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Resurrección incierta

Las limitaciones técnicas del Teatro Principal lastran el estreno de la ópera ‘Magda’

Uno de los momentos de la representación de la ópera 'Magda' en el Teatro Principal de Barcelona.
Uno de los momentos de la representación de la ópera 'Magda' en el Teatro Principal de Barcelona.

El empeño de resucitar el espíritu de la ópera catalana más tradicional con el estreno de Magda, con música de Ramón Ribé y libreto de Jordi Voltas, ha tenido su peor enemigo en las limitaciones técnicas del escenario elegido, el Teatre Principal, cargado de historia lírica y hoy dedicado a otros menesteres. El Principal ofreció ópera desde 1750 hasta principios del siglo pasado, y reabrió sus puertas en 2013 con cenas-espectáculo en una sala que después se convertía en sala de baile. Pero no hay foso —los diseñadores del teatro lo convirtieron en una barra de bar— y la mala ubicación de la orquesta, en platea, tuvo efectos nefastos para el equilibrio y proyección de las voces.

La idea de estrenar Magda en el Principal, con tres funciones, del 24 al 30 de septiembre, bajo la dirección musical de Frederic Oller y escénica de Pedro Ortega, tiene su encanto. Allí se estrenaron en la primera década del siglo XX títulos emblemáticos como El Comte Arnau y La Santa Espina, óperas de Enric Morera con libretos de Josep Carner y Ángel Guimerá, respectivamente. Un siglo después, un grupo de personas ha recuperado el nombre de la empresa que impulsó las representaciones de ópera en catalán —Teatre Líric Català—, con voluntad de resucitar el género.

Dejando a un lado la nostalgia, lo cierto es que las condiciones técnicas de la actual sala tumban cualquier sueño operístico. La ausencia de foso siempre es mala cosa para una orquesta. Y la ubicación en platea de la orquesta de cámara Terrassa 48, con una plantilla ampliada a 30 instrumentistas lastró la labor de Frederic Oller, que hizo lo que pudo para obtener un razonable equilibrio orquestal sin sepultar a las voces.

Tampoco el escenario da para muchas alegrías; el cambio de cuadros se tiene que hacer manualmente. Con estas serias limitaciones, hay que aplaudir la moral y la entrega del equipo artístico que ha estrenado Magda, en el que figuran 70 cantantes de los coros Anton Bruckner y Ariadna, formaciones dirigidas por Júlia Sesé.

La música de Ramón Ribé responde a una estética operística que tiene en la melodía y el sentido cantabile su razón de ser. Ópera pues, romántica por espíritu y convicción en los valores tradicionales del género, guiada por un lirismo sin complejos, a años luz de las técnicas y estéticas de la actual creación operística.

El libreto de Jordi Voltas ambienta la ópera en la Cataluña de la Transición de finales de los setenta, en un retrato de la lucha por la libertad colectiva que centra su mirada en los dos personajes protagonistas, Magda, una joven de la burguesía, y Joan, un cura obrero que cree en la justicia y la libertad por encima de dogmas.

Descalificarla por situarse fuera del tiempo es tan injusto como aplaudirla sólo por razones patrióticas. Lo que está por ver es si hay público dispuesto a asegurar su futuro; en la función del pasado sábado, no se llegó a cubrir la mitad de un aforo de unas 400 personas.

La mezzosoprano Laura Vila defiende bien el papel estelar, con una voz muy bella y bien manejada, mientras que el barítono Joan García Gomà brilla más en los episodios más líricos que en las escenas de mayor dramatismo. A destacar en el reparto el solvente trabajo del bajo Marc Pujol y las tablas de la mezzosoprano Francesca Roig. Tras las funciones en el Principal, Magda, se presentará el 2 de octubre en el Centre Cultural de Terrassa y el 11 del mismo mes en el Teatre La Passió de Esparreguera.

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