Jazz para todos los públicos
Diana Krall volvió a meterse al público en el bolsillo en el Fòrum
Un buen puñado de barceloneses decidieron emplear una parte de su jornada de reflexión acudiendo al Fòrum para la primera sesión del festival de jazz de la ciudad. Una manera idónea de olvidar (por un rato) la tensión del día a día ya que la inauguración corría a cargo de Diana Krall, pianista y cantante capaz de contentar por igual a los jazzistas recalcitrantes como a los simples aficionados a una música que ni moleste ni provoque demasiadas dudas existenciales.
Y así fue. El auditorio del Fòrum se llenó, la canadiense triunfó por todo lo alto y nadie pareció salir decepcionado. Casi dos horas de jazz con mayúsculas pero, eso sí, jazz del que no sirve ni para asustar bebés ni para escandalizar jubilados. Música suave, acariciante, siempre con ese toque rítmico que te obliga a mover el pié, servida por una agradable voz que parece susurrarte en la cercanía y un soporte instrumental sin fisuras.
Diana Krall volvió a meterse al público en el bolsillo con su primera canción, We just couldn't say goodbye, y ya no le dejó escapar. Sentada ante su piano de cola en un escenario de ambientación retro rematado por una gigantesca pantalla (de la que se sacó poco partido) y dirigiendo un solvente quinteto instrumental, Krall fue invocando a todos sus fantasmas que también lo son o pueden serlo de su público. De Fats Waller o Nat Cole a Tom Waits o Bob Dylan, de Fred Astaire o Frank Sinatra a Gordon Lightfoot o The Mamas and The Papas, de Oscar Peterson a Green Day. Un recorrido aparentemente caótico que Krall sabe hacer suyo sin el mínimo altibajo pasando del boogie woogie al blues y de ahí al pop-rock con total naturalidad.
JAZZ
Diana Krall
Auditorio del Fòrum,
26 de septiembre
Y lo hace transmitiendo siempre una sensación de felicidad que se contagia tanto en solitario, cantó cuatro temas sola con su piano (soberbias interpretaciones de Fly me to the moon y Let's face the music and dance), como rodeada por sus músicos. Krall dejó a sus acompañantes mucho espacio para que se expresasen y tanto su guitarrista como su violinista marcaron las diferencias una vez tras otra.
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