¿Para qué sirve la UE?
Una élite políticofinanciera ha sido la que ha señoreado las decisiones de la Unión Europea, pensando más en sus intereses y en los negocios que en las personas o en la democracia
Una respuesta de manual a la pregunta que encabeza este artículo sería que la UE es el instrumento que se creó para evitar los enfrentamientos entre países europeos que sembraron de cadáveres los primeros años del siglo XX y para acabar con los fascismos que asolaron Europa a mediados del mismo siglo. En definitiva, una unión de Estados con el objetivo de fortalecer la democracia y facilitar la libre circulación de personas y mercancías en Europa. Después de 58 años del Tratado de Roma, ¿podemos mantener que la UE conserva su acervo fundacional de defender la democracia, la dignidad y la libertad de sus ciudadanos? Tengo mis dudas.
La estructura político-administrativa de la que se ha dotado y que se ha transformado a lo largo de los años, siempre se ha alejado de la trasparencia y de la participación de los ciudadanos en sus decisiones. El Parlamento Europeo nunca ha tenido las competencias para ser una institución con verdadero poder legislativo y de control. Una élite político financiera ha sido la que ha señoreado las decisiones de la UE, siempre pensando más en los negocios que en las personas, pensando más en sus intereses que no en la creación de un verdadero gobierno democrático europeo.
Este alejamiento de las decisiones democráticas se ha visto de una manera clara en la actuación del llamado Eurogrupo (un ente que no forma parte de la estructura europea, actúa y se reúne de manera informal, sin actas escritas pero que toma decisiones que pueden llevar a un país a la pobreza). El abordaje de la crisis que ha afectado a la mayoría de los países europeos y con más fuerza en los países del sur e Irlanda, ha sido una clara demostración de este proceso de decisión poco democrático, siendo el pueblo griego quien más lo ha sufrido.
El trato de la Unión Europea con Grecia ha sido de todo menos digno y democrático
El trato de la UE con Grecia ha sido de todo menos digno y democrático. El exministro griego Yanis Varoufakis lo cataloga como “un verdadero golpe de Estado contra un Gobierno elegido democráticamente”, Gobierno que ha osado poner en duda que la solución a la deuda griega fueran las políticas de austeridad. En el proceso de negociación fueron rechazadas, ninguneadas o dilatadas en el tiempo las propuestas presentadas por el Gobierno griego para restructurar su deuda. El problema no era la deuda, era el Gobierno de izquierdas y su enfrentamiento a unas políticas que hundían al pueblo griego en la miseria. Y no dudaron en usar al Banco Central Europeo para que negara liquidez a los bancos griegos y provocara su cierre. El economista James K. Galbraith lo definió claramente, “Grecia no está siendo rescatada, está siendo saqueada”.
He aquí una manera de utilizar las instituciones que son de todos para escarmentar a un Gobierno que no quería seguir la senda de la Troika. Es un mensaje claro para los ciudadanos de los diferentes países europeos que decidan, libremente y democráticamente, votar a los partidos que se enfrentan a las políticas austericidas de la Troika. Ya lo dijo el ministro alemán de Finanzas: “Las elecciones no cambian nada”. Si es así, ¿dónde queda la democracia europea?
Otro punto de inflexión que ha demostrado la falta de democracia y dignidad ha sido la posición de la UE ante la llegada a sus fronteras de millares de refugiados e inmigrantes que huyen de la guerra, la persecución, la miseria y la violencia en sus países de origen. La actuación de los dirigentes europeos ha sido criminal: han dejado morir a miles de personas en el mar, han levantado vallas en las fronteras, les han negado el pan, el agua y el transporte. Hemos contemplado, horrorizados, las hileras de hombres, mujeres, niños y ancianos vagar por los campos o por las carreteras de nuestro continente en busca de los derechos básicos de cualquier ser humano. Los han tratado como un problema, como un mal a extirpar y eso ha provocado que el fantasma del fascismo racista y xenófobo vuelva a recorrer por Europa.
Si no nos gusta ni nos sirve esta UE hay que cambiarla o salir de ella. La única manera de hacerlo es ampliando la fuerza de los movimientos ciudadanos y políticos que en muchos países se han enfrentado al poder establecido y a las políticas de la Troika. No sólo hay que derribar a los gobiernos estatales que siguen las políticas neoliberales, sino que al mismo tiempo tenemos que pensar en eliminar el actual “gobierno” de la UE, haciéndolo más digno y democrático. Si no es así no vale la pena continuar en esa Europa.
Joan Boada Masoliver es profesor de Historia.
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