos para denunciar los proyectos de construcción de líneas de muy alta tensión (MAT) previstos por el Ministerio de Industria.

Quizás sin quererlo, el edil de Balsarey definió lo que tienen en común esas cinco infraestructuras: “Un ejemplo más de cómo la ciudadanía nos quedamos al margen de los proyectos importantes”. Pero para los pasajeros de ese autobús esos proyectos también suponen destrucción de parajes protegidos y un interés de fondo de crear un complejo modelo para financiar y asegurar que infraestructuras energéticas sean un negocio, el objetivo de las corporaciones que las promueven. Eso es lo que denunciaban los pasajeros de esa caravana denominada Volt y que en 2014 se centró en la contaminación tras pasar por el almacén Castor, las nucleares de Ascó o por Osona, para denunciar el vertido de purines.

Este año han primado los proyectos transnacionales considerados estratégicos por la Comisión Europea y sus mecanismos de financiación como el Plan Juncker. “Las interconexiones que plantea la UE serán el eje de su política de infraestructuras en los próximos años y trincharán el territorio en los próximos diez”, decía Alfons Pérez, del Observatorio de la Deuda en la Globalización, otro de los promotores del Volt junto a Xarxa per la Sobirania Energètica.

Su organización surge de la participación en los toxic tours organizados en América para denunciar las grandes infraestructuras trazadas por multinacionales. “Hay campesinos que eran pobres y que ahora van a ser miserables”, denunciaba en una de las charlas del Volt el mexicano Octavio Rosas, de la Universidad Nacional y Autónoma de México y uno de los diez integrantes internacionales de la caravana. En su opinión, tras esos proyectos hay “abusos, despojos y contaminación del medio ambiente”.

“Las interconexiones que plantea la UE trincharán el territorio en diez años”, dice Alfons Pérez, uno de los promotores del Volt

Con el Volt, los organizadores persiguen armar un discurso conjunto que entrelace los temores y las reivindicaciones de cada territorio afectado. En Castellar ya hay poco que hacer: soterrado, el gasoducto de Enagás solo es reconocible por la franja de siete metros de ancho en los que solo crecen hierbas. Esa canalización es inútil y lo seguirá hasta que no se desbloquee el resto del Midcat. A través de esa tubería se prevé llevar gas desde el Norte de África hasta el centro de Europa (para reducir la dependencia del suministro ruso). También busca rentabilizar la tupida red de plantas de regasificación de la península (hoy infrautilizadas, están al 11% de su capacidad) y que se alimentan del gas comprado ahora a Qatar y Argelia y en el futuro a Estados Unidos, gracias a las reservas que explota gracias a la técnica del fracking. Pero en Balsareny confían que los riesgos del subsuelo —una falla incluida— sean analizados para descartar su construcción como es el caso de la MAT en Aragón, que, tras lustros aparcadas por la oposición vecinal, ahora el Ministerio de Industria vuelve a sacar del cajón.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 

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