Gaudinizados
Catolicismo catalanismo y turismo, fundamentales para convertir al arquitecto en icono de Barcelona
Si estuviera vivo, Antoni Gaudí (Reus o Riudoms, 25 de junio de 1852) hubiera cumplido este jueves 163 años. Fallecido hace 89 años en Barcelona tras ser atropellado por un tranvía, el arquitecto y los edificios que dejó en esta ciudad —seis de ellos reconocidos como Patrimonio de la Humanidad: Parque Güell, Palau Güell y Pedrera en 1984 y Casa Vicens, fachada de la Natividad y cripta de la Sagrada Familia y Casa Batlló, además de la cripta de la Colonia Güell en Santa Coloma de Cervelló en 2005-, siguen más vivos que nunca, y casi omnipresentes. Gaudí es la punta de lanza en Barcelona de una arquitectura, la modernista que, junto con la de Puig i Cadafalch y Domènech i Montaner, atrae cada año a millones de personas: El 80% de los 16 millones de personas que pernoctaron en 2012 vinieron atraídos por estos edificios. Un turismo de masas que genera pingues beneficios económicos, pero también problemas que ponen en peligro el objetivo de convertir Barcelona en referencia para el turismo cultural. Las colas que a diario pueden verse en la Sagrada Familia, La Pedrera y la Casa Batlló fueron las que hicieron que en 2014 los tres edificios recibieran 4,7 millones de visitantes y dejaran 62 millones de ingresos propios, según el primer Informe Estratégic del Sector del Patrimoni.
Este domingo concluye también en la Pedrera el II Congreso Internacional sobre Art Nouveau, primer estilo paneuropeo tras el gótico, que se desarrolló bajo diferentes nombres —Modern Style, Sezession, Jugendstil, Liberty y Modernismo— en media Europa, de 1894 a 1914. El congreso que se centrará en el papel de las mujeres artistas lo inauguró Mireia Freixa, catedrática de Historia del Arte de la UB con la conferencia: Gaudí, Gaudínismos, Gaudínistas y Gaudínianos en la que reflexiona sobre la difusión, investigación, conservación y consumo, no siempre con objetos de buen gusto, sobre Gaudí, además de los mecanismos que han hecho posible que su obra haya llegado hasta nosotros.
Cuando Gaudí falleció en 1926 hacía quince años que el Modernismo era considerado un estilo decadente y de mal gusto en Europa. Los muros de cerámica, las maderas curvas o los pavimentos hidráulicos habían pasados de moda y algunos edificios dejaban sitio a otros nuevos creados en un estilo depurado como es el Art Decó o el Movimiento Moderno. “Sin embargo, la obra de Gaudí resistió y la Sagrada Familia, antítesis de modernidad, continuó construyéndose”, recuerda Freixa que no duda en calificar al arquitecto de único: “No conozco a otro que en pleno siglo XX, durante 12 años, construyera una catedral”.
Mucho tuvieron que ver los gaudinistas, seguidores del arquitecto y los gaudinianos, que mantuvieron una actitud positiva a todo lo relativo a Gaudí, en un divertido juego de conceptos que propone Freixa para englobar el fenómeno que ha permitido que Gaudí y su obra sean tan vigentes.
Primeros gaudinistas. En el entierro de Gaudí se comprobó cómo pese a su fama de excéntrico, austero y, sin duda, raro, tenía el apoyo de casi toda la ciudad que se echó a la calle para despedirlo, como hizo con otros como mosén Cinto Verdaguer en 1902. Pero había otros componentes, como su profunda religiosidad, algo conocido por todos, y su convencido catalanismo, que no siempre ha sido valorado. Freixa explica cómo los primeros gaudinistas, fueron los arquitectos, artesanos e industriales de su círculo, atraídos por las formas y las teorías constructivas que popularizó: Francesc Berenguer, Joan Rubió, Domènech Sugrañes, Josep Maria Jujol y César Martinell no dudaron en tomarlas como modelo y mantenerlas vivas hasta el Noucentisme.
Catalanismo y catolicismo. Además, prosigue Freixas, en los primeros años del Noucentismo y de la dictadura de Primo de Rivera, la construcción de la Sagrada Familia se convirtió en un referente de catalanidad ya que, pese a situarse de forma radical contra la estética de las vanguardias, coincidía con la ideología dominante del catalanismo que Torras i Bages definió en La Tradició Catalana de 1892, en la que aseguraba que catalanismo y catolicismo eran los dos pilares sobre los que construir la nueva patria. “Anacrónica, pero símbolo patriótico”, asegura Freixa. Gaudí, del cual ha trascendido poco o casi nada de su pensamiento político, participó en los movimientos de renovación de la liturgia (en la que el catalán era la lengua de referencia) algo que lo colocó junto a profesionales e intelectuales del núcleo principal del nacionalismo conservador. Allí entró en relación con jóvenes arquitectos en los que ejerció una autoridad moral como Jeroni Martorell, Rafel Masó o Josep M. Pericàs. Muchos de ellos vinculados con entidades como el Cercle Artístic de Sant Lluc, del que era socio Gaudí, o la Lliga Espiritual de la Mare de Deu de Montserrat, entidad que, tal y como remarca Freixa, convirtió a Gaudí “en el Arquitecto, con mayúsculas, de una parte significativa de la jerarquía eclesiástica”.
La Lliga Espiritual, con la complicidad de políticos como Prat de la Riba, le encargó a Gaudí realizar el primer misterio de Glòria del monumental rosario de Montserrat, un conjunto de figuras en la que sobresalía un escudo de Cataluña de 20 metros de mosaico que se vería desde Monistrol. “Sin duda se quería relacionar la resurrección de Cristo con la de Cataluña”, remarca la especialista. “Obras como esta dan gloria a Dios y a la Patria”. Así felicitó la entidad al arquitecto en 1900, tras ganar el concurso municipal por su Casa Calvet.
Seducidos por las curvas. Siempre se ha dicho que durante décadas la obra y la figura de Gaudí fueron denostadas y despreciadas por todos, pero hubo grupos y personajes que se dejaron seducir por sus curvas y sus osadas soluciones arquitectónicas. En 1922 el surrealista André Breton envió una postal a Picasso de la Sagrada Familia en la que le preguntaba si conocía esta maravilla. Dalí en 1922 y 1933 no dejó de alabar, verbalmente y por escrito, como en la revista Minotaure, trabajos como la Pedrera o el Park Güell. Y en 1935 el GATCPAC reivindicó la valentía de las formas gaudinianas de liberarse de los estilos históricos y compararon su libertad constructiva con la de Le Corbusier. En la postguerra surgieron las primeras entidades que comenzaron a estudiar y defender de forma continuada el legado del arquitecto. En 1952 Amics de Gaudí, con unos idearios, según Freixa, “de un nacionalismo católico y conservador similares a los del Noucentisme” promovieron una exposición en el salón del Tinell sobre Gaudí en 1956. Años después, nació el Centro de Estudios Gaudinistas, promotora de ediciones y de exposiciones como la del Colegio de Arquitcectos de Cataluña de 1967. Coincidiendo con esta gran actividad gaudinista, se creó en 1956 la cátedra Gaudí, primero de la Universidad de Barcelona y luego de la Politécnica, dirigida entre 1968 hasta el 2000 por Joan Bassegoda Nonell, la única entidad que se ha mantenido y que ahora dirige Jaume Sanmartí.
Los antigaudinistas también han tenido su momento, recuerda Freixa. En 1965, Miró, Le Corbusier, Tàpies, Bohigas y Subirachs firmaron un manifiesto en contra de continuar las obras de la Sagrada Familia, una postura que también se defendió en 1975 y que en 1990 vivió su momento álgido cuando un grupo de intelectuales se posicionaron contra los trabajos en la fachada de la Pasión que realizaba Subirachs. Hoy en día son pocas las voces contrarias. Entre ellos, Oriol Bohigas, que en 2011 escribió que “la Sagrada Familia hace de Barcelona la ciudad más carca de Europa”. Para Freixa estos trabajos “se han pagado con dinero privado y han intentado respetar a Gaudí, conservando siempre lo que él creó, la fachada de la Natividad, el ábside y la cripta”.
En las últimas décadas, sostiene la especialista, se han creado otras asociaciones que han querido recuperar a Gaudí desde las múltiples perspectivas del arquitecto. En 2008 se creó una nueva Amics de Gaudí, “que pese a que se vincula con la de 1952 es otra asociación con el mismo nombre”. Esta entidad comparte socios con la Asociación pro beatificación de Antoni Gaudí creada en 1992 que pretende llevarlo a los altares en 2016 en el 90 aniversario de su fallecimiento. Más recientemente han surgido otros centros, espacios de ocio, museos, centros de interpretación, nuevas cátedras como la que anunció la UB en octubre pasado, o entidades que divulgan la obra de Gaudí. “Muchas veces haciéndose pasar como grupos de investigación, son entidades que se ponen al lado de Gaudí para justificar sus actuaciones, pero nada más. El tiempo dirá”. Para ella, la clave está en “no apropiárselo y respectar este personaje rico y poliédrico. Si quieren beatificarlo que lo hagan. Nadie duda que santa Teresa de Jesús sea una escritora excelente. El problema es que quien quiere hacerlo santo también explica su arquitectura”.
La experta, interesada siempre por la herencia y la imagen de los artistas, tiene claro que Gaudí “ha ido de un lado para otro. No fue lo mismo durante la República que durante la Dictadura, porque la historia no es inocente”. Lo demuestra, recuerda, “lo que se ha escrito en Wipidedia sobre el 1714 desde Cataluña o desde Madrid”. Y es que, mantiene, los trabajos de investigación sobre el arquitecto no siempre han llegado al gran público porque no se han incorporado a las síntesis y manuales. “Por eso, se repite siempre afirmaciones como que Gaudí compró una casa en el Park Güell, cuando fue su padre” y se mantiene la imagen de Gaudí como la de “un genio aislado en un país de tontos, cuando está totalmente integrado”. Estudiar a Gaudí, asegura, no es fácil, “su archivo se perdió en la Guerra Civil y hay que expurgar en otros archivos para obtener la información”.
Fenómeno turístico. Con respecto al turismo y Gaudí, Freixa alerta que: “No es lo mismo una catedral gótica concebida para acoger peregrinaciones, que casas como la Pedrera y Batlló o parques como el Park Güell, que nacieron como lugares privados, que piden planteamientos especiales. Es un tema de sentido común, no hace falta ser un gran experto”. Por eso, asegura que el cobro impuesto hace año y medio para acceder al recinto histórico del parque que ha disminuido las visitas de 9 a 2,3 millones, “es modélico. Viajar es caro, que lo paguen los turistas”. Para Freixa no hay duda de que el turismo es una gran riqueza que hay que aprovechar, pero “hay que encaminarlo bien y creo que se nos ha ido de las manos”. A la especialista le preocupa que ninguno de los programas electorales de los partidos que se presentaron en las pasadas elecciones plantearan profundizar en el conocimiento del patrimonio “que ha de llevar a su uso responsable”. En el caso de la colación de Ada Colau, en la que entre sus premisas está revisar el fenómeno turístico, “no he encontrado medida alguna para la protección ni estudio del patrimonio. Hay que abordar el tema desde el triple concepto de protección, uso ciudadano y uso turístico, y ningún partido lo hacía”. Para la catedrática es contradictorio que mientras se ha generado una gran discusión sobre la proliferación de apartamentos turísticos nadie haya cuestionado los problemas que genera el turismo en el patrimonio. Además, le sorprende que “todo el mundo venga a ver a Gaudí cuando Barcelona es una ciudad rica en patrimonio medieval. Es absurdo”.
En cuanto a que los propietarios de edificios de Gaudí, casi todos en manos privadas porque todos fueron construidos por la alta burguesía de Barcelona para demostrar su poder económico, quieran explotarlo al máximo, Freixa está a favor de “este tipo de actuaciones lúdicas, siempre que no se perjudique el edificio”. Por primera vez en 2013, 17 propietarios de edificios de Gaudí firmaron la Declaración de Mataró y crearon una red para unir esfuerzos. En febrero de 2014 la Generalitat creó el Consejo para el Fomento y la Difusión de la Obra de Gaudí, con la misma filosofía.
El fenómeno del turismo tiene como efecto colateral el del merchandising; desde replicas numeradas de mobiliario, tiradores o pavimentos a mosaicos convertidos en posavasos a mini dragones del Park Güell convertidos en soporte de libros o imágenes de la Sagrada Familia jibarizados en imanes de nevera. Todos a precios de low cost. Hay de todo, pero la gran mayoría con un alto grado kitsch de mal gusto. En todo caso, Gaudí, 163 años de su nacimiento y casi 90 de su fallecimiento ha conquistado, ha gaudinizado la ciudad y se ha hecho omnipresente.
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