Honradez y política
Los líderes de BComú hacen gala de un acendrado adanismo, pero al mismo tiempo la candidatura de Colau incluye representantes de ICV, que gobernó la ciudad 32 años
Se comprende que, con la que está cayendo, el concepto de honestidad política haya quedado reducido a una cuestión dineraria: es políticamente honrado aquel individuo o grupo que no mete mano a la caja, que no recibe sobornos ni comisiones, que no abusa de dietas ni tarjetas de crédito institucionales, que no evade impuestos ni maneja contabilidades en negro, que no coloca ni promociona en la Administración a parientes o allegados. Es una visión estrecha y reduccionista del tema. No robar ni practicar el nepotismo es fundamental, claro; pero la política democrática de 2015 debería ser algo más exigente con sus actores, y reclamarles también preparación adecuada, honestidad intelectual, respeto hacia los ciudadanos y un mínimo de coherencia, por mucho que la ausencia de tales requisitos no sea perseguible penalmente.
Acabamos de asistir al caso de las listas fantasma para las próximas municipales. Ciertamente, la legislación no exige a los candidatos estar censados en la localidad por la que concurren, y residir en otro municipio cercano no supone problema. Sin embargo, presentar en la Noguera a militantes del PP de Lanzarote y Málaga, o en el Ripollès a correligionarios de Getafe sólo para aparentar una implantación territorial que no se tiene o —peor aún— para conseguir unos euros más de subvenciones públicas, eso sí es un fraude político y un agravio a la inteligencia de los electores.
Tampoco resulta nada ejemplar la actitud de Pablo Iglesias cuando, preguntado sobre si Podemos creía en la unidad de la lengua catalana, respondió: “No le sabría decir. (...) No sé, no soy un experto en cuestiones lingüísticas. No sé qué implicaciones tendría la unidad de la lengua catalana. Supongo que es un debate más filológico que político”. Iglesias Turrión, que posee una sólida formación académica e intelectual, es bien consciente de que toda la filología universitaria del mundo identifica valenciano y catalán como la misma lengua; pero, temeroso de alienarse un miserable puñado de votos anticatalanistas al sur del río Sènia, ha preferido mentir y echar balones fuera. ¿Es eso honradez política?
Lamentablemente, cabe hacerse la misma pregunta acerca de diversas actitudes asociadas a Barcelona En Comú (BComú), la sorpresa de la batalla municipal barcelonesa. Empecemos por lo menor: teniendo en cuenta que Ada Colau ha sido la personificación de la Plataforma d'Afectats per la Hipoteca, ¿es ético y estético que activistas de la PAH boicoteen los actos electorales de sus rivales Trias o Fernández? ¿No da eso la impresión de que Colau juega con dos barajas, su candidatura y, para el trabajo sucio, los activistas a los que dirigió?
La candidatura de Colau incluye a destacados representantes de ICV, formación que ha gobernado en Barcelona 32 años ininterrumpidamente
Mucho más grave me parece otra cuestión, nuclear al planteamiento de BComú. De un lado, sus líderes hacen gala de un acendrado adanismo: pretenden “acabar con los privilegios de los que ha gozado durante muchos años” la clase política; su programa no está “hecho en despachos, con la connivencia de lobbies y de espaldas a la ciudadanía”, sino basado en “nuevas formas de participación y decisión ciudadana”... Pero, al mismo tiempo, la candidatura de Colau incluye a destacados representantes de Iniciativa per Catalunya Verds.
Tal vez los electores más jóvenes lo ignoren, pero Iniciativa —y su antecesor, el PSUC— han formado parte del gobierno municipal barcelonés durante 32 años sin interrupción, desde 1979 a 2011. O sea que la Barcelona actual, incluidas sus fracturas, sus déficits, sus desigualdades y sus miserias, es hija muchísimo más del treintenio largo de mayorías de izquierdas que del único mandato convergente, apenas un arañazo en la gruesa epidermis de la ciudad. ICV contribuyó plenamente a los fastos olímpicos, al Fòrum y a todas las operaciones urbanísticas asociadas con tales eventos. Y, cuando salió del poder, en Barcelona ya había personas sin techo y desahucios. De hecho, la PAH existe desde 2009.
Por eso resulta chocante ver ahora a Barcelona En Comú enarbolando el discurso antisistema y anticasta..., mientras incorpora a nombres que ya eran referentes del PSUC gobernante hace 30 años. Y admira saber que Ada Colau desconoce o reniega del legado de gentes como Josep Miquel Abad, Eulàlia Vintró, Eugeni Forradellas y hasta Ricard Gomà, pero sí se identifica con los ecosocialistas del Consistorio saliente para poder participar así en los debates entre las fuerzas “establecidas” y tener mayor cuota de pantalla.
Los hay que gritan ¡al ladrón! sólo para disimular sus propias artimañas de trileros.
Joan B. Culla i Clarà es historiador
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