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Veraneo a remojo

Cinco propuestas para refrescarse este verano en la capital y alrededores: de una piscina en una azotea al embalse de Entrepeñas

Piscina de la terraza de Gymage, ubicado en el antiguo edificio de los Cines Luna, junto a la Gran Vía.
Piscina de la terraza de Gymage, ubicado en el antiguo edificio de los Cines Luna, junto a la Gran Vía. Samuel Sánchez

Madrid lleva ya casi dos semanas con el mercurio de los termómetros coqueteando peligrosamente con la temible y sofocante cifra de los 40 grados. “El problema, además, es que en el centro apenas corre el aire, y el calor rebota en el asfalto, devolviéndonos un sofoco insoportable”, comenta un lúcido frutero del barrio de Malasaña. “Queríamos pasar un par de días aquí, pero mañana mismo adelantamos los planes y nos vamos a la playa”, se queja en un inglés atropellado Esbjörn, recién llegado de Suecia, mientras va camino de su hotel arrastrando una maleta de ruedas empapado en sudor.

Ibiza junto a la Gran Vía

Un proyecto de fin de carrera, cuanto más creativo e impredecible, más posibilidades tiene de triunfar. O al menos, eso es lo que pensó Carlos Enguidanos, en su último curso de Dirección Creativa del IED (Instituto Europeo de Diseño): “Combinar en un mismo espacio un gimnasio, un teatro, un restaurante y una piscina no es tan descabellado, al menos si lo haces en el centro de Madrid”. Eso es precisamente Gymage, sito en el antiguo edificio de los Cines Luna. Mientras cuatro chavales se refrescan en los géiseres artificiales que emergen del cemento gris de la plaza, en una azotea aledaña decenas de treintañeros beben sofisticados cócteles bajo la agradable umbría de unas sombrillas de tela blanca, muchos con los pies colgando descalzos del bordillo de una piscina rectangular. Por los altavoces suena música electrónica digerible y refrescante. Los pisos de abajo contienen el gimnasio, el teatro y, en breve, un hotel. “Somos un resort como los que puedes encontrar en cualquier playa del Caribe, pero en el centro de Madrid”, dice su precursor, dando en el clavo.

Cómo llegar. Gymage. Plaza de la Luna, 2. Madrid. 

Desnudos en las orillas del río Manzanares

Agua cristalina, superficies lisas y blancas donde extender la toalla, un entorno natural, verde y montañoso… No estamos hablando de una playa de Cádiz o Guipúzcoa, sino de la Charca Verde, uno de los estanques naturales de La Pedriza, que recibe su agua directamente del Manzanares. Este enclave —la playa de la sierra de Madrid, como la llaman muchos— aparece tras un agradable paseo a pie de una media hora (mejor hacer a primera hora de la mañana) desde el aparcamiento de Cantocochino.
La caminata merece la pena; a pesar de tratarse de un lugar muy conocido, esta poza mantiene cierto caracter secreto, escondido, agreste y salvaje… Siempre y cuando se llegue pronto y, a ser posible, entre semana. Su similitud con cualquier playa de la costa también incluye la masificación.
"Hace 10 años era un sitio para no encontrarte con nadie, ahora se conoce demasiado y hay que andar hasta muy arriba para tener algo de intimidad; mejor evitar los sábados y los domingos", recomienda María Díaz, una habitual del lugar. ¿Lo mejor? "Es el único lugar de Madrid donde puedes practicar nudismo de forma natural", añade. Alejados de la zona principal de baño, jóvenes, parejas naturistas, despistados o turistas aparecen sin ropa entre las rocas al estilo lagartija.
Pero la Charca Verde es solo una de las numerosas pozas que ribetean La Pedriza, en plena sierra de Guadarrama; con caminar un poco más, se encuentran decenas de ellas.

Cómo llegar. Desde Madrid, conducir a Manzanares el Real. Continuar por la avenida de La Pedriza hasta llegar al aparcamiento donde se deja el coche para continuar a pie.

Sucedáneo de playa mediterránea

El embalse de San Juan da para mucho. Por un lado, abastece de agua a la zona suroeste de la Comunidad de Madrid. Y la fuerza de sus aguas también se emplean para la generación de energía eléctrica. Pero ante todo, es tradicionalmente uno de los mayores receptores de madrileños con ganas de darse un chapuzón en pleno estío.

Hasta hace unos años, predominaba el ambiente familiar y de gente de bien con sus barcas y lanchas. Parece que eso está cambiando. “Ahora es mitad y mitad”, cuenta Bittor Ruíz, de 32 años, que frecuenta el lugar. “Cada vez venimos aquí más jóvenes, sencillamente, porque es lo más parecido a una playa que tenemos en Madrid”. Efectivamente, sus orillas terrosas son de grano fino y colores claros, y no hay que echarle mucha imaginación para sentir que uno pisa uno de esos trozos de arena en pleno Mediterráneo. Partícipe de la cuenca del río Alberche, sus más de 650 hectáreas de superficie, rodeadas de extensos pinares, dan para perderse, siempre que uno esté dispuesto a andar. “Cuanto más cerca del club náutico o de San Martín de Valdeiglesias, más gente. Lo mejor es alejarse de la presa, aunque el entorno se vuelve cada vez más agreste y complicado de acceder, pero merece la pena”, recomienda Ruiz.

Cómo llegar. Desde la A-5, desviarse en dirección a San Martín de Valdeiglesias por la conocida como carretera de los pantanos.

Calas perdidas cerca de Madrid

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“No te quedes al principio; si buscas un poco y estás dispuesto a caminar, incluso en agosto podrás encontrar una orilla solitaria”, recomienda Mariano Ameztoy, un madrileño que salta a esta zona cada vez que tiene una oportunidad. El embalse de Entrepeñas es uno de los más grandes de la meseta, precisamente por eso es recomendable aventurarse por alguna de las intrincadas pistas de tierra que lo rodean para dar con el sitio más relajante y veraniego de Madrid… O casi. Está en la provincia de Guadalajara, a menos de hora y media en coche de la capital, pero el trayecto merece la pena.

“Puedes bañarte, pero también navegar; está plagado de embarcaderos, y eso lo hace especial”, cuenta Ameztoy, y añade: “Yo no entiendo por qué muchos madrileños se amontonan en las playas de Benidorm teniendo esto tan cerca”. En el embalse de Entrepeñas uno da con un paisaje muy croata: cañones, islotes y vegetación a raudales conforman un paisaje digno del mejor capítulo de Juego de Tronos. “La experiencia de pasar una noche en un barquito amarrado en medio de este entorno es inigualable. La recomiendo. O mejor no. Si esto se llena de gente, pierde toda la magia”, opina Ameztoy.

Cómo llegar: el embalse está a orillas del pueblo de Sacedón, en la provincia de Guadalajara. Tomar desde Madrid la salida 55 desde la A2.

Piscinas sin cloro… Y sin entrada

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Las Presillas son las piscinas naturales del valle de El Paular, en el término de Rascafría. Aquí uno vive un ambiente piscinero, en el mejor sentido: no falta la zona recreativa rodeada de amplias praderas, socorrista y tres áreas de baño naturales. ¿Lo mejor? El agua la surte el río Lozoya, sin aditamentos. Para quien no guste de ambientes predecibles, existe la oportunidad de aventurarse por los recovecos que dejan los meandros del río. Así se llega al enclave La Angostura, que combina un abarrotado paisaje de rápidos, cascadas y pozas profundas, rodeadas de pinos, robles y abedules. Para los más andarines, dos horas más de caminata les llevará a las piscinas de Rascafría, con una privilegiada vista de Peñalara, y a la zona del Purgatorio, donde el Aguilón, afluente del Lozoya, forma una enorme cascada de 15 metros inaudita en esta región, perforando una poza de agua transparente.

Cómo llegar: Tomar la A 1 hasta la salida 69. Pasar Lozoyuela y tomar desvío a Rascafría, por la M-604, hasta la señalización de El Paular.

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La canícula nunca es fácil de sobrellevar en la capital, pero da la impresión de que este año tenía prisa por llegar: estamos viviendo el inicio de verano más caluroso en cuatro décadas, según un estudio elaborado por el Banco Nacional de Datos Climatológicos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Ni más, ni menos. La pregunta, para quienes no tienen la posibilidad de huir a la costa, está clara: ¿Hay tregua si te quedas en Madrid? La respuestas es sí. Y no solo una, sino varias; la ciudad, la Comunidad y algún otro lugar en las regiones vecinas, esconden lugares muy refrescantes. El litoral queda lejos, pero Madrid cuenta con unos cuantos sucedáneos.

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