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El día que los barceloneses dejaron de pagar el alquiler

Un libro rescata un insólito episodio de 1931, cuando la CNT impulsó una singular huelga que fue duramente reprimida

Clara Blanchar
Una de las casas en las que se podía dormir por 60 y 85 céntimos.
Una de las casas en las que se podía dormir por 60 y 85 céntimos.

El sector de la construcción paró en seco tras la Exposición Internacional de 1929. Miles de inmigrantes se quedaron sin trabajo. No tenían con qué pagar la vivienda. Familias enteras realquilaban habitaciones. La vivienda se había precarizado tanto que había "casas de dormir". Y desahucios. Todos los días. Los vecinos se organizaron para pararlos o para volver a subir los muebles a los pisos. Las colas en los comedores sociales eran larguísimas. Apenas había prestaciones sociales. Y el Gobierno de la República no mostraba la sensibilidad que de él esperaban estos colectivos.

Estamos en Barcelona. 1931. Con estos mimbres se gestó el Comité de Defensa Económica del Sindicato de la Construcción de la CNT, impulsor de la huelga de alquileres. Un episodio protagonizado por miles de familias (entre 45.000 y 100.000, según el sindicato anarquista) que pedían a los caseros una rebaja del 40% y dejaron de pagar el alquiler durante unos meses. Unos acontecimientos que sorprenden por la similitud que en algunos aspectos tienen con la actualidad.

El librero, historiador vocacional y presidente del Ateneu Enciclopèdic, Manel Aisa, ha recuperado este momento en La huelga de alquileres y el comité de defensa económica, un libro editado por la asociación cultural El Lokal, de El Raval. Años atrás, Aisa conoció algunos de los protagonistas de aquella huelga. Hasta donde sabe el autor, solo queda un superviviente y está enfermo.

La Guardia de Asalto arrojó muebles por las ventanas para impedir el realojo

Aisa explica que por el Ateneu pasan a veces historiadores extranjeros preguntando por la huelga de alquileres. "Este interés y los paralelismos con el momento actual, y la existencia de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca" le animaron a escribir el libro. Además del hecho que tenía las fuentes informativas a mano, en el Centro de Documentación del Ateneu. El libro cita para construir su relato otros autores que han estudiado el anarcosindicalismo y periódicos como Las Noticias, Solidaridad Obrera, ABC, La Publicitat o La Vanguardia.

La singular protesta comenzó en la Barceloneta y rápidamente se extendió a barrios como Sants, El Clot, Poblenou y también L'Hospitalet y Santa Coloma de Gramenet. La huelga —con un gran protagonismo de las mujeres, que administraban los sobres de las pagas de sus maridos— se mantuvo entre abril y diciembre de 1931. Los coletazos fueron en enero de 1932, y fueron acallados con una dura represión de la que el autor responsabiliza al entonces gobernador civil, Oriol Anguera de Sojo, y al presidente de la Cámara de la Propiedad, Juan Pich i Pon. Para evitar que los vecinos repusieran los muebles, por ejemplo, la Guardia de Asalto los tiraba por la ventana para que se rompieran. O detenía a quienes se "reinstalaban" en sus pisos. Hubo centenares de detenidos "como presos gubernativos" y algunos eran enviados a barcos habilitados como cárceles. La represión se aceleró tras la huelga general del mes de septiembre, que se saldó con 18 muertos.

Fue un alivio para las familias y se pactó una rebaja con los propietarios

El autor cree que esa huelga de alquileres ha pasado inadvertida "porque muchos de los que la protagonizaron vivieron después acontecimientos mucho más importantes, como las colectivizaciones". Aisa subraya, con todo, que "la gente de los barrios luchó por su dignidad y como, igual que ocurre ahora, cuando se ve acorralada, se organiza". El editor, Iñaki García, cree que la huelga "ayuda a entender el pasado y, por sus similitudes, da claves para el presente". García subraya el hecho de que fuera "una protesta sin líder, un movimiento muy popular y creativo, que salió de una estructura, el sindicato de la construcción de la CNT, para pasar a los barrios".

La huelga de alquileres acabó por la represión, aunque el autor considera que fue una "victoria moral". Por un lado, dejar de pagar unos meses fue un alivio para las familias afectadas, y muchas pactaron rebajas con los propietarios. Durante la huelga la Cámara de la Propiedad también intentó una rebaja fiscal e impulsó un "Seguro de la Renta de los Pisos Desalquilados". Las cifras sobre la huelga que pudieran estar en posesión de los propietarios fueron destruidas en los primeros días de la Guerra Civil, en 1936.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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